Bogart, ese inextinguible planeta
Sabiendo de mi amor incondicional a un actor, personaje, s¨ªmbolo, aroma, estilo o lo que fuera aquella personalidad irrepetible que respond¨ªa al nombre de Humphrey Bogart, me regalan la ¨²ltima biograf¨ªa que ha aparecido sobre ese justificado mito. La firma Stefan Kanter y la consumo de un tir¨®n entre un viaje de ida y vuelta en el tren, en ese ambiente tan ancestralmente adecuado para el placer de leer, rodeado de gente que teclea incansablemente en sus ordenadores, que al parecer compagina con desarmante naturalidad los viajes con el trabajo, sin tiempo ni ganas para algo tan superfluo como observar el paisaje o las musara?as. Pero la narrativa que utiliza Stefan Kanter no est¨¢ ni de lejos a la altura est¨¦tica del biografiado. Posee un tono tan correcto como acad¨¦mico. Tampoco desvela cosas nuevas sobre ese pr¨ªncipe del existencialismo. Describe con estilo mon¨®tono y tibio las luces y sombras de un individuo demasiado complejo. Tira de archivo, recurre a la socorrida hemeroteca al haber desaparecido casi toda la gente que trat¨® a Bogart, todo suena a ya visto, le¨ªdo y o¨ªdo para cualquier iniciado en la fascinaci¨®n hacia aquella personalidad singular, hacia un hombre que se despide de este mundo a los 57 a?os, una edad milagrosa para alguien umbilical y vocacionalmente unido desde la adolescencia a una copa en la mano y un cigarrillo en la boca. Y por supuesto, tambi¨¦n fumaba y beb¨ªa con infinita clase, haciendo un arte de gestos tan repetidos y aparentemente triviales.
Siempre existe un momento en el que este tipo te ofrece algo aut¨¦ntico
El esplendor del chulo con causa m¨¢s hipn¨®tico, duro, inquietante y conmovedor de la historia del cine (y no me olvido de los sublimes Cagney y Robinson, que a¨²n eran m¨¢s peque?itos y feos que Bogart) ocurre en la d¨¦cada de los cuarenta, pero ser¨¢ renovable en cualquier ¨¦poca, algo que jam¨¢s perder¨¢ el encanto para el paladar cin¨¦filo de generaciones que no hab¨ªan nacido cuando este hombre la palm¨®. Tuvo la fortuna de que escribieran para ¨¦l di¨¢logos prodigiosos, de que el mejor blanco y negro se enamorara perdurablemente de su machacado y expresivo rostro, de que algunos de los mejores directores que ha dado el cine le consideraran el transmisor ideal de su universo, de que los personajes m¨¢s atractivos, arrogantes, dignos, turbios, mordaces, amargos, bordes, individualistas, torturados, complejos y sombr¨ªos se sintieran felices de que Bogart se metiera en su piel y en sus emociones sin renunciar a ser ¨¦l mismo, otorg¨¢ndoles profundidad, ritmo, matices y verdad. Pero incluso cuando interpreta a caricaturas, cuando le obligan a repetir y habitar frases y lugares comunes, los guiones son t¨®picos o enf¨¢ticos, desva¨ªda la intriga y todo huele a decorado, siempre existe un momento en el que este tipo te ofrece algo aut¨¦ntico y que merece la pena. Verle y escucharle siempre justifica el precio de la entrada. Es m¨¢s que un actor, es un g¨¦nero, una forma de ser y de estar, de andar por la vida, de resistencia, de permanente mosqueo ante la autoridad.
Cuentan que en la vida real pod¨ªa ser tan querible como insoportable, que m¨¢s de una vez le partieron la cara con raz¨®n, que empez¨® tirandose el rollo contra los cazadores de brujas pero que recul¨® a toda prisa declarando que los subversivos solo hab¨ªan querido manipularle y utilizarle cuando vio las orejas del lobo, que los grandes estudios pod¨ªan enviarle al destierro. Cuentan que era muy l¨²cida la parad¨®jica descripci¨®n que hizo de su reverso tenebroso y de su alcoholismo el hostelero Dave Chasen: "Bogie es un tipo encantador hasta las once y media de la noche. A partir de ah¨ª no le aguanta ni Dios. Se cree que es Humphrey Bogart". Cuentan que Billy Wilder le espet¨® durante el problem¨¢tico rodaje de Sabrina: "Examino tu fea cara, Bogie. Miro los valles, las grietas y los hoyos de tu fea cara, y s¨¦ que en alguna parte bajo esa asquerosa cara de mierda... Hay mierda". Cuentan que divid¨ªa al g¨¦nero humano entre "profesionales" y "vagos", y que respetaba tanto a los primeros como despreciaba a los segundos. Cuentan que despertaba tantos amores como odios. Cuentan que despu¨¦s de una existencia abrupta, de una relaci¨®n complicada con la vida, fue razonablemente feliz con Lauren Bacall, sus amigos y su barco.
A m¨ª, Bogart me parece una de las cosas m¨¢s hermosas que le han ocurrido al cine. Mi ya difunto amigo Manolo Marinero escribi¨® un penetrante, l¨ªrico, maravilloso libro sobre Bogart. Tambi¨¦n hablaba con lenguaje y sentimiento imperecederos de las personas y las cosas, la esencia del cine, la gente fronteriza, aquellos cuyo camino jam¨¢s fue protegido por una estrella, de s¨ª mismo. Me urge releerlo. Y vover a ver en programa doble Casablanca y En un lugar solitario.
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