Abusos, vejaciones e ilegalidades en la c¨¢rcel de Guant¨¢namo
Los documentos secretos revelan que el principal prop¨®sito de la prisi¨®n era "explotar" toda la informaci¨®n de los reclusos a pesar de la reconocida inocencia de muchos - El 60% fue conducido a la base militar sin ser una amenaza "probable"
Guant¨¢namo cre¨® un sistema policial y penal sin garant¨ªas en el que solo importaban dos cuestiones: cu¨¢nta informaci¨®n se obtendr¨ªa de los presos, aunque fueran inocentes, y si pod¨ªan ser peligrosos en el futuro. Ancianos con demencia senil, adolescentes, enfermos psiqui¨¢tricos graves y maestros de escuela o granjeros sin ning¨²n v¨ªnculo con la yihad fueron conducidos al presidio y mezclados con verdaderos terroristas como los responsables del 11-S. EL PA?S ha tenido acceso, junto con otros medios internacionales y a trav¨¦s de Wikileaks, a las fichas militares secretas de 759 de los 779 presos que han pasado por la prisi¨®n, de los cuales unos 170 siguen recluidos.
Las tripas de la c¨¢rcel quedan recogidas en 4.759 folios firmados por los m¨¢s altos mandos de la Fuerza Conjunta de la base y dirigidas al Comando Sur del Departamento de Defensa en Miami. La radiograf¨ªa de una prisi¨®n creada por George W. Bush en 2002 al margen de las leyes nacionales e internacionales llega en un mal momento para el presidente, Barack Obama. Cerrar el penal fue su primera promesa tras asumir el cargo en enero de 2009. El anuncio, hace un mes, de que reanudar¨ªa los juicios en las comisiones militares fue el reconocimiento de su fracaso.
El 20% de los internos ha sido objeto de una detenci¨®n arbitraria
143 presos han pasado m¨¢s de nueve a?os en la prisi¨®n
Subrayar un libro era motivo de sanci¨®n disciplinaria
Los expedientes no indican con qu¨¦ m¨¦todos se logran las confesiones
Un reloj Casio se consideraba prueba de tener formaci¨®n en explosivos
El cerebro del 11-S orden¨® un atentado contra el presidente de Pakist¨¢n
Los informes, fechados entre 2002 y 2009, que en la mayor¨ªa de los casos tienen como finalidad recomendar si el preso debe continuar en el penal, ser liberado o trasladado a otro pa¨ªs, documentan por primera vez c¨®mo valoraba EE UU a cada uno de los internos y lo que sab¨ªan de ellos. Revelan un sistema basado en delaciones de otros internos, sin normas claras, basado en sospechas y conjeturas, que no necesita pruebas para mantener a una persona encarcelada largo tiempo -143 personas lo han estado m¨¢s de nueve a?os- y que establece tres niveles de riesgo que se definen con apenas una frase. El m¨¢s alto solo implica que la persona "probablemente" supone "una amenaza para EE UU, sus intereses y aliados"; el medio, que "quiz¨¢" lo suponga; y el bajo, nivel en el que aparecen catalogados presos que han estado ocho y nueve a?os en la prisi¨®n, que es "improbable" que sea un riesgo para la seguridad del pa¨ªs.
Hay casos, seg¨²n revelan los informes secretos, en los que ni siquiera el Gobierno de EE UU sabe los motivos por los que alguien fue trasladado a Guant¨¢namo, y otros en los que ha concluido que el detenido no supon¨ªa peligro alguno: un anciano de 89 a?os con demencia senil y depresi¨®n que viv¨ªa en un complejo residencial en el que apareci¨® un tel¨¦fono por sat¨¦lite; un padre que iba a buscar a su hijo al frente talib¨¢n; un mercader que viajaba sin documentaci¨®n; un hombre que hac¨ªa autostop para comprar medicinas.
EE UU determin¨® que 83 presos no supon¨ªan ning¨²n riesgo para la seguridad de la naci¨®n, y de otros 77 se reconoce que es "improbable" que sean una amenaza para el pa¨ªs o sus aliados. El 20% de los presos fue conducido al penal de forma arbitraria seg¨²n las propias valoraciones de los militares estadounidenses. Si a ese dato se a?ade el de aquellos que solo "quiz¨¢ pudieran entra?ar un peligro, 274 en total, se concluye que EE UU no ha cre¨ªdo seriamente en la culpabilidad o amenaza de casi el 60% de sus prisioneros. Se encarcelaba a los presos fundamentalmente para "explotarlos", seg¨²n su propia terminolog¨ªa; por si sab¨ªan algo que pudiera ser ¨²til.
Guant¨¢namo es una c¨¢rcel, pero la prioridad no es imponer sanciones por delitos cometidos. Solo siete presos han sido juzgados y condenados hasta el momento: seis en las comisiones militares de la base y uno en un tribunal civil de Nueva York. Lo que se pretende fundamentalmente, seg¨²n muestran los informes, es obtener informaci¨®n a trav¨¦s de los interrogatorios. Uno de los dos par¨¢metros que se maneja para decidir si se puede liberar o no a un preso es precisamente su "valor de inteligencia", seg¨²n la terminolog¨ªa empleada en las fichas secretas.
La prisi¨®n funciona como una inmensa comisar¨ªa de polic¨ªa sin l¨ªmite de estancia y en la que la duraci¨®n del castigo no es proporcional al supuesto hecho cometido. Las fichas secretas muestran a unos reclusos tratados como presuntos culpables que deben demostrar no solo su inocencia sino su falta de conocimiento sobre Al Qaeda y los talibanes para obtener la libertad. El ¨²nico delito que las autoridades adjudican a algunos de ellos ha sido tener un primo, amigo o hermano relacionado con la yihad; o vivir en un pueblo en el que ha habido ataques importantes de los talibanes; o viajar por rutas usadas por los terroristas y, por lo tanto, conocerlas bien.
A pesar de su empe?o en obtener informaci¨®n en la lucha contra el terrorismo, nueve a?os y tres meses despu¨¦s de la apertura de Guant¨¢namo los informes secretos revelan que solo el 22% de los presos ha presentado un nivel de inter¨¦s alto para los servicios de inteligencia de EE UU. En el 78% restante, el valor informativo de los presos era medio o bajo, seg¨²n reconocen los propios militares.
Los detenidos vieron las caras de muchos interrogadores: militares, agentes de la CIA y polic¨ªas de sus propios pa¨ªses que desfilaron en secreto por sus celdas, entre ellos espa?oles, y les tomaron declaraci¨®n esposados y encadenados por una argolla al suelo. La actividad en los campos de entrenamiento terrorista en Afganist¨¢n, los experimentos con explosivos, la fijaci¨®n de los yihadistas por conseguir la denominada "bomba sucia", el trato y cercan¨ªa a Osama Bin Laden, Al Zahawiri o el mul¨¢ Mohamed Omar eran objetivos prioritarios. Un reloj Casio F91W en la mu?eca de un preso se consideraba prueba suficiente de que hab¨ªa recibido formaci¨®n de explosivos.
Los documentos revelan nuevos detalles sobre los 16 detenidos de alta seguridad relacionados con los atentados del 11-S. El cerebro de la masacre, Khalid Sheikh Mohammed, orden¨® en 2002 a otro preso del penal un ataque suicida contra el entonces presidente de Pakist¨¢n, Pervez Musharraf. En realidad se trataba solamente de una prueba de su disposici¨®n a "morir por la causa".
Los expedientes no especifican qu¨¦ m¨¦todos se usan para obtener la informaci¨®n en el penal. La palabra tortura apenas aparece en los casi ochocientos documentos. Sin embargo, lo que s¨ª aparece son las delaciones que la mayor¨ªa de ellos arrojan sobre sus antiguos compa?eros de lucha y que se suman por cientos. En cada expediente suele haber un apartado bajo el ep¨ªgrafe "Razones para continuar la detenci¨®n". Si el propio recluso no admite haber jurado lealtad a Bin Laden o haber luchado contra Estados Unidos en las monta?as de Tora Bora, son sus propios compa?eros quienes aparecen con nombres y apellidos delat¨¢ndole o identific¨¢ndole. La lista de delatores va desde la jerarqu¨ªa m¨¢s alta a la m¨¢s baja de los extremistas.
Pero en ning¨²n momento se informa de en qu¨¦ circunstancias los presos han admitido su supuesta culpa o incriminado a otros. A veces, un preso declara sufrir tortura, pero el propio redactor del informe se encarga de afirmar que esa declaraci¨®n no tiene ninguna credibilidad. A algunos, sin embargo, no hab¨ªa manera de arrancarles informaci¨®n. "Estoy preparado para estar en Guant¨¢namo 100 a?os si es necesario, pero no revelar¨¦ informaci¨®n", espet¨® el kuwait¨ª Khalid Abdullah Mishal al Mutairi a sus interrogadores.
Los informes son textos fr¨ªos, de prosa funcionarial. Apenas se detienen en cuestiones personales como los intentos de suicidio, el estado de salud o las huelgas de hambre y, en el caso del rosario de presos con enfermedades psiqui¨¢tricas, uno de los rostros m¨¢s retorcidos de Guant¨¢namo, se limitan a constatar si, a pesar de su trastorno (acompa?ado muchas veces de m¨²ltiples intentos de quitarse la vida), puede ser ¨²til seguir haci¨¦ndoles preguntas.
Al afgano Kudai Dat, diagnosticado de esquizofrenia, trataron infructuosamente de hacerle un interrogatorio final a pesar de que hab¨ªa sido hospitalizado con s¨ªntomas agudos de psicosis. Cuando mejor¨® lo llevaron ante el pol¨ªgrafo, provocando de nuevo alucinaciones en el enfermo, seg¨²n un informe psiqui¨¢trico de la prisi¨®n. Su pron¨®stico a largo plazo era "pobre". Pero, a pesar de la ficha m¨¦dica, la autoridad militar aseguraba que fing¨ªa los ataques de nervios y se recomend¨® mantenerlo en la base. Pas¨® cuatro a?os encerrado.
Los documentos son extremadamente protocolarios, pero por debajo del lenguaje administrativo se vislumbran informaciones que aportan un retrato de las condiciones de vida en el presidio. Cuando se habla de la conducta del detenido, por un lado se registran las infracciones disciplinarias y por otro las agresiones. Cualquier incidente se hace constar sin apenas detalles: "Inapropiado uso de los fluidos corporales, comunicaciones desautorizadas, da?o sobre las propiedades del Gobierno, incitar y participar en disturbios de masa, intento de ataques, ataques, palabras y gestos provocativos, posesi¨®n de comida y contrabando de objetos que no son armas..."
Todo se contabiliza y registra. Pero tan solo se aporta informaci¨®n concreta sobre el ¨²ltimo incidente disciplinario. Y es ah¨ª, precisamente, en ese pasaje fugaz de apenas un rengl¨®n, donde aparecen destellos de la dura vida en Guant¨¢namo: la mayor¨ªa de los presos han lanzado orina y heces a los vigilantes. Nunca se especifica cu¨¢l es el castigo que sufren por esas acciones ni en qu¨¦ contexto se perpetraron. Otros reclusos han sido expedientados por cubrir la ventilaci¨®n de su celda con papel higi¨¦nico, devolver un libro a la biblioteca subrayado o con marcas, rechazar la comida o negarse a salir de la ducha.
Las fichas ofrecen adem¨¢s una breve biograf¨ªa de casi todos los hombres que han pasado por las celdas de Guant¨¢namo. La gama de motivos que les llevaron a participar en la yihad o a tener v¨ªnculos con redes islamistas es muy variada: abarca desde el saud¨ª que se comprometi¨® con la causa tras ver un v¨ªdeo donde se mostraban las tropel¨ªas que los rusos cometieron contra los musulmanes en Chechenia pasando por el franc¨¦s que viaj¨® a Afganist¨¢n para continuar sus estudios del Islam y vivir en un Estado puramente isl¨¢mico hasta el saud¨ª que, deseoso de encontrar una esposa, entr¨® en un campo de entrenamiento con la esperanza de adelgazar. "En el verano de 2001, un hombre sugiri¨® al detenido viajar a Afganist¨¢n para cumplir con sus obligaciones religiosas durante dos meses. El r¨¦gimen de entrenamiento f¨ªsico le brindar¨ªa tambi¨¦n la oportunidad de perder peso", asegura la ficha de Abdul Rahman Mohammed Hussain Khowlan.
De la documentaci¨®n no solo se extraen conclusiones sobre la motivaci¨®n que llev¨® a tantos hombres a Kabul, Kandahar o a las monta?as de Tora Bora. Tambi¨¦n es posible dibujar un perfil con los puntos en com¨²n de la mayor¨ªa. Da igual que tuvieran nacionalidad de alg¨²n pa¨ªs europeo, argelina, yemen¨ª o filipina.
Antes de entrar en la prisi¨®n estadounidense, muchos viajaron constantemente a trav¨¦s del mundo ¨¢rabe-musulm¨¢n. Abundan los relatos de hombres que cruzan la frontera de Pakist¨¢n a Afganist¨¢n a pie o que se citan con otros activistas en una mezquita de la ciudad paquistan¨ª de Lahore. Las fichas explican tambi¨¦n c¨®mo los islamistas se apoyan entre s¨ª a trav¨¦s de una red de puntos de encuentro -seis de los siete franceses detenidos pasaron por una casa de hu¨¦spedes, a la que denominan "de los argelinos", en la ciudad afgana de Jalalabad-, del dinero que les proporcionan miembros de la red -los documentos mencionan que muchos detenidos son arrestados con 10.000 d¨®lares, la cantidad t¨ªpica que Al Qaeda entrega a sus activistas-, o de organizaciones de caridad como Al Wafa que, seg¨²n las autoridades de EE UU, contribuyen a financiar las actividades terroristas.
Pero en muchas ocasiones el hecho de viajar por la zona se convierte en una actitud sospechosa que env¨ªa sin m¨¢s al penal a decenas de personas. En una nota de apenas dos p¨¢ginas se relata el paso de Imad Achab Kanouni por Alemania, Albania, Pakist¨¢n y Afganist¨¢n. En el apartado de razones para justificar su estancia en Guant¨¢namo, se le acusa de no haber podido explicar las condiciones de su viaje a Afganist¨¢n. No hay ni una sola prueba que le incrimine. A pesar de ello, el general Geoffrey Miller -responsable tambi¨¦n de la prisi¨®n iraqu¨ª de Abu Ghraib- recomienda su permanencia en la prisi¨®n.
Los informes tambi¨¦n afectan a Espa?a; a Hamed Abderram¨¢n, el denominado talib¨¢n ceut¨ª, condenado por la Audiencia Nacional y luego absuelto por el Tribunal Supremo al inhabilitar las pruebas obtenidas sin ninguna garant¨ªa por polic¨ªas espa?oles en el penal; y a Lachen Ikasrrien, un marroqu¨ª residente en Espa?a que corri¨® la misma suerte judicial que Hamed y que se neg¨® durante cinco a?os de presidio a reconocer v¨ªnculos con Al Qaeda.
Los tres presos acogidos por Espa?a en 2010, un palestino, un yemen¨ª y un afgano, son una peque?a muestra de las patolog¨ªas del penal. Uno es un enfermo mental con problemas graves al que mantuvieron durante a?os encarcelado y sometido a interrogatorios; otro, que estuvo a las ¨®rdenes de Bin Laden en Tora Bora, se prest¨® a colaborar con EE UU; y al tercero, contra el que no lleg¨® a haber nunca pruebas fehacientes, lo califican de problem¨¢tico. Es, sin embargo, el ¨²nico que por el momento ha logrado hacer una vida relativamente normal en nuestro pa¨ªs.
EL PA?S continuar¨¢ desarrollando las cuestiones m¨¢s destacadas de los informes secretos del Departamento de Defensa sobre Guant¨¢namo.
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