El puente de los Frailes Negros
"Siempre nos quedar¨¢ Par¨ªs", susurr¨® el Diablo a Doris antes de dejar la taberna y ella sinti¨® un cosquilleo medular que le sub¨ªa y bajaba por la espina dorsal al tiempo que al capit¨¢n Grason le brotaban en la frente dos flamantes cuernos. Al caer el cierre met¨¢lico, los personajes se dispersaron. Juanita la Muerte, guada?a al hombro, y la Mujer Invisible, mi dulce Amanda, seguida por su hijo ultrasur, tomaron diferentes derroteros. Rezagada, la Caperucita Roja, que llevaba la Lata parlante de Lotina a modo de GPS, esquiv¨® los lobos de Piccadilly Circus y emprendi¨® el regreso a la Puerta del Sol, cuya acampada hab¨ªa cobrado inquietantes sesgos de junta de vecinos.
Las sombras se extinguieron en la noche londinense, m¨¢s all¨¢ de la luz de los faroles que no tardar¨ªan en apagarse con la llegada de un perezoso amanecer. La calle vac¨ªa adquiri¨® entonces l¨ªvidas tonalidades y los pasos del primer transe¨²nte resonaron sobre el empedrado. Era Guardiola, que, solitario y meditabundo, fue a sentarse precisamente en el pretil del puente de los Frailes Negros, donde, otro mes de junio, all¨¢ por el a?o 1982, un banquero hab¨ªa aparecido colgado por el gaznate con dos ladrillos en los bolsillos. Los ladrillos y el banquero constitu¨ªan, con car¨¢cter retrospectivo, una amenaza y una advertencia desatendidas en su d¨ªa y cumplidas en la actualidad. Pero el joven entrenador, todav¨ªa obnubilado tras el triunfo obtenido, no estaba en disposici¨®n de contemplar el panorama desde el puente.
?Es aconsejable para Pep arrostrar otro a?o en el Bar?a o ser¨ªa m¨¢s prudente abandonar el equipo en pleno ¨¦xito?
Con el T¨¢mesis a sus pies y neblinosa la mirada, musitaba una hamletiana duda: "Seguir o no seguir, esa es la cuesti¨®n. ?Es aconsejable arrostrar otro a?o en el Bar?a o resultar¨ªa m¨¢s prudente abandonar el equipo en pleno ¨¦xito, como hizo Mourinho con el Inter, y evitar la tensi¨®n de otra temporada aderezada por la contaminante paranoia de un rival incapaz de asumir deportivamente la derrota con un bal¨®n en juego?". Casualmente, el rival en cuesti¨®n pasaba en aquel instante por el otro lado del puente de los Frailes Negros. Emulando al Segismundo de La vida es sue?o, clamaba al cielo: "?Ay misero de m¨ª!, ?qu¨¦ delito comet¨ª ante vosotros diciendo que el f¨²tbol y la Liga de Campeones est¨¢n corrompidos?". A lo que el rumor del r¨ªo le replic¨®: "?Tambi¨¦n estaban corrompidos cuando ganabas t¨²?". Ofendido, se detuvo en seco.
No pod¨ªa permitir que un r¨ªo ingl¨¦s le hablara de forma tan impertinente. "Te recuerdo", le dijo al r¨ªo, "que soy bicampe¨®n de Europa y el primero en ganar un premio de la FIFA, por delante de los dem¨¢s entrenadores". Tras una pausa que el rumor del r¨ªo se tom¨® para informarse en Internet, las aguas respondieron: "No eres el ¨²nico entrenador bicampe¨®n de Europa. Hay 14 m¨¢s y seis de ellos, entre los que se cuenta un tal Pep, tambi¨¦n han conseguido la Champions como jugadores, cosa que en tu caso ser¨¢ imposible. Incluso hay quien ha ganado adem¨¢s un Mundial. Se llama Vicente del Bosque y tampoco igualar¨¢s sus ¨¦xitos en tu Real Madrid. Por cierto, ¨¦l jam¨¢s se jactar¨ªa de ser el primero en ganar ese premio de la nada impoluta FIFA "por delante de los dem¨¢s entrenadores", seg¨²n recalcas con tu proverbial elegancia. Si has sido el primero, es porque es la primera vez que lo dan y, cuando se lo den al pr¨®ximo, pasar¨¢s a estar detr¨¢s".
Eran aguas miserables, dif¨ªcilmente superables en mezquindad, que reflejaban mordaces los m¨¢s ¨ªntimos recovecos de la conciencia. "?Soy como soy!", clam¨® Mourinho, "y me dedico en alma y coraz¨®n a la instituci¨®n que me paga...". Al o¨ªrlo, la brisa rasante que transportaba r¨ªo arriba las miasmas del T¨¢mesis llev¨® la confesi¨®n a orejas del Diablo, siempre interesado en saber a cuanto estaba el alma en la lonja del pescado o el coraz¨®n en el mercado de trasplantes. El pobre Diablo qued¨® acongojado. Nunca podr¨ªa competir con Florentino.
En tiempos de crisis, el alma y el coraz¨®n de Mourinho le costaban al Real Madrid 13,5 millones de euros anuales. Ello no era ¨®bice para que el inefable entrenador reclamara una pureza en el deporte de la que ¨¦l se erig¨ªa en ejemplo. "?C¨®mo explicas a los ni?os que las cosas no son puras?", se preguntaba con enternecedora desfachatez. Bajo el puente de los Frailes Negros, las turbulentas aguas prefirieron guardar silencio. "Siempre nos quedar¨¢ Par¨ªs", nos consol¨® Nadal, que pasaba por all¨ª. Y a nosotros siempre nos quedar¨¢ Nadal.
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