?Ay!, las oposiciones...
En las democracias no se ha inventado nada m¨¢s estable que un s¨®lido bipartidismo ni nada m¨¢s saludable que una alternancia de los dos polos. Cuando uno de ellos tiene problemas, el otro avanza, y eso es lo que les suele pasar a los Gobiernos, enfrentados siempre a dificultades que plantean demandas superiores a las posibilidades.
Aun en la exitosa experiencia pol¨ªtica de Chile, las turbulencias que se vivieron adentro de la Concertaci¨®n, despu¨¦s de cuatro Gobiernos excelentes, llevaron al poder a la oposici¨®n de centro-derecha, bien alineada detr¨¢s de un candidato fuerte. La alternancia no naci¨® de la situaci¨®n econ¨®mica o social, cuando el hemisferio vive una coyuntura de comercio internacional tan favorable como no ha conocido nunca antes. Todo provino de insatisfacciones, conformismos y debates mal canalizados en el proceso de selecci¨®n de las candidaturas.
No hay nada m¨¢s estable en democracia que un s¨®lido bipartidismo y la alternancia
En el resto del continente, ese viento a favor viene ayudando: pas¨® en Brasil, pas¨® en Colombia, pas¨® en Costa Rica. En todos estos casos, los problemas mayores los tuvieron los opositores. En Brasil, el poderoso Partido de la Social Democracia brasile?a ten¨ªa una razonable posibilidad de ganarle a una candidata eminentemente t¨¦cnica como Dilma Rousseff, pero la elecci¨®n del candidato no fue la mejor en t¨¦rminos electorales: con el carism¨¢tico Aecio Neves, gobernador de Minas Gerais, la oposici¨®n ten¨ªa mejores chances que con el gobernador de S?o Paulo, Jos¨¦ Serra, un estadista completo pero de mucho menor tir¨®n popular.
En Per¨², el caso ha sido paradigm¨¢tico. Las corrientes centristas obtuvieron una mitad del electorado en la primera vuelta, pero divididas dejaron al pa¨ªs delante de un balotaje de dos minor¨ªas extremas, con una opci¨®n de hierro: o la hija del enigm¨¢tico seudodictador Fujimori o un exmilitar nacionalista y populista de err¨¢tica ideolog¨ªa. Gan¨® ¨¦ste y encomi¨¦ndense a la Providencia quienes creen en ella, para pedirle que se hagan realidad las primeras declaraciones -muy conciliadoras- de un candidato hasta anteayer caracterizado por la demagogia populista.
En Argentina, la cuesti¨®n es parecida. La segunda vuelta posee all¨ª un sistema muy especial: no se da si un candidato obtiene el 45% de la votaci¨®n o si, superando el 40%, aventaja al que le sigue por m¨¢s de un 10%. Nadie duda que la oposici¨®n es, por lo menos, la mitad. Pero dividida en tres o cuatro segmentos, lleva a dudar que su mejor opci¨®n quede, como diferencia, a menos de ese fat¨ªdico 10%, ante un oficialismo tan armado como lo es siempre el peronismo a la hora de luchar por el poder. Pocos Gobiernos han ofrecido tantos flancos de ataque, pero desde la muerte del expresidente Kirchner y el alejamiento de su confrontativa imagen, la sucesi¨®n en manos de su viuda ha desconcertado a una oposici¨®n que perdi¨® la motivaci¨®n de un enemigo r¨ªspido y se desgrana en un extra?o juego de personalismos. Nada est¨¢ definido, pero hoy -objetivamente- eso es lo que se ve.
En la propia Venezuela, donde el arbitrario poder de Ch¨¢vez inevitablemente unifica el sentimiento opositor, no se ha logrado generar y consolidar un liderazgo capaz de enfrentar esa m¨¢quina electoral montada desde el Gobierno.
De todo lo cual se desprende que en el ejercicio pol¨ªtico hay un arte, un imponderable oficio hecho de racionalidad y oportunismo, mensaje y medio de comunicarlo, sin cuyo buen manejo es dif¨ªcil salir victorioso. Ello es as¨ª, aun en estos tiempos de r¨¢pido crecimiento econ¨®mico y con la velocidad de los Twitter y los Facebook para llegarle a la gente. En una palabra, no hay sustituto para la conducci¨®n pol¨ªtica.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti fue presidente de Uruguay y, actualmente, es abogado y periodista.
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