Un coronel cruel y un alcalde popular
El dictador practica la demagogia en Tr¨ªpoli, donde amplios sectores le adoran
Gadafi vigila a su pueblo desde todos los rincones de Tr¨ªpoli. En cada fachada, en cada farola, en cada balc¨®n, los carteles con la imagen ic¨®nica del coronel se levantan desde distintos puntos de la ciudad para dibujarle a veces como un padre, sonriente y magn¨¢nimo, en otras como un l¨ªder, severo y poderoso. Si Tr¨ªpoli fuera una marca, ¨¦l ser¨ªa su logo.
Un sector de los tripolitanos le adora casi como a un dios. El dictador se ha ganado su respeto con actuaciones m¨¢s propias del alcalde de una peque?a ciudad que las que cabr¨ªa esperar en un jefe de un Estado. A veces, irrumpe con su s¨¦quito en una calle del zoco y muestra su inter¨¦s por la vida de la gente com¨²n. "?l es as¨ª. Si pasa por una calle y ve que una casa est¨¢ en malas condiciones, habla con la familia, le pregunta por sus problemas y les promete que los solucionar¨¢. Al d¨ªa siguiente, manda a los trabajadores y estos ponen ventanas nuevas y arreglan el tejado", dice un joven llamado Salim en el zoco.
Se ha distanciado tanto del Gobierno que le exculpan de los males del pa¨ªs
Ah¨ª reside su ¨¦xito. El coronel ha distanciado tanto su imagen del Gobierno libio que quienes le siguen no le responsabilizan de los males del pa¨ªs. "Los corruptos son sus consejeros y sus gobernantes, ellos se quedan con el dinero del petr¨®leo. Pero ¨¦l es un buen hombre", dice Abdul¨¢, un traductor que ayuda a los periodistas a moverse por la ciudad.
La ciudad antigua es un paisaje de palmeras y arcos ojivales presidido por el castillo rojo (Saraya Al Hamra) desde el que coronel Gadafi suele pronunciar sus discursos. Enfrente, la Plaza Verde, lugar de encuentro para los tripolitanos y tomado por los partidarios del dictador. All¨ª, lo que se oye estos d¨ªas, a todas horas, son las canciones del rapero Double Zero, un tipo que emplea toda clase de tacos, en ¨¢rabe y en ingl¨¦s, para propagar la necesidad de destruir el planeta.
Un grupo de j¨®venes tararea esas canciones con poses hip hop a pocos metros de una de las puertas principales del zoco, la puerta de la Libertad. En ese lugar, un buen n¨²mero de tipos con aspecto de haber roto todos los platos que han querido en su vida mueven dinero y hacen escaso negocio estos d¨ªas. El cambio del d¨®lar ha bajado. Cien d¨®lares valen hoy 240 dinares libios. "Hace unas semanas te daban solo 125. Pero ya nos repondremos", dice uno con la cara surcada por una cicatriz mientras no para de atender llamadas por el m¨®vil.
Las estrechas calles del mercado, de paredes blancas y puertas verdes, est¨¢n vac¨ªas desde que empezaron los ataques, el s¨¢bado por la tarde. No muy lejos de all¨ª, frente al puerto, Mohamed Shames da la bienvenida al restaurante Athar, uno de los mejores de Tr¨ªpoli situado frente al arco de Marco Aurelio, el ¨²nico vestigio romano que queda en la ciudad. Pero no se puede comer all¨ª, solo tomar un caf¨¦ o un t¨¦. "Toda la plantilla huy¨® cuando empez¨® el conflicto y los que se quedaron no han venido desde que comenzaron los bombardeos. Tienen miedo", dice resignado.
Cada cual vive los bombardeos como puede. Las familias como la de Mohamed explican a sus hijos peque?os que los ruidos vienen de una tormenta sin agua. Y en las calles muchos se han acostumbrado ya a los estruendos y a las luces resplandecientes sin que eso les afecte demasiado. Incluso cuando caen las bombas y las bater¨ªas antia¨¦reas escupen la munici¨®n a diestro y siniestro, se puede coger sin problema uno de los taxis de color blanco y negro caracter¨ªsticos de la ciudad.
"Matan a civiles por petr¨®leo. Pero tendr¨¢n que irse con las manos vac¨ªas", dice un taxista refiri¨¦ndose a los l¨ªderes de la coalici¨®n. El taxi cruza derrapando las avenidas de Tr¨ªpoli dejando a ambos lados bloques de pisos que no se diferenciar¨ªan de una barriada de cualquier ciudad del sur de Espa?a de no ser porque las ventanas tienen forma de arco. El conductor repite el lema que el r¨¦gimen propaga sin descanso a trav¨¦s de la televisi¨®n. Sin embargo, a tenor de las pruebas que los mismos funcionarios del Gobierno est¨¢n dando a los periodistas presentes en Tr¨ªpoli solo prueban por ahora que los bombardeos est¨¢n siendo una operaci¨®n de microcirug¨ªa. Ayer pudo visitarse un puerto militar en el que seis bombas hab¨ªan aniquilado varias lanzaderas de misiles libios. Los buques destructores del r¨¦gimen no recibieron un solo balazo. Tampoco hubo v¨ªctimas, seg¨²n dijeron los mismos militares.
Por la noche, la luna llena ilumina los tres rascacielos que hay en el centro de la ciudad. Junto a ellos, otro gran edificio ha quedado a medio construir despu¨¦s de que los obreros extranjeros se marcharan cuando empez¨® el conflicto. En el puerto, un soldado se pasa las horas en el ca?¨®n a la espera de que comiencen las explosiones. Cuando estas llegan dispara en todas las direcciones girando sobre s¨ª mismo. Por la ma?ana sigue en su puesto.
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