Por qu¨¦ fascinan las vidas de los canallas
Las editoriales dan con un fil¨®n en las autobiograf¨ªas de rockeros, que atraen a un p¨²blico multigeneracional y causan revuelo medi¨¢tico - El lector quiere gestas de degradaci¨®n y salvaci¨®n
La industria editorial ha descubierto un nuevo fil¨®n: las autobiograf¨ªas de las estrellas de rock. Atraen a un p¨²blico multigeneracional -desde veteranos aficionados a j¨®venes curiosos- y causan revuelo medi¨¢tico. Atenci¨®n: se busca lo contrario de las hagiograf¨ªas, las vidas de los santos. Son libros a calz¨®n quitado, con grandes cantidades de sexo, drogas y lo que se llama coloquialmente rock and roll (es decir, actos fuera de las normas). Su arco narrativo suele desembocar en una moraleja, una lecci¨®n para los tiempos presentes. Da lo mismo que sean obra de ghostwriters (es decir, negros), escritores cuyo nombre se evita o aparece en un cuerpo peque?o: se venden con el imprim¨¢tur de la estrella y queremos creer que ofrecen la verdad.
Son libros con grandes dosis de sexo, drogas y rock and roll
Keith Richards recibi¨® 3,8 millones de euros por su 'Vida'
Hablamos de productos para un mercado masivo e internacional. Keith Richards recibi¨® siete millones de d¨®lares (3,88 millones de euros) por su Vida (Global Rhythm), cantidad suficiente para pagar a un sufrido escriba, James Fox, que grab¨® sus parlamentos y luego fue rellenando los huecos. Pero luminarias menores pueden aspirar a embolsarse 1,66 millones de euros. Eso cobr¨® Sammy Hagar por Red: my uncensored life in rock por revelar intimidades de su paso por el grupo Van Halen (y sus experiencias con alien¨ªgenas). Id¨¦ntica cantidad recibi¨® Billy Joel por unas memorias que al final cancel¨®.
No importa: casi cada semana se anuncia un nuevo proyecto. Pete Townshend, cabecilla de The Who, trabaj¨® durante varios a?os en una editorial de primera divisi¨®n, Faber and Faber. Sin embargo, ahora necesita explicarse: en 2003, fue detenido por consumir pornograf¨ªa infantil v¨ªa Internet; su excusa fue que investigaba la zona oscura de la Red. Yoko Ono se ha comprometido a entregar su autobiograf¨ªa en 2015. Aunque su imagen ha mejorado en las ¨²ltimas d¨¦cadas, a¨²n hay demasiada gente que la acusa de ser la cu?a que rompi¨® a los Beatles e incluso la responsabilizan del silencio creativo de John Lennon durante la segunda mitad de los sesenta.
Un caso especial es el del casi octogenario Jerry Lee Lewis. El pionero del rock and roll y estrella del country promete contarlo todo el pr¨®ximo a?o. Es la ¨²ltima oportunidad para justificar una vida tan salvaje que supera la imaginaci¨®n de los novelistas especializados en lo que se llama "g¨®tico sure?o". M¨¢s complicado ser¨¢ sacar oro de las andanzas de Gregg Allman: para el gran p¨²blico, el cantante de los Allman Brothers es simplemente "el rockero que estuvo casado con Cher". Pero tiene mucho de vida ejemplar: tras d¨¦cadas de excesos, Gregg se salv¨® por los pelos tras un trasplante de h¨ªgado. Eso funciona muy bien en los talk shows televisivos: el canalla que se arrepiente.
Juli¨¢n Vi?uales habla de "pornograf¨ªa confesional" y no cree que sea un manjar exclusivo para el lector estadounidense. El responsable de la barcelonesa Global Rhythm Press, que publica referencias de jazz y rock, reconoce "una suerte de voyeurismo, un irreprimible deseo de hurgar en las andanzas de nuestros ¨ªdolos; quiz¨¢s con la inconfesable esperanza de tropezar con un atisbo de iluminaci¨®n en el empe?o".
Eso requiere franqueza y no todos los protagonistas est¨¢n dispuestos al striptease. Las memorias de Billy Joel estaban en producci¨®n cuando el autor de Piano man decidi¨® que no le apetec¨ªa compartir sus intimidades. Son cuestiones delicadas: Robbie Robertson, el hombre de The Band, ya ha despedido a dos de los negros que le propuso su editorial: insist¨ªan en m¨¢s carnaza sobre sus relaciones profesionales con Bob Dylan o Martin Scorsese; ahora, Robertson escribe en solitario.
Ocurre adem¨¢s que Dylan puso alto el list¨®n con el primer volumen de Cr¨®nicas. Feroz defensor de su privacidad, Dylan se content¨® con narrar cuatro momentos de su vida, desde su llegada a Nueva York en 1961 a la estancia en Nueva Orleans, durante la grabaci¨®n de Oh mercy (1989). Rico en ambientaci¨®n y sazonado con reflexiones personales, hay apetito por las siguientes entregas (iba a ser una trilog¨ªa) de Cr¨®nicas, de momento atascadas por la intervenci¨®n del m¨¢s temido agente literario, Andrew Wylie. Conocido como El Chacal, Wylie piensa que Dylan se vendi¨® muy barato. Con el boom de las autobiograf¨ªas, pretende subastar unas diferentes memorias de Bob; seg¨²n ¨¦l, Cr¨®nicas fue meramente una colecci¨®n de "relatos de no ficci¨®n".
En realidad, los textos rebuscadamente literarios de Dylan -hay frases robadas de Marcel Proust y otros- esconden m¨¢s de lo que cuentan. Lo mismo ocurre con ?ramos unos ni?os (Lumen), cr¨®nica falsamente na¨ªf de las vivencias de Patti Smith con el fot¨®grafo Robert Mapplethorpe. Esos libros se escapan del modelo triunfal de autobiograf¨ªa del rock que rebosa excesos, calamidades y no-me-lo-puedo-creer.
El Frederick Forsyth del g¨¦nero es Neil Strauss, que dio forma a las andanzas de Marilyn Manson, M?tley Cr¨¹e, Dave Navarro y -se mueve por similares ambientes- la estrella del porno Jenna Jameson. El Hollywood Babilonia de M?tley Cr¨¹e sali¨® en Espa?a como Los trapos sucios (Es Pop Ediciones). Seg¨²n ?scar Palmer, que lo tradujo, "lo m¨¢s fatigoso de editar libros es tener que leer manuscritos cl¨®nicos, realizados con un m¨ªnimo de profesionalidad, pero de escaso inter¨¦s literario. Strauss combina la biograf¨ªa tradicional con la historia oral, lo cual aporta al libro un empuje y una t¨¦cnica literaria de las que carecen la gran mayor¨ªa de biograf¨ªas".
Para Palmer, est¨¢ claro el gancho de t¨ªtulos como Los trapos sucios o la autobiograf¨ªa de Slash, guitarrista de Guns N' Roses. "Es la atracci¨®n eterna por la figura del forajido, pero adaptada a la cultura del gran espect¨¢culo. Te permite vivir vicariamente una existencia desmadrada, al margen de horarios laborales, novias formales y vagones de metro atiborrados. Puro escapismo pero tiene tambi¨¦n cierto valor reconfortante: sabemos que nunca vamos a acceder a ese mundo y envidiamos a quien lo logra, pero oye, si resulta que el precio a pagar son adicciones, muertes, pu?aladas traperas, ataques de locura y escarnio universal... a lo mejor con verlo de lejos ya nos basta".
Otro asunto es la fiabilidad del relato. Leer Vida supone entrar en un bucle: Keith Richards ha relatado lo mismo en docenas de entrevistas y tenemos la sensaci¨®n de contemplar la engrasada actuaci¨®n de un c¨®mico profesional. En el caso de Ozzy Osbourne y su Confieso que he bebido (Global Rhythm), parece evidente que el negro ha construido su relato a capricho, buscando el impacto: sabemos que las deterioradas neuronas del excantante de Black Sabbath no dan para mucho.
Pero siempre es mejor tener un c¨®mplice que un enemigo. El desaparecido Albert Goldman alcanz¨® una temible reputaci¨®n al publicar biograf¨ªas demoledoras de Elvis Presley y John Lennon, basadas en el rastrillado de basura y en dar la vuelta a la m¨¢xima de in dubio, pro reo. Aunque puede ocurrir que el enemigo est¨¦ dentro: los tres miembros de The Police han escrito sus biograf¨ªas (Global Rhythm sac¨® la del guitarrista, Andy Summers, y tambi¨¦n traducir¨¢ la del baterista, Stewart Copeland). A¨²n duele el ego¨ªsmo de Sting, al romper el grupo para volar en solitario.
Los integrantes de The Police han espaciado sus tomos. Y moderan sus ataques: no se sabe cu¨¢ndo tendr¨¢n que hacer las paces y reunirse de nuevo para una rentable gira nost¨¢lgica. Aparte, el mercado puede saturarse f¨¢cilmente. Tras el bombazo de Los trapos sucios, dos de sus protagonistas, Tommy Lee y Nikki Sixx, han sacado vol¨²menes que -inevitablemente- pasaron inadvertidos.
?Puede una superestrella resistirse a enmendar la plana, echar lastre y salir guapo? Mick Jagger resulta damnificado en el libro de Richards pero est¨¢ habituado. V¨ªctima de abundantes biograf¨ªas m¨¢s o menos mal¨¦volas, firm¨® un contrato para dar su versi¨®n. "Me pusieron una cantidad incre¨ªble encima de la mesa". A?os despu¨¦s, devolvi¨® el adelanto, alegando que era una tarea "muy aburrida". Como dec¨ªa la pel¨ªcula: entre la verdad y la leyenda, mejor que publiquen la leyenda.
En Espa?a, punto en boca
Jes¨²s Gil, de la librer¨ªa especializada madrile?a El Argonauta, calcula que en Espa?a hay 10 editoriales que sacan libros de m¨²sica regularmente y otras 200 que lo hacen ocasionalmente. Sin embargo, escasean las autobiograf¨ªas de artistas espa?oles. ?scar Palmer, de Es Pop Ediciones, menciona algunos trabajos valiosos. "Est¨¢ Corre, rocker (Anagrama), de Sabino M¨¦ndez. El libro de Loquillo, su compa?ero de aventuras, Barcelona ciudad (Ediciones B) no tiene esa altura. Destacar¨ªa Escupidos de la boca de dios (Munster), el libro de Jaime Gonzalo sobre La Banda Trapera del R¨ªo, un retrato coral, hecho sin complacencia".
Palmer no cree que el principal obst¨¢culo sea el pudor de los artistas. "Nos movemos en una industria tan peque?a que, por no ofender a individuos con los que vas a tener que v¨¦rtelas antes o despu¨¦s, uno acaba mordi¨¦ndose la lengua. A no ser que hayas salido ya del mundillo, como ocurr¨ªa con Sabino. Tambi¨¦n puede ser que, debido a la educaci¨®n cat¨®lica, todav¨ªa tengamos la idea de que la confesi¨®n ha de ser privada. Todo esto de los testimonios p¨²blicos surge de una tradici¨®n protestante y anglosajona: los grupos de ayuda, los arrepentimientos televisados de pol¨ªticos y actores, las autobiograf¨ªas exhibicionistas... todo viene de Estados Unidos, ?no?"
Existe otro obst¨¢culo, que recuerda Javier de Castro, de Editorial Milenio: "No quiero terminar ante un juez por algo que salga en un libro que yo he contratado". Los familiares de artistas difuntos, por ejemplo, prefieren los eufemismos en vez de reconocer una muerte por sobredosis. De Castro tambi¨¦n menciona que hay seguidores id¨®latras, que no aceptan ninguna nota negativa.
Juli¨¢n Vi?uales asegura que "dar¨ªa lo que fuera por un libro sincero de Paco de Luc¨ªa". Un problema a?adido es que, dados los bajos ¨ªndices de lectura en Espa?a, no compensa tanto esfuerzo. "Para Global Rhythm, vender 10.000 ejemplares es todo un acontecimiento. Nos quedamos en cifras tan modestas que ser¨ªan objeto de desprecio por cualquiera de las grandes corporaciones del gremio, e incluso por editoriales de tama?o medio". Hay excepciones: Joaqu¨ªn Sabina. Perdonen la tristeza (Plaza y Jan¨¦s), el texto de Javier Men¨¦ndez Flores, despach¨® m¨¢s de 200.000 ejemplares. Con semejante volumen de negocio, hay bot¨ªn a repartir. Cuando sali¨® la continuaci¨®n, Sabina en carne viva (Ediciones B), ven¨ªa firmado conjuntamente por Men¨¦ndez Flores y el propio Joaqu¨ªn. Uno hab¨ªa escrito, otro hab¨ªa hablado, pero los beneficios se reparten al 50%.
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