Genial, pero mal bicho
Bajo el t¨ªtulo Mal bicho, pero genial (12 de abril) publicaba Juan Goytisolo un art¨ªculo en el que lamenta, como antes Vargas Llosa, la decisi¨®n del Gobierno franc¨¦s de suspender su previsto homenaje al escritor Celine. A su parecer, el "odioso antisemitismo" de este escritor y "su abierta colaboraci¨®n con los nazis" no restan ni un ¨¢pice de su maestr¨ªa literaria. Era un mal bicho, conviene, pero sin duda genial. Claro que, al venir en ¨²ltimo lugar y tras una conjunci¨®n adversativa, el calificativo est¨¦tico tiende a prevalecer sobre el moral. Probemos sin embargo a decir al rev¨¦s que Celine sin duda fue un genio, pero un mal bicho, y el lector entender¨¢ entonces que debe contar m¨¢s su deficiencia moral que su excelencia art¨ªstica. E incluso que esta decae en alguien que lleva "una conducta ignominiosamente vil y rastrera".
La bajeza moral es, en todos los casos, incompatible con la excelencia art¨ªstica
Es lo que yo defend¨ªa en otro art¨ªculo anterior, La lecci¨®n del 'caso Celine' (19 de marzo), al que -seguramente sin advertirlo- Goytisolo estaba replicando. All¨ª suger¨ª algunas tesis a sabiendas de que iban a sonar de modo harto chocante al o¨ªdo contempor¨¢neo. Creo que en la escala de valores el moral ocupa la cumbre y que su ausencia notoria en una persona rebaja la altura de otros valores que pueda albergar. Que as¨ª ocurre lo revela nuestro irrefrenable esc¨¢ndalo ante la coincidencia en el mismo individuo de una enorme altura literaria o art¨ªstica y de deplorable bajeza moral. ?O alguien negar¨¢ la incomodidad y paradoja que ello le suscita?
Y es que, frente a los dem¨¢s valores, lo peculiar del moral estriba en ser universalmente exigible si queremos vivir una vida propiamente humana. Lo recordaba yo en mi art¨ªculo y lo repite Goytisolo en el suyo cuando reitera el desprecio que merece Quevedo "desde el punto de vista... de la honradez exigible a una persona". Que la honradez sea una demanda universal no significa que haya de ser el criterio preeminente para evaluar al artista o al cient¨ªfico como tales. Es un requisito, eso s¨ª, para emitir un juicio m¨¢s completo sobre su persona. Por eso admiramos el genio po¨¦tico de un Quevedo, aunque le prestar¨ªamos mayor devoci¨®n todav¨ªa si tan inmenso poeta no hubiera estado aquejado de "racismo, antisemitismo, misoginia y homofobia". Puede ser enga?oso limitarse a decir que un gran hombre tiene luces y sombras, o que tiene sombras pero tambi¨¦n luces. Cuando esas sombras son nubarrones de indecencia, las luces del gran hombre brillan algo m¨¢s apagadas...
El gran escritor espa?ol asevera que en Celine conviv¨ªan la m¨¢s excelsa empresa creativa y la peor labor panfletaria, "pero importa deslindar una de otra". Me parece que importa m¨¢s bien lo contrario. Una cosa es que sean deslindables mediante un ejercicio l¨®gico de abstracci¨®n y otra que deban serlo en la vida real y en el juicio pr¨¢ctico que esta nos merezca. Precisamente por no ser obligatorios los dem¨¢s valores son separables unos de otros..., pero no el moral, que siempre habr¨¢ que rastrear all¨ª donde comparezca el hombre. Si separamos en un ser humano lo excelente de lo indecente, nos quedar¨¢ tan solo una excelencia abstracta.
De suerte que, al delimitarlos, nos ahorramos el escabroso problema que suscita la coexistencia en alguien o en su obra de valores tan enfrentados. Se sobreentiende entonces que lo admirable y lo aborrecible resultan incomparables por ser nada m¨¢s que diferentes. O sea, como dir¨ªa hoy el sobado t¨®pico, que "no son ni mejor ni peor, sino simplemente distintos". Pero el caso es que, aun cuando a menudo sus portadores huyamos de la comparaci¨®n, los valores quieren ser comparados...
Tal vez se vea m¨¢s claro mirando hacia otro ¨¢ngulo de la cuesti¨®n. Una vez desprendidos de su brutal cometido de acabar con la vida de un hombre, ciertos asesinatos podr¨ªan contemplarse como obras de arte y el asesino como un artista. ?Diremos entonces que conviene discernir un aspecto del otro y juzgar cada uno por separado, como si el aspecto criminal no rozara ni empa?ara su aspecto est¨¦tico? El genocidio jud¨ªo en los campos de exterminio ha sido calificado tambi¨¦n de una sumamente ingeniosa obra de ingenier¨ªa. ?Nos atrever¨ªamos a valorar esa ingenier¨ªa al margen de la doctrina que la justific¨® y de la matanza que produjo?
Suena, pues, a escapatoria concluir que una obra maestra "no se sujeta a correcci¨®n alguna". Si le quitamos a esa correcci¨®n su peyorativa carga sem¨¢ntica del presente, ?habr¨¢ que disculpar a un gran artista de no atenerse a exigencias ¨¦ticas, si para ¨¦l los valores est¨¦ticos est¨¢n por encima de cualesquiera otros? ?Acaso tal rebeld¨ªa creativa carecer¨¢ de esos l¨ªmites que no cabe rebasar sin que lo atractivo amenace convertirse en repugnante?
Al artista no se le pide nada que no debamos pedir a todo ser humano: que sea fiel a su humanidad. Porque la Humanidad no requiere tanto genios como hombres buenos. Se enriquece sin duda con los grandes creadores, pero m¨¢s a¨²n con los hombres dispuestos a llevar una vida justa.
Aurelio Arteta es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Moral y Pol¨ªtica de la UPV. Autor de La virtud en la mirada. Ensayo sobre la admiraci¨®n moral (Pre-textos).
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