Arte
Haciendo recordatorio sobre las cosas m¨¢s placenteramente imborrables que puede ofrecer la vida, mucha gente coloca el sexo (si, adem¨¢s, es sexo enamorado, ya es la hostia), el nacimiento de los hijos, la realizaci¨®n de un sue?o que parec¨ªa imposible, la sensaci¨®n inici¨¢tica ante algunas drogas, la impresi¨®n dif¨ªcilmente explicable ante paisajes cegadores, las risas compartidas, la sensaci¨®n que provoca el primer encuentro con determinadas obras de arte, la plenitud amorosa que no puede ni quiere imaginar la futura aparici¨®n de nubes, momentos que sabes irrepetibles. Supongo que existe gente que cifrar¨¢ el momento m¨¢s gozoso de su existencia en los primeros 20 millones que ganaron haciendo un negocio o la batalla poblada por infinitos cad¨¢veres que decidi¨® una guerra, pero no lo puedo constatar debido a mi nulo conocimiento de banqueros, pol¨ªticos y generales.
Pero es raro que alguien destaque como memorable felicidad una comida, el paladeo de sabores, olores y texturas ante el que solo puedes cerrar los ojos y dar emocionadas gracias. Hablar del fest¨ªn de esos sentidos puede parecer esnob a los incorregibles fariseos, o ser considerado como una frivolidad en un mundo donde existe el hambre en proporciones intolerables.
Excepto los anormales, todo cristo deber¨ªa tener la oportunidad de visitar alguna vez El Bulli, de maravillarse ante esa experiencia dionisiaca. Por muchos documentales, reportajes, libros que intenten plasmar el para¨ªso gustativo que se ha inventado alguien genial llamado Ferran Adri¨¤ (lo que crea es algo distinto y excepcional, carne de imitaci¨®n, de impostura, de miserable vilipendio) solo puedes experimentarlo vivi¨¦ndolo en directo. Hay magia en lo que comes con los dedos, lo que chupas, lo que bebes. Hay arte del grande utilizando la qu¨ªmica, la experimentaci¨®n, el hallazgo de lo que no se le hab¨ªa ocurrido a nadie. Las cinco o seis horas que pasas all¨ª son m¨¢s que un banquete. Es una pel¨ªcula imprevisible, llena de ritmo, sentimiento y armon¨ªa, es un circo empe?ado con ¨¦xito en el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa; es una coreograf¨ªa rebosante de plasticidad, elegancia y eficiencia en la que 80 personas hacen admirablemente lo que tienen que hacer. Si uno imagina la forma m¨¢s grata de largarse al otro barrio piensas en el orgasmo. O al terminar de cenar en El Bulli.
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