El bien
Seg¨²n las estad¨ªsticas de la p¨¢gina web de este peri¨®dico ya somos 15.000 personas las que nos hemos interesado por esta noticia: Scarlett Johansson y Sean Penn ya no se esconden. Dice mucho a nuestro favor que en la valoraci¨®n que hacemos de la noticia no la hemos considerado "imprescindible". O sea, entendemos que es posible participar en una tertulia sin saber que dicha pareja ya no se esconde y no por ello ser considerados mal informados. Pero eso no quita para que hagamos un clic entre tanto Sortu, tanta corrupci¨®n y tanto silencio de Rajoy y echemos una canita al aire.
Yo entro sin complejos en las p¨¢ginas de Gente y m¨¢s si aparece Sean Penn, que es un personaje que me provoca tremenda curiosidad. Su mezcla de talento y burricie, de antipat¨ªa y entusiasmo filantr¨®pico me impelen a observarlo aunque sea en una noticia como esta, en la que se le ve muy sonriente con su no escondida pareja y con la jequesa de Catar. Hace unos d¨ªas el magac¨ªn de The New York Times le dedicaba su portada. En la foto aparec¨ªa sufriente, absorto en su lucha. No era para menos (lo digo sin iron¨ªa): ha creado una organizaci¨®n de ayuda a la recuperaci¨®n de Hait¨ª y el hombre se remanga la camisa y se pone a pie de obra. Lo espeluznante es que hace afirmaciones como esta: "Amo a la humanidad y detesto a los seres humanos". Supongo que al editor de la revista la frase le parecer¨ªa sorprendente porque la destac¨® entre las otras. El s¨ªndrome de Penn no es inusual entre aquellos que adquieren notoriedad: incapaces de lidiar con los molestos semejantes m¨¢s pr¨®ximos calman su necesidad de hacer el bien participando en proyectos humanitarios, generalmente de mundos lejanos. De esta forma, visitan a los pobres y a los jefes de Estado. De Ch¨¢vez a los miserables de la Tierra. Es comprensible que no les sobre simpat¨ªa para el resto de los seres humanos.
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