Caligraf¨ªa de la 'pitopausia'

Cuando la comedia estadounidense no viv¨ªa uno de sus mejores momentos, los hermanos Farrelly se afirmaron como revulsivo con un registro que combinaba la celebraci¨®n terminal de la idiotez, la provocaci¨®n em¨¦tica como sucesi¨®n evolutiva del slapstick y el flirteo con -el matiz es importante- las texturas (solo las texturas) de lo pol¨ªticamente incorrecto. En otras palabras, lo suyo no fue exactamente una revoluci¨®n, pero, por lo menos, lo parec¨ªa. Su carrera se abri¨® en la l¨ªnea ascendente que marcaron Dos tontos muy tontos (1994), Vaya par de idiotas (1996) y Algo pasa con Mary (1998), tres t¨ªtulos de oro cuya importancia no conviene subestimar, pero cuyo valor de transgresi¨®n merece ser matizado a la vista tanto de sus precedentes como de su descendencia.

El famoso gag del tup¨¦ engominado de Cameron Diaz en Algo pasa con Mary no era, en realidad, una prolongaci¨®n del discurso que abri¨® John Waters con la ingesti¨®n escatol¨®gica del final de Pink flamingos (1972), sino el ritual que consagraba la escatolog¨ªa como bien de consumo para el gran p¨²blico. Tampoco existe una l¨ªnea de continuidad entre lo que, en su d¨ªa, se atrevieron a hacer los Farrelly y lo que, a la larga, har¨ªan Trey Parker y Matt Stone, Chris Morris, Bobcat Goldwaith y Sacha Baron Cohen. En Carta blanca, su ¨²ltimo trabajo, aparece un personaje revelador, interpretado con imp¨²dica maestr¨ªa por el gran Richard Jenkins: es el veterano amigo lig¨®n de uno de los protagonistas, una fuerza de la naturaleza, un esp¨ªritu libre situado entre lo ¨¦pico y lo grotesco. Pues bien, la mirada de los Farrelly hacia los practicantes de una comedia realmente incorrecta no est¨¢ lejos de la mirada de sus protagonistas hacia ese sujeto: la admiraci¨®n por la forma salvaje, irresponsable, transgresora de s¨ª mismos. El humor de los Farrelly es, en el fondo, el humor (a menudo irritante, a veces eficaz) del cu?ado en una boda, que se fascina ante la irrupci¨®n del pariente sin asideros afectivos, ni morales. Un cr¨ªtico americano dio en el clavo cuando, a prop¨®sito del estreno de El farsante (2006), producida por los Farrelly, afirm¨® que los hermanos ocupaban un limbo entre John Waters y Frank Capra.

As¨ª, Carta blanca no es tanto la prueba definitiva de que los Farrelly se han rendido, sino un fruto consecuente de la l¨®gica que mueve su filmograf¨ªa: una comedia descaradamente pitop¨¢usica que culmina en moralina matrimonial, pero que -y no es moco de pavo- demuestra que la pareja de cineastas ha pulido sus ritmos y ha llegado a algo parecido al clasicismo sin renunciar a puntuales reafirmaciones de sus viejas se?as de identidad. Cabe reprochar al conjunto, eso s¨ª, el sustrato mis¨®gino que obliga a castigar -con accidente de tr¨¢fico- la ¨²nica infidelidad consumada. Por lo dem¨¢s, los Farrelly proporcionan aqu¨ª una comedia de sustrato ozoriano -o bennyhilliano- con un control deslumbrante del registro.