Souto de Moura, t¨¦cnica y poes¨ªa
"Una inconfundible inteligencia ir¨®nica fue la que llev¨® a Eduardo Souto de Moura -que ayer recibi¨® en Washington el Premio Pritzker de Arquitectura- a afirmar que 'la ruina deja de ser arquitectura y pasa a ser naturaleza..."
Una inconfundible inteligencia ir¨®nica fue la que llev¨® a Eduardo Souto de Moura -que ayer recibi¨® en Washington el Premio Pritzker de Arquitectura- a afirmar que "la ruina deja de ser arquitectura y pasa a ser naturaleza". Era su justificaci¨®n de la transformaci¨®n del Convento de Santa Maria de Bouro en una sofisticada y lujosa pousada, con el consiguiente esc¨¢ndalo por parte de algunos ortodoxos de la restauraci¨®n. Los que nunca comprendieron la sutileza de un argumento que conduc¨ªa a aclarar la utilizaci¨®n de los fragmentos existentes del antiguo monumento, en una operaci¨®n combinatoria resultante de la relaci¨®n intuida entre ruina y paisaje.
Siempre se ha relacionado la obra arquitect¨®nica de Souto de Moura con la t¨¦cnica. Una verdad a medias, a la que no es ajena su inicial, y expl¨ªcita, inspiraci¨®n en la obra de Mies van der Rohe. Pero que hay que complementar con su otra definici¨®n de la arquitectura como "un acto mental", una operaci¨®n que reivindica el pensamiento, y por tanto una cierta forma de "escritura", para el proyecto arquitect¨®nico.
La arquitectura es, para ¨¦l, "un acto que reivindica el pensamiento"
Porque la precisi¨®n en el detalle constructivo, del que la obra de Souto hace gala, no se agota en la voluntad de eficiencia, sino que trasciende en clave po¨¦tica la dimensi¨®n apagada de lo funcional.
El lugar es un instrumento, una herramienta, nos dice Souto de Moura, un pre-texto, a?adir¨ªa por mi cuenta, que permite un despliegue de interpretaciones bajo la atenta mirada del arquitecto. Como demuestra con la integraci¨®n paisaj¨ªstica del Estadio de Braga, adosado a una ladera rocosa, que previamente hab¨ªa sido modificada en su perfil mediante la construcci¨®n de una serie de terrazas excavadas en la piedra, en un gesto de que incorpora el perfil poniente a la arquitectura, al mismo tiempo que la abre al ¨¢mbito urbano. En un ¨²ltimo gui?o surrealista, toda la sugesti¨®n constructiva que el estadio expresa en la exhibici¨®n de los p¨®rticos de hormig¨®n, es puesta en cuesti¨®n por la gigantesca g¨¢rgola dise?ada para evacuar el agua de lluvia.
Souto de Moura, que inici¨® su trabajo creativo con proyectos de viviendas unifamiliares como norma general, parece considerar que la escala, el tama?o relativo del objeto, es indiferente a su cualidad. Como si las relaciones m¨¦tricas dependieran s¨®lo de la naturaleza interna de aqu¨¦l y de la tensi¨®n ejercida por el contexto donde se ubica.
Siempre en deuda con aquel principio de la construcci¨®n que caracteriz¨® a las vanguardias del arte objetivo, y que exig¨ªa aquella disoluci¨®n de lo subjetivo en la l¨®gica formal del objeto, nunca renunci¨® a subvertir la supuesta indiferencia tecnol¨®gica mediante el extra?amiento de su gram¨¢tica. Si, para Souto de Moura, dise?ar una mesa es como dise?ar una casa, tambi¨¦n es consciente de que cada cosa contiene un imaginario que reclama salir a su exterior. Como aquella mampara de cristal en el Museo Nacional del Transporte de Oporto, que se desliza sobre una rueda de bicicleta, de manera tan sorprendente como una pieza de Duchamp. Una decisi¨®n an¨¢loga a la que tom¨® sobre la gigantesca maqueta del proyecto para la Torre Burgo, un edificio de oficinas en la avenida de Boavista-Burgo que qued¨® paralizado en la crisis de los noventa y no lleg¨® a construirse hasta el a?o 2007. De la imagen inicial tomada de un apilamiento de materiales habituales en la construcci¨®n, pas¨® a ser un mueble-bar dom¨¦stico.
Cuando la pintora Paula Rego le conf¨ªa el proyecto de la Casa das Historias en Cascais, Souto de Moura, que puede elegir por una vez el sitio donde ubicar su edificio, ya no solo va a jugar al contraste entre artificio y naturaleza (ese impactante color del hormig¨®n rojo enmarcado por el verde del arbolado), sino que los vol¨²menes de los lucernarios-chimeneas despiertan el arquetipo arcaico como deseo oculto de la edificaci¨®n. La insistencia en una ficci¨®n de naturalidad no depende ya exclusivamente de la sintaxis constructiva, puesto que en esta indudable evoluci¨®n del lenguaje de Eduardo Souto de Moura lo t¨¦cnico tiene una recepci¨®n ambigua, pero siempre cercana a su sentido originario, tan cercano a la aut¨¦ntica sustancia del proceder art¨ªstico: la intuici¨®n po¨¦tica, esa posibilidad de presionar la aparici¨®n de los significados m¨¢s ocultos, aquella que permite trascender la apariencia de lo real.
Los premios Pritzker de Arquitectura, que llevan el nombre de la familia que cre¨® la cadena internacional de los hoteles Hyatt, han tenido una trayectoria desigual desde aquel primer galard¨®n otorgado a la influyente personalidad de Philip Johnson. Pero tambi¨¦n supo rescatar para la historia arquitecturas tan sensibles como las del mejicano Luis Barrag¨¢n, en una conducta oscilante entre el reconocimiento de lo obvio, de aquellas figuras ya con excesiva presencia, para sus m¨¦ritos reales, en los medios de comunicaci¨®n, al de la recuperaci¨®n de algunas figuras ajenas a los circuitos publicitarios. Este a?o acierta, en mi opini¨®n, de manera plena, otorgando otro premio a un arquitecto portugu¨¦s, que como el anterior a Alvaro Siza, en cuyo despacho colabor¨® Eduardo Souto de Moura en sus a?os de estudiante, reconocen la vitalidad cultural de un pa¨ªs que, crisis financieras aparte, nos resulta, o nos deber¨ªa resultar, tan cercano.
Juan Miguel Hern¨¢ndez Le¨®n es arquitecto y presidente del C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid.
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