El miedo se abre paso en Damasco
La necesidad de cambio se palpa en la capital siria, pero la falta de un l¨ªder y un plan para obtener la libertad a¨²n siembra dudas sobre el relevo del presidente
Damasco la vieja intenta recobrar su pulso habitual en una semana plagada de festividades nacionales y religiosas, y con la incertidumbre de si el turismo llegar¨¢ a la capital siria este a?o, a pesar de las revueltas, especialmente violentas en el sur del pa¨ªs. Bicicletas de varillas, vendedores ambulantes y griter¨ªo infantil serpentean entre un mar de terrazas blancas, minaretes y c¨²pulas. Hay una expresi¨®n de inquietud en el rostro de los damascenos ante la expectativa de que un nuevo viernes de rezo puede convertirse en un d¨ªa de la ira. Hay temor a la represi¨®n policial y a una batalla con muchos muertos.
Comprender las demandas de los disidentes y calibrar el apoyo real con el que cuentan es una tarea dif¨ªcil en la opaca sociedad siria. Cierto es que los manifestantes expresan un deseo de libertad, pero mientras los l¨ªderes occidentales interpretan esa consigna como un acercamiento a los valores liberales y democr¨¢ticos, los medios de comunicaci¨®n iran¨ªes se apresuran a definirlo como un "despertar isl¨¢mico". No cabe duda de que las manifestaciones denotan un hartazgo por la opresi¨®n pol¨ªtica, la corrupci¨®n end¨¦mica y el empeoramiento de las condiciones de vida de la ¨²ltima d¨¦cada, pero m¨¢s all¨¢ de eso, parecen carecer de un liderazgo transversal y de un programa coherente capaz de despertar el inter¨¦s de las minor¨ªas religiosas, los sectores laicos y la peque?a burgues¨ªa damascena, bases sociales sobre las que se cimenta el r¨¦gimen baazista.
Los damascenos saben que es muy arriesgado expresar el descontento
"La gente quiere reformas, es cierto, pero preferimos que Bachar el Asad siga liderando el pa¨ªs". Muchos sirios, j¨®venes y adultos, de clase media, expresan en estos t¨¦rminos su miedo a un cambio de statu quo en el que irrumpan el islamismo, el caos, la guerra y las luchas sectarias. Miedos todos ellos leg¨ªtimos tras los que se escuda el r¨¦gimen para cerrar filas sobre su causa. No en vano, los medios de comunicaci¨®n sirios -gubernamentales o censurados- dan estos d¨ªas especial relevancia a las noticias referentes a las rigideces del islamismo, las confrontaciones sectarias o las devastadoras consecuencias de las guerras con Israel y Estados Unidos en la regi¨®n, todo ello amenizado con canciones o esl¨®ganes de exaltaci¨®n nacional.
La continuidad de El Asad tambi¨¦n genera un amplio consenso entre la oligarqu¨ªa damascena, las ¨¦lites pol¨ªticas y militares y el aparato burocr¨¢tico del Estado, incluidos los omnipresentes servicios de inteligencia. Dentro de esa red de poder tejida a base de v¨ªnculos familiares y de car¨¢cter clientelar las demandas de apertura y transparencia han sido interpretadas como una lucha a vida o muerte. "Nunca antes se hab¨ªa vivido as¨ª de bien en este pa¨ªs", declaran ofendidos un funcionario tras otro al ser requeridos por los medios locales. "Dios proteja a Bachar. En sus manos est¨¢ el bienestar del pa¨ªs", rezan los murales que inundan calles y comercios.
Pero pese al firme apoyo al r¨¦gimen de un tercio de la poblaci¨®n, la ola de descontento p¨²blico ha ido in crescendo en todo el pa¨ªs desde que el pasado 18 de marzo se alzaran las primeras voces disidentes en la localidad fronteriza de Deraa. Quiz¨¢ no resulten demasiado numerosas para un observador ocasional, ni mucho menos generalizadas, pero lo cierto es que, en un Estado donde resulta extremadamente arriesgado exteriorizar cualquier tipo de cr¨ªtica al orden establecido, la importancia de las protestas no radica tanto en el n¨²mero de manifestantes sino en la determinaci¨®n de los mismos para reclamar sus derechos por encima de sus temores. Los que antes no se expresaban ahora dicen "?esto no puede ser!", "?basta ya!", "?qu¨¦ es esto?", lo que ilustra la brecha abierta entre el pueblo y las autoridades. Acostumbrados a que siempre haya alguien escuchando, los sirios son gente reservada, pero en la intimidad, en las tertulias en torno a un mate, una bebida popular, confiesan haber puesto en entredicho su confianza hacia el jefe de Estado. "A menos que el presidente tenga cartas escondidas en su manga y las saque en el buen momento, las cosas no van a mejorar".
Nadie en Damasco olvida que Bachar el Asad asumi¨® la presidencia en 2000 tras la muerte de su padre, Hafez, quien en 1970 consigui¨® estabilizar un pa¨ªs sacudido por una incesante sucesi¨®n de golpes y contragolpes de Estado. Para lograrlo, Hafez el Asad, miembro de la minor¨ªa musulmana alau¨ª, instaur¨® un r¨¦gimen totalitario y levant¨® un frente com¨²n con otras minor¨ªas confesionales -drusos, cristianos- y con las ¨¦lites econ¨®micas sun¨ªes. En 1982, para zanjar una violenta insurrecci¨®n islamista que desde hac¨ªa a?os amenazaba con arrebatarle el poder, la aviaci¨®n siria bombarde¨® incansable durante tres semanas la localidad de Hama, basti¨®n de los Hermanos Musulmanes. Perdieron la vida entre 5.000 y 20.000 personas, seg¨²n las diversas fuentes.
Este brutal episodio consigui¨® aniquilar a la oposici¨®n islamista, pero radicaliz¨® todav¨ªa m¨¢s al r¨¦gimen y a los miembros de su partido ¨²nico, el Baaz. Todav¨ªa hoy la sombra de la venganza por la matanza de Hama es instrumentalizada por los sectores m¨¢s conservadores para cerrar el paso a aquellos compromisarios m¨¢s aperturistas, todo ello pese al rechazo expl¨ªcito a la violencia y al establecimiento de un Estado isl¨¢mico por parte de los l¨ªderes de los Hermanos Musulmanes sirios, refugiados en el exilio.
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