El poder americano despu¨¦s de Bin Laden
Cuando un Estado es preponderante en cuanto a recursos de poder, los observadores hablan con frecuencia de que se encuentra en una situaci¨®n hegem¨®nica. En la actualidad, muchos expertos sostienen que el poder en ascenso de otros pa¨ªses y la p¨¦rdida de influencia estadounidense en un Oriente Pr¨®ximo revolucionario indican una decadencia de la "hegemon¨ªa americana", pero este t¨¦rmino es confuso. Para empezar, la posesi¨®n de recursos de poder no siempre entra?a que se consigan los resultados deseados. Ni siquiera la reciente muerte de Osama Bin Laden a manos de fuerzas especiales de Estados Unidos indica nada sobre el poder americano en un sentido o en otro.
Para entender por qu¨¦, pi¨¦nsese en la situaci¨®n posterior a la II Guerra Mundial, en la que correspond¨ªa a EE UU una tercera parte del producto mundial y este pa¨ªs ten¨ªa una preponderancia abrumadora en cuanto a armas nucleares. Muchos lo consideraban un hegem¨®n mundial. No obstante, Estados Unidos no pudo impedir la "p¨¦rdida" de China, "hacer retroceder" el comunismo en la Europa Oriental, impedir el punto muerto en la guerra de Corea, derrotar al Frente de Liberaci¨®n Nacional de Vietnam ni desalojar al r¨¦gimen de Castro de Cuba.
EE UU no est¨¢ en una decadencia absoluta. Su econom¨ªa es muy competitiva y su pol¨ªtica hace reformas
Incluso en la ¨¦poca de la supuesta hegemon¨ªa americana, los estudios muestran que solo una quinta parte de las medidas adoptadas por Estados Unidos para imponer cambios en otros pa¨ªses mediante amenazas militares dieron resultado, mientras que las sanciones econ¨®micas solo lo hicieron en la mitad de los casos. Aun as¨ª, muchos creen que la preponderancia actual de Estados Unidos en cuanto a recursos de poder es hegem¨®nica y que decaer¨¢, como ocurri¨® antes con la de Gran Breta?a. Algunos americanos tienen una reacci¨®n emocional ante esa perspectiva, pese a que ser¨ªa ahist¨®rico creer que Estados Unidos tendr¨¢ eternamente una participaci¨®n preponderante en los recursos de poder.
Pero el t¨¦rmino "decadencia" a¨²na dos dimensiones diferentes del poder: una decadencia absoluta, en el sentido de declive o p¨¦rdida de la capacidad para utilizar los recursos propios eficazmente, y una decadencia relativa, en la que los recursos de poder de otros Estados lleguen a ser mayores o a utilizarse m¨¢s eficazmente. Por ejemplo, en el siglo XVII los Pa¨ªses Bajos prosperaron internamente, pero decayeron en poder relativo, pues otros cobraron mayor fuerza. A la inversa, el Imperio Romano occidental no sucumbi¨® ante otro Estado, sino por su decadencia interna y a consecuencia de los embates de tropeles de b¨¢rbaros. Roma era una sociedad agraria con poca productividad econ¨®mica y un alto grado de luchas intestinas.
Si bien Estados Unidos tiene problemas, no encaja en la descripci¨®n de decadencia absoluta de la antigua Roma y, por popular que sea, la analog¨ªa con la decadencia brit¨¢nica es igualmente enga?osa. Gran Breta?a ten¨ªa un imperio en el que nunca se pon¨ªa el sol, gobernaba a m¨¢s de una cuarta parte de la humanidad y gozaba de la supremac¨ªa naval, pero hay diferencias muy importantes entre los recursos de poder de la Gran Breta?a imperial y los Estados Unidos contempor¨¢neos. Durante la I Guerra Mundial, Gran Breta?a ocupaba tan solo el cuarto puesto entre las grandes potencias en cuanto a personal militar, el cuarto por el PIB y el tercero en gasto militar. Los gastos de Defensa ascend¨ªan por t¨¦rmino medio a entre el 2,5% y el 3,4% del PIB y el Imperio estaba gobernado en gran parte con tropas locales.
En 1914, las exportaciones netas de capital de Gran Breta?a le brindaron un importante fondo financiero al que recurrir (aunque algunos historiadores consideran que habr¨ªa sido mejor haber invertido ese dinero en industria nacional). De los 8,6 millones de soldados brit¨¢nicos que combatieron en la I Guerra Mundial, casi una tercera parte proced¨ªan del imperio de allende los mares.
Sin embargo, con el ascenso del nacionalismo, a Londres leresult¨® cada vez m¨¢s dif¨ªcil declarar la guerra en nombre del Imperio, cuya defensa lleg¨® a ser una carga m¨¢s pesada. En cambio, Estados Unidos ha tenido una econom¨ªa continental inmune a la desintegraci¨®n nacionalista desde 1865. Pese a lo mucho que se habla a la ligera del imperio americano, Estados Unidos est¨¢ menos atado y tiene m¨¢s grados de libertad que la que disfrut¨® Gran Breta?a jam¨¢s. De hecho, la posici¨®n geopol¨ªtica de Estados Unidos difiere profundamente de la de la Gran Breta?a imperial: mientras que esta ¨²ltima hab¨ªa de afrontar a unos vecinos en ascenso en Alemania y en Rusia, Estados Unidos se beneficia de los dos oc¨¦anos y de unos vecinos m¨¢s d¨¦biles.
Pese a esas diferencias, los estadounidenses son propensos a creer c¨ªclicamente en la decadencia. Los Padres Fundadores se preocupaban por las comparaciones con la decadencia de la Rep¨²blica de Roma. Adem¨¢s, el pesimismo cultural es muy americano y se remonta a las ra¨ªces puritanas del pa¨ªs. Como observ¨® Charles Dickens hace un siglo y medio, "de creer a sus ciudadanos, como un solo hombre, est¨¢n siempre deprimidos, siempre estancados y siempre son presa de una crisis alarmante y nunca ha dejado de ser as¨ª".
M¨¢s recientemente, las encuestas de opini¨®n revelaron una creencia generalizada en la decadencia despu¨¦s de que la Uni¨®n Sovi¨¦tica lanzara el Sputnik en 1957 y otra vez durante las sacudidas econ¨®micas de la ¨¦poca de Nixon en la d¨¦cada de 1970 y despu¨¦s de los d¨¦ficits presupuestarios de Ronald Reagan en la de 1980. Al final de aquel decenio, los americanos cre¨ªan que el pa¨ªs estaba en decadencia; aun as¨ª, al cabo de una d¨¦cada cre¨ªan que Estados Unidos era la ¨²nica superpotencia. Ahora muchos han vuelto a creer en la decadencia.
Los ciclos de preocupaci¨®n por la decadencia nos revelan m¨¢s sobre la psicolog¨ªa americana que sobre los cambios subyacentes en cuanto a recursos de poder. Algunos observadores, como, por ejemplo, el historiador de Harvard Niall Ferguson, creen que "debatir sobre las fases de la decadencia puede ser una p¨¦rdida de tiempo: lo que deber¨ªa preocupar m¨¢s a las autoridades y los ciudadanos es una inesperada ca¨ªda en picado". Ferguson cree que una duplicaci¨®n de la deuda p¨²blica en el pr¨®ximo decenio no puede por s¨ª sola erosionar la fuerza de Estados Unidos, pero podr¨ªa debilitar la fe, durante mucho tiempo dada por supuesta, en la capacidad de Estados Unidos para capear cualquier crisis.
Ferguson est¨¢ en lo cierto al sostener que Estados Unidos tendr¨¢ que abordar su d¨¦ficit presupuestario para mantener la confianza internacional, pero, como muestro en mi libro El futuro del poder, lograrlo entra dentro de lo posible. Estados Unidos disfrut¨® de un super¨¢vit presupuestario hace solo una d¨¦cada, antes de que las reducciones fiscales de George W. Bush, dos guerras y la recesi¨®n crearan una inestabilidad fiscal. La econom¨ªa estadounidense sigue ocupando uno de los primeros puestos en competitividad, seg¨²n el Foro Econ¨®mico Mundial, y el sistema pol¨ªtico, a su desorganizado modo, ha empezado a lidiar con los cambios necesarios.
Algunos creen que antes de las elecciones de 2012 se podr¨ªa lograr una avenencia pol¨ªtica entre republicanos y dem¨®cratas; otros sostienen que es m¨¢s probable un acuerdo despu¨¦s de las elecciones. En cualquier caso, las declaraciones difusas sobre una decadencia de la hegemon¨ªa resultar¨ªan una vez m¨¢s enga?osas.
Joseph S. Nye Jr. es profesor en Harvard y autor de The Future of Power (El futuro del poder). Traducci¨®n de Carlos Manzano ? Project Syndicate, 2011.
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