La Europa unida acaba en Ventimiglia
Cientos de tunecinos tratan de cruzar cada d¨ªa la frontera italiana con Francia - Chocan con la burocracia tras recorrer centros de acogida y un largo viaje por mar
Afif Trabelsi, de 19 a?os, lleva media hora parado en el tren que va a Menton, el primer pueblo franc¨¦s tras la frontera con Italia. Una locomotora se ha averiado en la l¨ªnea que recorre la Costa Azul y su tren no puede salir. Afif espera con los brazos cruzados. En Ventimiglia, un centenar de tunecinos intenta pasar cada d¨ªa a Francia. En Italia deb¨ªa arrancar su futuro y en cambio all¨ª han acabado atrapados en un limbo, transformados en pelotas que Roma y Par¨ªs se rebotan en un juego infinito de burocracia y miedos rec¨ªprocos. Ese tren parado en la v¨ªa, con su carga de sue?os y desilusiones, es el s¨ªmbolo de las fricciones que laceran la Uni¨®n Europea.
Afif lleg¨® a Lampedusa el 24 de marzo, tras tres d¨ªas de traves¨ªa por mar. Pas¨® unos d¨ªas en una tienda de campa?a cerca del muelle y luego fue trasladado a los centros de acogida de Campobasso, Bolonia, Roma y Mil¨¢n. Ahora est¨¢ listo para ir a Francia, a buscar trabajo como zapatero o "algo mejor, si es posible".
Berlusconi y Sarkozy son rehenes de los sondeos y de la derecha populista
Afif Travelsi, de 19 a?os, quiere trabajar como zapatero en Francia
"Los trenes franceses siempre fueron perfectos, como los suizos, pero estos d¨ªas no hacen m¨¢s que estropearse", ironiza un carabiniere. Nadie quiere que el tren eche a andar. Roma y Par¨ªs, ambos rehenes de sondeos desfavorables y de la derecha populista, intentan barrer el polvo hacia el otro lado de los Alpes. El Frente Nacional asedia a Nicolas Sarkozy. Silvio Berlusconi est¨¢ preocupado por el voto de mediados de mayo en ciudades cruciales como Mil¨¢n, Bolonia, Tur¨ªn y N¨¢poles. Es probable que crezca a¨²n m¨¢s el peso de la Liga Norte, cuyo ¨²nico argumento es oponerse a la inmigraci¨®n y hacer propaganda con los 28.000 extranjeros desembarcados en Sicilia desde enero. Los dos dirigentes, que se re¨²nen el martes pr¨®ximo en Roma, no quieren molestar a los partidos derechistas.
Italia concedi¨® 4.000 permisos de residencia (11.000 est¨¢n en tr¨¢mite) a los inmigrantes llegados antes del 5 de abril -los que alcanzan sus costas estos d¨ªas deber¨ªan ser repatriados, aunque es imposible averiguar cifras-, con la esperanza de que muchos se fueran a Francia, cuyo idioma conocen y donde tienen familia. Tienen seis meses.
Par¨ªs critic¨® la medida. En la frontera, la polic¨ªa controla que los inmigrantes posean pasaporte tunecino y una cantidad de dinero adecuada a su estancia en el pa¨ªs (60 euros diarios o la mitad si demuestran tener un techo donde quedarse). Si no los tienen, les reenv¨ªan de vuelta a Ventimiglia.
"Muchos llevan semanas atrapados", dice Fiamma Cogliolo, portavoz de Cruz Roja, en un centro de acogida montado hace tres semanas. Sobre las ocho de la tarde un autob¨²s recoge a los inmigrantes delante de la estaci¨®n y los acerca a este antiguo cuartel de bomberos: tres pisos de literas, ba?os, un gran comedor en la planta baja y dos carpas laterales (el consultorio m¨¦dico y la cocina). Esta noche, como en las ¨²ltimas, las 150 plazas est¨¢n ocupadas. "El doctor ha visitado a 200 hombres. Est¨¢n cansados, tienen hambre, llagas en los pies o resfriados por la humedad y el fr¨ªo", explica Cogliolo.
Hamir Benromthon, 27 a?os, de Bizerte, posa para unas fotos con sus amigos de infancia y compa?eros de aventura. Es su ¨²ltima noche juntos. A la ma?ana siguiente, tras recoger el dinero en la sede de Western Union que le llega desde el otro lado de los Alpes, Hamir se ir¨¢ a Lion; Chuki a Par¨ªs, donde un hermano trabaja en Michelin; Rafik a Estrasburgo. Esas ciudades significan libertad y trabajo.
Por la ma?ana, una larga cola de inmigrantes aguarda frente a la comisar¨ªa. Algunos retiran su permiso tras d¨ªas de gestiones -la polic¨ªa comprueba que no tengan antecedentes en Europa-, otros revisan la documentaci¨®n para entregar su petici¨®n. Conf¨ªan en que el permiso les abra las puertas de sus sue?os. Pero saben que no va a ser sencillo. La cola avanza despacio. Todo el mundo tiene una an¨¦cdota sobre el gran salto de la frontera entre Francia e Italia.
Las reglas cambian cada hora, seg¨²n cuentan. Depende de lo estricto que sea el controlador, de lo r¨¢pido que contesten a sus preguntas sobre d¨®nde se van a quedar y durante cu¨¢nto tiempo.
En esta noria de destinos cruzados, similares e infinitamente distintos, alguien tuvo suerte. Por ejemplo, Riad Hosni, de 25 a?os, lleg¨® a Lampedusa el 24 de marzo y el 17 de abril, a Niza, pasando por Livorno, Arezzo, Mil¨¢n y Ventimiglia. Frente a la estaci¨®n le esperaba su hermano mayor, alba?il residente legal en Francia. Aquel d¨ªa, no hubo controles: Riad est¨¢ ahora en Niza, ha pedido un pasaporte tunecino, tranquiliza a su madre por el m¨®vil, mira la foto de su novia, comparte con el hermano y dos primos un piso de 20 metros cuadrados y no deja de sonre¨ªr.
En Ventimiglia, otros chavales esperan que la noria gire. En esta Europa unida, son fantasmas sin derechos. Solo pueden esperar a tener suerte.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.