El tufo electoral
Ya huele a elecciones. No hablo del olor habitual que despiden los gestos y declaraciones pol¨ªticas, sino de ese otro tufo m¨¢s intenso que generan los nervios de la inminencia electoral. Quienes tenemos la pituitaria curtida en las campa?as enseguida lo apreciamos. Hubo ese vergonzante anticipo que constituy¨® el mes pasado aquel atrac¨®n de inauguraciones y reinauguraciones reinauguradas. Se les acababa el plazo legal para presumir y sacar r¨¦ditos electorales por lo que hacen con el dinero p¨²blico y algunos cayeron en el rid¨ªculo. Inauguraron maquetas, pusieron primeras piedras sin tener ni piedra para poner, abrieron aeropuertos sin aviones y hospitales sin material quir¨²rgico.
Gracias a Internet no hay que tocar tanto al elector ni someterse a los efluvios de los entusiastas
En todos esos escenarios los candidatos se mostraron m¨¢s extrovertidos y pretendidamente cari?osos de lo habitual. Cualquier excusa es buena para echarse a la calle, cualquier transe¨²nte les parece digno de atenci¨®n, cualquier ni?o les resulta achuchable. Algunos son abiertos por naturaleza y les cuesta menos esa sobreactuaci¨®n. Otros lo pasan fatal entre el populacho y cuando estrechan manos ajenas o imparten abrazos impostados les salen ronchones en la piel.
Todos saben, sin embargo, que los ejercicios de proximidad son imprescindibles a pesar de que ahora las redes sociales permitan hacerte el campechano y el guay a distancia. Gracias a Internet no hay que tocar tanto al elector ni someterse a los efluvios que produce esa mezcla endiablada de sudor y perfumes que suelen despedir los entusiastas. Lo de Internet sale mucho m¨¢s barato que pegar carteles, muy de agradecer tal y como est¨¢ el patio. Tiene el inconveniente de que se ven obligados a poner la campa?a en manos de creativos a veces un tanto frikis que, con tal de epatar, traspasan f¨¢cilmente las l¨ªneas rojas de lo pol¨ªticamente correcto. Las elecciones catalanas nos dieron muestras del efecto bumer¨¢n cuando alguien mete la gamba en la Red. En cualquier caso es ah¨ª donde est¨¢ el futuro para llegar a m¨¢s gente con mejores instrumentos argumentales y donde sin duda veremos los mayores alardes de imaginaci¨®n en materia de propaganda electoral.
Est¨¢ claro que el tiempo de las chapas, los bol¨ªgrafos, las gorras y, sobre todo, el de los mecheros se est¨¢ acabando. Solo las camisetas aguantan porque en los m¨ªtines siempre da ambiente uniformar al personal con los colores del partido. Que se vea la pasi¨®n por la causa.
Pero la gran novedad de las elecciones del 22 de mayo est¨¢ lejos de ser calibrada por quienes concurren. Me refiero a la entrada en vigor de los convenios que permitir¨¢n votar no solo a los ciudadanos de la Uni¨®n Europea, sino tambi¨¦n a los censados y nacionalizados procedentes de la mayor¨ªa de los pa¨ªses de Iberoam¨¦rica. Podr¨¢n votar un mill¨®n de inmigrantes, 700.000 m¨¢s que en 2007, suficiente para condicionar el gobierno en numerosos pueblos y ciudades. La nuestra es la regi¨®n con mayor porcentaje de inmigrantes despu¨¦s de Catalu?a. Son m¨¢s de un mill¨®n y representan el 17% de la poblaci¨®n. En Alcal¨¢ de Henares, casi uno de cada cuatro habitantes procede del extranjero y, en Fresnedillas de la Oliva, esa proporci¨®n alcanza a cuatro de cada 10.
Son gente tan preocupada o m¨¢s que nosotros por la situaci¨®n del pa¨ªs y muchos se han esforzado en cumplir los tr¨¢mites de inscripci¨®n en el censo. Un papeleo pesado y farragoso que parec¨ªa pensado para disuadirles de su participaci¨®n. As¨ª que veremos a m¨¢s de un populista que en su momento tuvo la tentaci¨®n de deslizar mensajes xen¨®fobos dando la vuelta a su discurso y besando ni?os morenitos con rasgos ind¨ªgenas. Es el poder transformador que emana de las citas electorales. No conviene fiarse demasiado de esos perfumes de campa?a, que luego algunos huelen fatal durante cuatro a?os.
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