Flacidez de las consignas
Un pl¨¢cido "?Indignaos!" parece ser la consigna que trata de abrirse paso entre las muchas que circulan en los medios, aunque hay que reconocer que no es tan rotunda como aquella otra de "?Organizaos!" que lanz¨® Lenin como requisito para avanzar en lo que habr¨ªa de ser la Revoluci¨®n Rusa. Se ve que, con los tiempos que corren, en Occidente no est¨¢n para muchas revoluciones, al tiempo que crece, pero no mucho, la indignaci¨®n moral. Mientras se quede ah¨ª la cosa, no pasa nada grave, como bien saben la gran banca y el empresariado de gama alta. La pregunta es c¨®mo una sociedad como la espa?ola, con cinco millones de parados (por m¨¢s que algunos quieran relativizar las cifras a cuenta del trabajo sumergido) no estalla por todas sus costuras. Y se ve tambi¨¦n que sectores muy amplios de la poblaci¨®n recurren, qu¨¦ remedio, a la hidalgu¨ªa maltrecha del "pobres, pero honrados", una hidalgu¨ªa de andar por casa (quien la conserve) de car¨¢cter m¨¢s bien consolatorio que se manifiesta a sabiendas de que los otros no pueden responder con un "millonarios, pero honrados", ni falta que les hace, porque lo contrario no les servir¨ªa de nada. ?Se imaginan ustedes a un Eduardo Zaplana proclamando que es rico pero honrado? Pues no, porque carece de necesidad consolatoria, aunque no de unos cuantos peros muy bien administrados.
Pero est¨¢bamos, me parece, en el territorio de las consignas, preferentemente pol¨ªticas y sociales, que tantas veces se identifican con meros mensajes publicitarios. Incluso las de m¨¢s solera. "Debajo del asfalto est¨¢ la playa", y viva la perpetua adolescencia, u obsolescencia de las consignas sesentayochistas, ?no nos suena hoy en d¨ªa a reclamo publicitario de una marca de coches de alta gama? O la ocurrencia, creo que debida a Guy Debord, que prohib¨ªa prohibir, ?no se cuela de rond¨®n en el territorio de una m¨¢s de las prohibiciones que todav¨ªa, por pertinentes que sean, nos abruman? Con decir que hasta Cohn Bendit ha dejado de fumar en las interminables sesiones del Parlamento Europeo, est¨¢ casi todo dicho.
Pero no todo. Una gran consigna muy manoseada es el concepto de democracia. Creo que en ning¨²n pa¨ªs europeo tiene tanto peso sem¨¢ntico el uso de una expresi¨®n tan longeva como en el nuestro. Aqu¨ª, cualquier pol¨ªtico de tres al cuarto, por no mencionar a sus jefes de filas, se harta de mencionar el t¨¦rmino tanto en el Congreso como en los Parlamentos auton¨®micos. Todos hablan en nombre de la democracia, o arguyen que en democracia se puede hacer esto o lo otro, o se lamentan de ciertas actitudes que no casar¨ªan del todo con el t¨®tem democr¨¢tico. Es una consigna perenne, a veces insinuada, en ocasiones esgrimida sin contemplaciones, y siempre como una consigna que reclama un objetivo al parecer jam¨¢s cumplido. Se ve que todav¨ªa estamos en la predemocracia. Y mira que hace m¨¢s de un cuarto de siglo que falleci¨® el Difunto.
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