Joyce acude al rescate de Dubl¨ªn en el Bloomsday
Fiesta e iron¨ªa anticrisis en la conmemoraci¨®n anual del d¨ªa en que el autor irland¨¦s situ¨® la acci¨®n de su 'Ulises'
Es el Bloomsday de la crisis.
La novela de James Joyce Ulises, que detuvo para la historia la ciudad de Dubl¨ªn en el d¨ªa 16 de junio de 1904 desata, desde 1954, una celebraci¨®n ins¨®lita en la capital de Irlanda.
Este a?o no han faltado los desayunos con ri?ones, las parrandas callejeras que recitan los textos de Joyce; no falta el humor tan joyceano, ni las excursiones de escolares pulcros, vestidos como hace un siglo, hasta la m¨ªtica Torre Martello.
No falta nada, pero sobre Dubl¨ªn hay un manto de par¨¢lisis que Joyce describi¨® y que regresa con ¨¦l como un s¨ªmbolo de esta fiesta. Aunque haga sol, y ayer vino y se fue, y volvi¨® otra vez. Este Bloomsday, al que hace seis a?os se sum¨® una ins¨®lita troupe de escritores espa?oles, es el a?o de la crisis, el a?o del desorden mundial que a Irlanda le ha dado en el h¨ªgado, o en los ri?ones.
Vila-Matas: "Esta ciudad se salv¨® de la destrucci¨®n, cuando se dej¨® de construir"
En los carteles se le¨ªa: "La se?ora Bloom dice s¨ª a la justicia econ¨®mica"
Los escritores espa?oles que vienen a Dubl¨ªn a celebrar el Bloomsday, y que ayer tarde realizaron junto a la Torre Martello sus ritos de la Orden de Finnegans, le pusieron a este Bloomsday el apodo de "Lo Desorden". Como dice Enrique Vila-Matas, cuya reciente novela Dublinesca es una especie de vadem¨¦cum de la Orden, ese "Lo" es como el "Lo Pelat del ex futbolista De la Pe?a". Pero aqu¨ª significa la evidencia "de que vivimos la consecuencia de los ego¨ªsmos mundiales, que han creado un orden perverso".
Eso lo dice Malcolm Otero, el editor de la Orden, a la que tambi¨¦n pertenecen los escritores Eduardo Lago (el autor de [sic] el emblema de este a?o: "?Vila Lo Desoden!"), Antonio Soler y Jordi Soler. Ellos coinciden: Joyce cre¨® un orden con el Ulises, edific¨® su novela sobre los hombros de Leopold Bloom, "un h¨¦roe de la modernidad", y lo hizo vivir en una sociedad a la que tuvo que enfrentarse como Don Quijote y como Sancho a la vez. Anthony Burgess, un antecedente ilustre de esta visi¨®n, lo dijo en esta l¨ªnea: "Bloom es todos los hombres modernos".
Pues si este hombre moderno es, en efecto, un irland¨¦s afectado por Lo Desorden que estamos viviendo, ayer estaba en las calles de Dubl¨ªn, "en medio de una ciudad que se salv¨® de su destrucci¨®n", dec¨ªa Vila-Matas, "gracias a que de pronto ya no se construy¨® m¨¢s". As¨ª que, parad¨®jicamente, lo poco que quedaba de la geograf¨ªa del Ulises se mantuvo merced a la crisis que ahora acogota al Bloom que son los irlandeses.
Ese esp¨ªritu ante la crisis no est¨¢ exento de la fiesta. "Aunque los irlandeses no somos como otros europeos: nosotros ponemos cara de preocupaci¨®n y luego pedimos otra copa". Quien nos dec¨ªa esto, junto al David Byrne, el pub m¨¢s emblem¨¢tico de los sitios de Ulises, estaba al frente de un coro que llamaba la atenci¨®n sobre los que han llevado al paro al 15% de la poblaci¨®n y al pa¨ªs al cesto de los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia, Espa?a).
Dec¨ªa este hombre, John Bissett, un trabajador comunitario que llevaba su Ulises en la mano: "La gente est¨¢ deprimida, el capitalismo financiero nos ha puesto con la soga al cuello, y adem¨¢s no nos da margen para sacar al pa¨ªs del atolladero". Este ser¨¢ "el invierno de nuestro descontento", "ser¨¢ un tiempo muy severo para much¨ªsima gente que en Navidad no tendr¨¢ c¨®mo calentarse". ?La soluci¨®n? "No al FMI, que se vaya Trichet, que se acabe el socialismo para los ricos".
Todo eso que se dec¨ªa con palabras ante el pub de Bloom lo dec¨ªan los devotos de Joyce que paseaban con pancartas en las que se le¨ªan sucesivamente estas palabras que imitan el estilo del Ulises: "La se?ora Bloom dice s¨ª a la justicia econ¨®mica y el se?or Bloom dice no al FMI y al rescate capitalista".
?Afecta esto al humor de la fiesta?. "No, a Bloom no se lo puede vencer", me dijo Daithi Downe, un joyceano que trabaja para un servicio que atiende a los que no tienen d¨®nde vivir.
Los espa?oles de la Orden de Finnegans hicieron de su pasi¨®n por Joyce una jornada gozosa. Ellos gritan, antes de sus lecturas: "?Gracias! Qu¨¦ grandes estamos esta ma?ana". Estuvieron en todas las ceremonias, leyeron con los joyceanos, y armaron dama de la orden (hasta ahora no hab¨ªa mujeres) a Maura Walsh, la carnicera m¨¢s elegante de Dubl¨ªn. No pudieron cumplir el rito ni con Ray Loriga ni con Marcos Giralt Torrente, que por una u otra raz¨®n no fueron a Dubl¨ªn. Fueron "espumados", que es una manera de "tacharlos un poco" de la Orden. La Orden no permite des¨®rdenes, como Joyce, por cierto.
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