Anestesia moral
Europa, Espa?a, no est¨¢n en "guerra contra el terror", sino en "lucha contra el terrorismo"
Da la impresi¨®n de que entre los 10 a?os, millones de d¨®lares, cientos de miles de horas y miles de personas empleadas en localizar a Bin Laden, nadie dedic¨® un minuto a pensar qu¨¦ se har¨ªa despu¨¦s de su muerte, ni con su cad¨¢ver, ni con sus fotos. Tampoco parece que se dedicara mucho tiempo a afinar la estrategia de comunicaci¨®n para que el relato de su desaparici¨®n reforzara la imagen de Estados Unidos en el mundo, y no la debilitara, como est¨¢ camino de ocurrir. Que la revista New Yorker haya rescatado la historia de la ejecuci¨®n del Che Guevara a manos de la CIA despu¨¦s de haber sido apresado vivo lo dice todo sobre c¨®mo la destrucci¨®n de un mito puede contribuir a reforzarlo. As¨ª que, la noticia de la d¨¦cada va camino de convertirse en un desastre de relaciones p¨²blicas de proporciones incalculables. Para ello, han debido aliarse la ausencia de plan previo alguno y las confusas, contradictorias y cambiantes explicaciones dadas a posteriori sobre todo lo acontecido. Conociendo Estados Unidos, y recordando lo que ocurri¨® con la ejecuci¨®n de Sadam Husein, hay que temer que acabaremos viendo las fotos borrosas de su muerte o el v¨ªdeo de mala calidad de su singular entierro marino, ceremonia isl¨¢mica incluida, obtenidas v¨ªa el tel¨¦fono m¨®vil de alg¨²n participante en la operaci¨®n.
Nada resume mejor el desastre de comunicaci¨®n de este ¨²ltimo acto del drama que comenz¨® en septiembre de 2011 con el atentado contra las Torres Gemelas que dar a Bin Laden el nombre en clave de "Ger¨®nimo", el m¨ªtico jefe apache que pas¨® a la historia americana por (l¨¦ase bien) su feroz esp¨ªritu de resistencia frente a un enemigo superior. Sus bi¨®grafos dicen que durante sus 23 a?os de confinamiento en la reserva de San Carlos fue sometido a numerosas humillaciones, entre ellas el ser exhibido como un trofeo en la ceremonia inaugural del presidente Theodore Rooselvet y, peor a¨²n, ser obligado a abrazar p¨²blicamente la fe cristiana. As¨ª que si de algo habla la biograf¨ªa de Ger¨®nimo es de c¨®mo la superioridad tecnol¨®gica de un pueblo no necesariamente implica su superioridad moral. Por tanto, ese nombre en clave deber¨ªa haber funcionado como una advertencia de que, en ocasiones, la nobleza sobre el papel de una causa pueda ser extra?amente compatible con la anestesia moral de aquellos que la tienen que defender sobre el terreno. Algunos de los escalofriantes sucesos en los que se han visto envueltas las tropas estadounidenses en Irak y Afganist¨¢n, el m¨¢s reciente un espeluznante relato de asesinatos premeditados a civiles y mutilaciones que publica esta semana la revista Rolling Stone, remiten esa hipersensibilidad con las actuaciones de Estados Unidos al hecho de que su imagen est¨¦ bastante enfangada por las torpezas y abusos cometidos desde el 11 de septiembre.
El j¨²bilo popular en Times Square y otros lugares p¨²blicos de Estados Unidos solo se puede entender si uno comprende que, psicol¨®gicamente, ese pa¨ªs sigue inmerso en una guerra. Probablemente Obama pensara en alg¨²n momento en la necesidad de desplazar esa guerra desde la CIA y el Pent¨¢gono hasta el Departamento de Estado y el FBI, pero da la impresi¨®n de que ese objetivo fue abandonado hace tiempo, como prueba el incremento de los ataques con aviones no tripulados en Pakist¨¢n bajo su mandato y la reticencia a cerrar Guant¨¢namo. El contraste entre las percepciones a ambos lados del Atl¨¢ntico es evidente: cuesta imaginar que en Espa?a se celebrara en las calles la captura de los jefes del aparato militar de ETA o de los responsables ¨²ltimos de los atentados de Atocha. Europa, Espa?a, no est¨¢n en "guerra contra el terror", sino en "lucha contra el terrorismo". No son juegos de palabras, sino diferencias que, como vemos, tienen importantes consecuencias. El desconcierto de la Casa Blanca ante las preguntas que se formulan refleja bien esa diferencia: desde la l¨®gica de la guerra, que Bin Laden muriera armado, desarmado o que se le disparara un misil mientras dorm¨ªa da absolutamente igual, pues era un objetivo leg¨ªtimo; desde la l¨®gica de la justicia, sin embargo, los detalles son importantes. Con todo, hay un abismo entre hacer preguntas inc¨®modas, pero necesarias en una democracia, y calificar la muerte de Bin Laden como un asesinato extrajudicial. El problema es que, como revela la decisi¨®n de dar a Bin Laden el nombre en clave de un apache escapado de una reserva, Obama no ha roto con el legado tejano que George W. Bush le dej¨® encima de la mesa. jitorreblanca@ecfr.eu
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