Lorca
De s¨²bito, la realidad se rompe y deviene en un puzle. La olla expr¨¦s aparece en el pasillo; el bote de champ¨² y el tubo de la pasta de dientes, en el dormitorio; las pastillas contra la tensi¨®n alta han viajado hasta el aseo de la entrada; la foto de la boda, enmarcada en plata, asoma por debajo del sof¨¢; los libros han ca¨ªdo todos al suelo, mezcl¨¢ndose la poes¨ªa con la novela y la novela con el ensayo. Los vol¨²menes de la enciclopedia, que se encontraban en la parte m¨¢s alta de la librer¨ªa, han volado en distintas direcciones, quebrando la armon¨ªa del orden alfab¨¦tico. En el interior de los armarios empotrados, los calcetines se han mezclado con las corbatas y los calzoncillos con las camisas. Los trajes, tras desprenderse de las perchas, permanecen amontonados en un rinc¨®n, como cad¨¢veres al por mayor. Algunas l¨¢mparas aparecen medio desprendidas del techo y la nevera, que se ha desplazado hasta el tendedero con su carga de cervezas, yogures, huevos, pollo fr¨ªo y alimentos ultracongelados, comienza a liberar una mezcla inquietante de l¨ªquidos. Si te asomas a la ventana, la calle parece tambi¨¦n un tablero de ajedrez al que alguien hubiera dado una patada. Pedazos de acera en medio de la calzada y una espada?a rota junto a un autom¨®vil volcado. Bicicletas mutiladas, motos que se de-sangran por una llaga abierta en el dep¨®sito del aceite. Las personas tambi¨¦n han sido removidas de sus lugares naturales, arrancadas de sus costumbres, de sus h¨¢bitos. Son las piezas del puzle m¨¢s dif¨ªciles de resituar, las que m¨¢s duelen. El terremoto ha descolocado sus ideas, sus emociones, sus afectos, sus planes para el futuro, adem¨¢s de su memoria del pasado. Duermen donde no es, comen donde no es, deambulan por donde no es, y perciben todos y cada uno de los pensamientos que atraviesan sus mentes como una forma de metralla.
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