La qu¨ªmica de The Grateful Dead
Siguen d¨¢ndonos la tabarra con eso de que Internet funciona como la Biblioteca Universal, que aparentemente nos hace mejores con su mera existencia. Cuesta comulgar con ese dogma: la multiplicaci¨®n de recursos documentales parece ser anulada por el imperio de la trivialidad, el abuso del corto y pego, la disminuci¨®n de la retentiva.
Por lo que respecta al rock, siento visceralmente que -cada pocos a?os- es necesario volver a contar las grandes historias. Las historias ejemplares de artistas, movimientos, productores, sellos. Lo hacen muy bien algunas revistas espa?olas, a diferencia de nuestras emisoras musicales, tan al¨¦rgicas al trabajo en profundidad.
Un ejemplo ser¨ªa la saga de The Grateful Dead. Grupo mod¨¦lico para los tiempos que corren: grababan discos de estudio pero viv¨ªan para sus conciertos. No disfrutaron de un ¨¦xito (Touch of grey, 1987) hasta veintitantos a?os despu¨¦s de su fundaci¨®n. Manten¨ªan una relaci¨®n directa con sus seguidores, los deadheads, a los que permit¨ªan registrar sus directos e intercambiar los resultados. Los Dead figuran incluso en textos como Marketing radical (Barcelona, Gesti¨®n 2000), donde Sam Hill y Glenn Rifkin estudian la explotaci¨®n de marcas at¨ªpicas como Harley-Davidson o la NBA.
No les venci¨® el potro desbocado del negocio sino el hedonista estilo de vida del rock
Sin olvidar su irisada m¨²sica, sustentada sobre tres patas. Primero, los Grateful Dead se construyeron un repertorio propio, con resonancia generacional, potenciado por letristas externos como Robert Hunter o John Barlow. Segundo, eran una banda de jukebox, capaz de recrear centenares de cl¨¢sicos estadounidenses. Tercero, dominaban la alquimia de la exploraci¨®n, en la cantera de lo genuinamente psicod¨¦lico.
Existe una abundant¨ªsima bibliograf¨ªa sobre los Dead. Estos d¨ªas he le¨ªdo Searching for the sound: my life with The Grateful Dead, libro que Phil Lesh public¨® en 2005. Se supone que Lesh, bajista, era el miembro m¨¢s educado del grupo: estudios con Luciano Berio, clases al lado de Steve Reich, pasi¨®n por Wagner. No son necesariamente medallas cuando se trata de un m¨²sico de rock, pero s¨ª sugieren una mente inquieta: quiz¨¢s Lesh posea una visi¨®n afinada de lo que fue el torbellino de The Grateful Dead. Lesh no se dedica a la desmitificaci¨®n. Pero s¨ª advierte contra algunas de las leyendas adheridas al grupo. No, no hubo un "plan maestro" capaz de explicar la supervivencia de los Dead, frente al eclipse o la ca¨ªda de tantos compa?eros del f¨¦rtil rock de San Francisco. Todo lo m¨¢s, Lesh menciona un "inconsciente de grupo" que les permiti¨® superar las tormentas.
Tal como lo cuenta, fue una carrera contra las exigencias econ¨®micas. De ellos depend¨ªa una extensa infraestructura t¨¦cnica y humana: pagaban bien a su equipo, hippies de manual que se metieron en compromisos -familias, hipotecas, seguros m¨¦dicos- que requer¨ªan que el grupo saliera regularmente a la carretera.
La serpiente que se muerde la cola: convertidos en fen¨®meno de masas, llenaban estadios y se romp¨ªan la cabeza contra el problema del sonido. Seg¨²n recuerda Lesh, la soluci¨®n para cualquier problema pasaba por invertir m¨¢s dinero. As¨ª consiguieron los equipos de amplificaci¨®n m¨¢s complejos y delicados del mundo, sin llegar nunca a sentirse plenamente satisfechos.
Al final, se convirtieron en lo que odiaban: un pu?ado de m¨²sicos aislados, atrincherados en la zona de camerinos contra el resto del grupo y las exigencias de la tribu. Para su frustraci¨®n, los deadheads terminaron cobijando una minor¨ªa levantisca, desinteresada por la m¨²sica: segu¨ªan a los Grateful Dead pero no entraban en los conciertos, simplemente alimentaban un mercadillo de materiales ilegales que, inevitablemente, generaba conflictos de orden p¨²blico.
Todav¨ªa pasma la lucidez de su cabecilla, el cantante y guitarrista Jerry Garc¨ªa. El gallego entend¨ªa perfectamente que hab¨ªan confundido un medio -la necesidad legal de funcionar como un ente corporativo- con un fin: "No debemos dejar que nos defina lo que es una ficci¨®n de conveniencia, dictada desde fuera".
Sin embargo, fueron derrotados. Aquella risue?a banda de psiconautas, siempre prestos para la expansi¨®n mental, se atasc¨® en los pozos del alcohol, la coca¨ªna, la hero¨ªna. Para cuando todo acab¨®, cuando falleci¨® Garc¨ªa, durante el verano de 1995, ya hab¨ªan muerto prematuramente tres de sus teclistas: Pigpen, Keith Godchaux, Brent Mydland. No les venci¨® el potro desbocado del negocio, sino el hedonista estilo de vida del rock. Una conclusi¨®n m¨¢s desmoralizante que moralista.
Babelia
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