El clar¨ªn
Si las batallas de la cultura se ganan y se pierden primero en el campo de la est¨¦tica, antes que en terreno de la moral, es evidente que la fiesta nacional, compuesta por un jolgorio alrededor del sacrificio p¨²blico del toro, est¨¦ticamente ya ha perdido la batalla. Frente a la modernidad este espect¨¢culo no aporta m¨¢s que un residuo de caspa hist¨®rica, como ¨²nica baza en espadas. Todo lo que rodea a la corrida comienza a parecer grimoso, hortera y pasado de moda si se compara con la pasi¨®n que despiertan en la juventud los h¨¦roes del deporte. No obstante la lidia de reses bravas, aunque ag¨®nicamente, persiste en los cosos durante las ferias e incluso rebrota es su nivel m¨¢s cutre en las ceremonias b¨¢rbaras del toro de fuego, ensogado o alanceado en honor del santo patr¨®n en los pueblos. El argumento m¨¢s s¨®lido de la decadencia de la lidia estriba en que los toreros no anuncian ning¨²n producto. Las agencias de publicidad no los requieren para incitarle a usted a beber juntos un refresco, a comprar una marca de calzoncillos o a viajar a las Bahamas. Puede que a un diestro m¨¢s celebrado por la forma en que torea a sus novias fuera de la plaza lo vista Armani, pero a ning¨²n matador lo ha contratado el Corte Ingl¨¦s, prueba de que socialmente este oficio ya no se come una rosca. El rito de capear y acuchillar toros con cierta destreza se halla cada d¨ªa m¨¢s alejado de la mitolog¨ªa de los nuevos espa?oles. La primavera comienza con la Semana Santa. V¨ªrgenes lacrimosas con el coraz¨®n traspasado por siete espadas, Nazarenos azotados por sayones, Cristos llagados y penitentes con cadenas discurren en medio de una plantaci¨®n de capirotes cuyo espantoso alarde no deja de ser una morbosa exaltaci¨®n de la violencia, una apolog¨ªa del terror, que pasma hasta a los chinos. Esta liturgia religiosa da paso a la otra procesi¨®n de las corridas, la hecatombe infame del verano, que llena este solar de puyazos, deg¨¹ellos, v¨®mitos de sangre, moscas y descabellos. Ignoro si existen todav¨ªa taurinos con rizos lorailo- lailo en el cogote, que crean que es elegante fumarse un puro en la barrera de las Ventas en san Isidro, pero si se habla de est¨¦tica, est¨¢ claro que a ese mundo el tiempo ya lo ha derrotado.
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