El triste final de la CAM
Que conozca, no hay evidencia alguna de que los pir¨®manos no puedan ser excelentes bomberos. Sin embargo, las normas de la m¨ªnima prudencia aconsejar¨ªan evitar encargarles apagar incendios. Y m¨¢s todav¨ªa los que han provocado. A pesar de ello, esto no se ha tenido en cuenta al afrontar la crisis de las cajas de ahorro en Espa?a. Para satisfacci¨®n de la banca privada, los errores de gesti¨®n, de las entidades primero y de sus dificultades despu¨¦s, han llevado a su desaparici¨®n como elemento determinante del sector financiero espa?ol.
Dentro de este contexto, la CAM ha decidido protagonizar un papel estelar con registros de diverso tipo. Unos, nada excepcionales en el sector aunque ahora se pretendan ¨²nicos, como su ritmo de expansi¨®n. Otros, por el contrario, espec¨ªficos de su forma de gesti¨®n plagada de administradores impuestos por la Generalitat de Eduardo Zaplana, primero, y de Francisco Camps, despu¨¦s. Es esta combinaci¨®n la que ha acabado convirti¨¦ndola en principal protagonista de la cr¨®nica del desastre anunciado de las cajas de ahorro. En la Comunidad Valenciana, junto a la rendici¨®n de Bancaja a un claro partidario de la privatizaci¨®n de estas entidades como demostr¨® ser Rodrigo Rato durante su etapa de ministro, el fracaso de CAM conforma una de las caras del m¨¢s lamentable inicio del siglo XXI que se hubiera podido imaginar.
"La publicidad dada a los desencuentros ha deteriorado la reputaci¨®n financiera de la CAM"
En los ¨²ltimos a?os la entidad alicantina ha trazado una trayectoria incomprensible sin hacer intervenir elementos ajenos a la econom¨ªa. La situaci¨®n que cabe inferir de las cifras conocidas de su balance actual es el fruto de decisiones estrat¨¦gicas inseparables del tipo de presencia pol¨ªtica que ha tenido y del objetivo de evitar que se le pudiera imponer la fusi¨®n con Bancaja.
Para explicar su hoy, hay que mencionar, al menos, tres dimensiones de su ayer. Por un lado, el uso dado a la abundancia de liquidez durante el boom, causa del espejismo abrazado por la CAM con fervor, de que era factible expandir la inversi¨®n sin necesidad de sustentar el core capital, ¨²nica forma conocida de mantener la solvencia. En segundo lugar, la inoperancia del Banco de Espa?a. Primero, con Jaime Caruana como gobernador, cuando fue ciego y mudo ante una concentraci¨®n de riesgos inmobiliarios, que se ha demostrado letal. Y despu¨¦s, por la parsimonia con que abord¨® la situaci¨®n hasta antes del verano de 2010, cuando entr¨® como caballo de Atila a fusionar entidades. Y en tercer lugar, por la voluntaria ineptitud de las administraciones de Eduardo Zaplana y Francisco Camps para cumplir con sus competencias exigi¨¦ndole un m¨ªnimo de prudencia financiera a cambio, probablemente, de permitirles "orientar" su gesti¨®n.
Porque para explicar el final de la CAM, como el de Bancaja, no es posible ignorar las tan trascendentes como poco investigadas injerencias pol¨ªticas durante los ¨²ltimos quince a?os, excepto en el caso de Terra M¨ªtica que no ha sido la m¨¢s relevante. De sus nefastas consecuencias est¨¢ todo por descubrir. En el caso de la CAM, su combinaci¨®n con la estrategia de resistencia frente a Valencia tuvo una dura contrapartida: pasar a depender todav¨ªa m¨¢s que con Zaplana del lobby alicantino cuya capacidad s¨®lo ha brillado bajo el mando de la protecci¨®n p¨²blica. Y as¨ª, una vez acabada la etapa de bonanza, el enroque de la entidad con lo m¨¢s pr¨®ximo la ha llevado a adoptar decisiones que s¨®lo se explican desde la progresiva desconexi¨®n de la realidad que se produce en las organizaciones inmersas en una espiral de dificultades.
Esto ya era evidente antes de los casi simult¨¢neos comunicados reconociendo mantener negociaciones con BBK, Caja Madrid y Caja Murcia, para acto seguido incorporarse al SIP con CajaAstur. Pero se consolid¨® con su actuaci¨®n tras la firma del mismo, en las ant¨ªpodas del axioma b¨¢sico seg¨²n el cual la banca se hace con un poco de dinero y mucha confianza. La publicidad dada a los desencuentros y las proclamas para reforzar las lealtades primordiales habr¨¢n reforzado los v¨ªnculos del lobby. Pero han deteriorado gravemente su reputaci¨®n financiera. Hasta el PP, v¨ªa Crist¨®bal Montoro, se ha desmarcado de tanto disparate. Al margen, quedan los 3.144 millones de activos adjudicados a 31 de diciembre de 2009 (el 83% de su patrimonio neto) y los 2.800 solicitados al FROB para asegurar un 8% de core capital.
Cabe esperar que el final de tan at¨ªpico comportamiento haya sido el esperpento del acuerdo de la Asamblea General del pasado mi¨¦rcoles. ?sta, a¨²n sabiendo que sus tres socios iban a expulsarla del SIP, entr¨® en el rid¨ªculo regate corto de votar a favor del mismo. A buen seguro para poder as¨ª exigir responsabilidades -y compensaciones- a sus ex socios por incumplir lo pactado. ?A modo de los pasajeros de un barco que se hunde cuya principal preocupaci¨®n es el seguro de vida que acabar¨¢ en el fondo del mar como ellos! Triste final para la iniciativa tomada en 1988 cuando se cre¨® aquella ambiciosa CAM que ahora desaparece.
Jordi Palafox es Catedr¨¢tico de Historia e Instituciones Econ¨®micas en la Universidad de Valencia.
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