Pakist¨¢n por dentro, contado desde fuera
Son las siete de la tarde y es la hora del whisky para Khushwant Singh. Cada d¨ªa se toma un vaso grande sentado en su sill¨®n favorito en su casa en Nueva Delhi. A sus 96 a?os cumplidos en febrero -a los que ¨¦l agrega siempre uno- este hombre es un testigo honorario de la historia de India y Pakist¨¢n. Una prueba es la partici¨®n de estos dos pa¨ªses plasmada en la novela Tren a Pakist¨¢n (Libros del Asteroide). Ha escrito tantas novelas que ¨¦l mismo ha perdido la cuenta y cada semana, todav¨ªa con bol¨ªgrafo, escribe su columna "con malicia contra todos", que se imprime en varios peri¨®dicos de India. Disminuido por la edad y visiblemente cansado, el escritor asegura que ya est¨¢ "podrido por dentro" y que el trago es lo ¨²nico que ahora le remite a la felicidad. Aunque lo dice con una sonrisa y ¨¢nimo de agradar, como cuando repite una de sus frases m¨¢s c¨¦lebres: "Siempre he dicho que no creo en el amor sino en la lujuria. Es lo m¨¢s honesto".
"Cerr¨¦ mi casa y le di las llaves a mi mejor amigo. Pens¨¦ que volver¨ªa pronto, pero no fue as¨ª"
"Escrib¨ª por desilusi¨®n, por tristeza, por la divisi¨®n de las dos naciones
Singh naci¨® en 1915 en una peque?a aldea (Hadali) del ahora Pakist¨¢n. Fue abogado en el tribunal de Lahore. Con la independencia y la partici¨®n del subcontinente en 1947, le recomendaron que huyera hacia India, por ser de origen sij, aunque ¨¦l ya hubiera renegado de la religi¨®n muchos a?os atr¨¢s y la mayor¨ªa de sus amigos fueran musulmanes. Desde muy joven se considera agn¨®stico y opina que para creer en una religi¨®n "hay que ser retrasado mental".
Un par de d¨ªas antes de que se trazara la l¨ªnea que dividir¨ªa a los pa¨ªses, Singh parti¨® hacia Nueva Delhi. "Cerr¨¦ mi casa y le di las llaves a mi mejor amigo. Pens¨¦ que volver¨ªa pronto, pero no fue as¨ª. Ya solo volv¨ª como hu¨¦sped", dice se?alando la foto de su amigo sobre el aparador. Se lamenta mucho de que los dos pa¨ªses tras su separaci¨®n y despu¨¦s de sufrir tres guerras "sigan siempre en una absurda tensi¨®n, a pesar de que la gente es la misma, somos como hermanos, unidos por la historia y la cultura, pero divididos por la religi¨®n". Se considera a s¨ª mismo "pro-Pakist¨¢n" a pesar de considerar que "es un Estado fallido, una v¨ªctima de la violencia fundamentalista y que lamentablemente se mantiene solo por el poder del ej¨¦rcito". Aborrece que los dos pa¨ªses tengan armas nucleares, pero piensa que "al menos India tiene un Gobierno responsable".
Cree que para los liberales, y muchos escritores, es dif¨ªcil vivir en Pakist¨¢n por la creciente islamizaci¨®n. "Sin embargo, hay muy buenos contadores de historias, quiz¨¢ en parte por la desilusi¨®n que est¨¢n sufriendo de lo que pasa en su pa¨ªs". Entre las voces que reconoce nombra a Bapsi Sidhwa, Nadeem Aslam, Hanif Qureshi o Daniyal Mueenuddin. Todos, como ¨¦l, han pasado ¨¦pocas fuera de Pakist¨¢n.
Apenas sali¨® como refugiado de Pakist¨¢n a India, fue diplom¨¢tico en Reino Unido y en Canad¨¢, pero lo dej¨® porque "no hab¨ªa mucho trabajo que hacer", as¨ª que regres¨® a la capital india. Fue entonces cuando pens¨® en escribir sobre la partici¨®n. En un mes termin¨® Tren a Pakist¨¢n, una referencia en la historia de los dos pa¨ªses. "La escrib¨ª por desilusi¨®n, por tristeza. No estaba de acuerdo con la teor¨ªa de las dos naciones, en la que los musulmanes y los hind¨²es ten¨ªan que vivir en diferentes pa¨ªses". Los futuros primeros ministros Jawaharlal Nehru de India y Muhammad Ali Jinnah de Pakist¨¢n hab¨ªan prometido que tras la divisi¨®n todo estar¨ªa bien, asegura. "Pero no ten¨ªan ni idea del horror que iba a ocasionar: casi diez millones de personas fueron desarraigas y un mill¨®n asesinadas. No creo que el mundo haya visto algo de esta magnitud".
A pesar de todo, Singh acepta que la partici¨®n "era inevitable, no hab¨ªa mucha opci¨®n". Los musulmanes, liderados por Jinnah y su agrupaci¨®n pol¨ªtica, la Liga Musulmana, tem¨ªan que con la partida de brit¨¢nicos, la mayor¨ªa hind¨² tomar¨ªa venganza sobre la minor¨ªa isl¨¢mica que hab¨ªa dominado India durante siglos. "El odio hab¨ªa crecido durante los a?os, aunque estuviera escondido, como si fluyera por debajo de un r¨ªo. Pero la divisi¨®n de los pa¨ªses y el intercambio de la poblaci¨®n hizo que la ira emergiera: para los hind¨²es era bueno matar musulmanes". Los sijs quedaron de lado de los hind¨²es. "Siempre han estado muy cerca las dos comunidades y las creencias son muy parecidas", dice el escritor, que ha dado clases de religi¨®n comparativa.
En la matanza "no puedo decidir a qui¨¦n culpar", y as¨ª logr¨® escribir un texto equilibrado. Singh es de los pocos autores respetado en los dos lados de la frontera de los pa¨ªses enemigos. Reconoce que fue Mahatma Gandhi el ¨²nico que previ¨® que la divisi¨®n de la India brit¨¢nica iba a traer un desastre e intent¨® evitarla: "Gandhi insisti¨® a Nehru en que aceptara a Jinnah como primer ministro para que Pakist¨¢n no se escindiera, pero no accedi¨®: era muy ambicioso y ve¨ªa a Jinnah como su rival". De los horrores que vivi¨® en carne propia, no hab¨ªa tomado notas, pero ten¨ªa todo en su cabeza. Hab¨ªa visto un tren que transportaba cad¨¢veres de sijs de Pakist¨¢n a India o se hab¨ªa cruzado con un grupo de sijs que acababan de masacrar una aldea musulmana. Singh eligi¨® escribir ficci¨®n "porque tiene m¨¢s impacto". A la aldea ficticia llamada Mano Majra, que queda justo en la frontera de los pa¨ªses reci¨¦n divididos, el horror de la partici¨®n no ha llegado. Sus habitantes, mitad sijs mitad musulmanes, reciben informaci¨®n solo de tercera mano. Pero ellos se sienten muy alejados de lo que est¨¢ pasando: han vivido siempre juntos, como hermanos. ?Por qu¨¦ se ver¨ªan afectados? Sin embargo, empiezan a cruzar desde Pakist¨¢n trenes llenos de cad¨¢veres de sijs. Singh asegura que no es su mejor novela, pero reconoce el valor hist¨®rico: "Siempre es mencionada en charlas sobre la partici¨®n. Tiene el peso de la no ficci¨®n en forma de ficci¨®n".
Singh es admirado porque rechaz¨® uno de los m¨¢s grandes reconocimientos de India, el Padma Bushan, por el asedio del Ej¨¦rcito al Templo Dorado -m¨¢ximo centro religioso de los sijs- que orden¨® Indira Gandhi en 1984 y que dej¨® m¨¢s de 500 muertos. Gandhi fue asesinada cuatro meses despu¨¦s por su guardaespaldas. "Yo me indign¨¦ profundamente por la p¨¦rdida de vidas humanas, independientemente de su religi¨®n".
El autor termina su whisky. Y cuenta orgulloso que nunca en su vida ha comprado una botella: la gente sabe cu¨¢nto le gusta y siempre las recibe como regalo.
El alma de los supervivientes
Por Jes¨²s Aguado
HIROKO TANAKA, la protagonista de Sombras quemadas, vive en Nagasaki cuando los norteamericanos arrojan su segunda bomba at¨®mica sobre Jap¨®n, en India cuando esta se divide en dos pa¨ªses (India y Pakist¨¢n), en Pakist¨¢n cuando los afganos luchan contra los invasores sovi¨¦ticos y en Nueva York cuando el atentado contra las Torres Gemelas. Convertida al islam por amor, va sobreviviendo a estos escenarios del odio perdiendo amantes, maridos o amigos (y costumbres, paisajes o sabores) sin renunciar por ello a la lealtad, la hospitalidad, la integridad, la solidaridad o el pensamiento, es decir, sin renunciar a su humanidad con todos susmatices y contradicciones.
Kamila Shamsie ha reconstruido, alrededor de la accidentada biograf¨ªa de Hiroko Tanaka (uno de los personajesm¨¢s hondos y mejor delineados que uno haya le¨ªdo en mucho tiempo), la historia de la segunda mitad del siglo XX a partir de sus pedazos: pregunt¨¢ndole a las sombras y a los cascotes, a las v¨ªctimas y a los verdugos, a la raz¨®n y a la sinraz¨®n, al coraz¨®n y a sus esquirlas. Tren a Pakist¨¢n, de Khushwant Singh, se sit¨²a en ese a?o 1947 que tambi¨¦n protagoniza la parte central de Sombras quemadas. En una peque?a aldea india situada cerca de Pakist¨¢n, las comunidades sij y musulmana conviven en paz a pesar de las noticias de matanzas mutuas que llegan hasta ellas. Los hind¨²es, los musulmanes y los sijs, en efecto, convierten esa doble di¨¢spora (hind¨²es y sijs que huyen de Pakist¨¢n, musulmanes que huyen de India) en carnicer¨ªas que acabaron dejando un mill¨®n de muertos a uno y otro lado de esa frontera repentina. Pero cuando se fijan en esa aldea, que es tambi¨¦n un paso ferroviario estrat¨¦gico, los distintos poderes del lugar, sus habitantes son arrastrados por el cruel torrente de los acontecimientos.
Singh, uno de los intelectuales m¨¢s respetados de India, consigue, sin embargo, que sean las emociones y las creencias sencillas de las humildes gentes que recorren las p¨¢ginas de su novela las que acaben narrando esos sucesos, no la pol¨ªtica, la religi¨®n o los fundamentalismos que surgen de ellas. Es por eso, por ser las personas el centro de la acci¨®n por lo que el mensaje ¨²ltimo de esta hermosa novela, en medio de los sufrimientos y lasmasacres que cuenta, es de esperanza y de paz. Sombras quemadas y Tren a Pakist¨¢n cuentan, cada una desde un lado de la frontera, una historia parecida: la de c¨®mo sobrevivir sin perder el alma a los peri¨®dicos desatinos criminales del mundo.
Tren a Pakist¨¢n. Khushwant Singh. Traducci¨®n de Marta Alcaraz. Libros del Asteroide.
Barcelona, 2011. 248 p¨¢ginas. 16,95 euros. Sombras quemadas. Kamila Shamsie. Traducci¨®n de Victoria Malet Perdig¨®. Salamandra. Barcelona, 2011. 384 p¨¢ginas. 20 euros. Edici¨®n en catal¨¢n: Ombres cremades. Traducci¨®n de Anna Llisterri. Edicions 62. 472 p¨¢ginas. 20 euros.
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