La aeronave
Condenable como es la manifestaci¨®n que llev¨® al president Artur Mas y a varios de sus consejeros a aterrizar en helic¨®ptero para iniciar su legislatura, es tambi¨¦n opinable si resulta afortunada la ostentaci¨®n de realizar 10 viajes en una aeronave. Un helic¨®ptero no es gratis. La democracia, tampoco. Cabe preguntarse si Mas no habr¨ªa crecido como pol¨ªtico si hubiera afrontado a los manifestantes con los pies sobre la tierra. Pese a su pol¨ªtica de recortes, parece no ver exceso en llegar a trabajar seguido de una flotilla de Audis, aunque los indignados s¨ª se imaginan el precio de todo esto. Tampoco pareciera que lo sepan quienes viajan dentro de las aeronaves. Han asumido que son accesorios que vienen con el cargo y prefieren olvidar que la aprobaci¨®n o indignaci¨®n de los votantes tambi¨¦n van con ¨¦l.
Isabel Pantoja es la encarnaci¨®n viva del melodrama espa?ol
kiko Rivera trabaja a favor de la madre; Borja Thyssen lo hace en contra
La aeronave es uno de los mayores s¨ªmbolos de poder. Convirti¨® a Mariano Rajoy y a Esperanza Aguirre en supervivientes tras despegar desde una plaza de toros. Era el veh¨ªculo que transportaba al ganador de Gran Hermano en los tiempos de la riqueza y ahora, en la pobreza, transporta a Kiko Rivera, el nuevo h¨¦roe nacional, para inmortalizarse como la respuesta masculina a Bel¨¦n Esteban. En el trayecto ha hecho algo todav¨ªa m¨¢s ¨¦pico: convertir a su madre, Isabel Pantoja, en un ser humano.
Rivera y Pantoja han invertido sus roles naturales y no es la leona quien protege al cachorro, sino al rev¨¦s. Pantoja es la encarnaci¨®n viva del melodrama espa?ol. Extraordinaria heredera de la copla, su manera de abordarla y comunicarla a nuevas generaciones la han hecho leyenda. Asistir a uno de sus conciertos, como el de hace dos semanas en Aranjuez, es experimentar emociones fuertes que generan altas dosis de mitoman¨ªa y estr¨®genos. Ella es como una aeronave que sobrevuela existencias. Caben en su profesionalidad y plante comparaciones con Bono, el de U2, la Piquer, Lola Flores y hasta Roc¨ªo Jurado, que en su ausencia ha permitido a Pantoja desmelenarse un poco y ser tambi¨¦n la showwoman divina y, ahora, humana.
En su vida personal, que ha sido tan p¨²blica como los vuelos en helic¨®ptero de Mas y los dem¨¢s, los desarreglos sentimentales han atravesado todo tipo de manifestaciones y escollos. Esposa del tr¨¢gico torero Paquirri, cuyo hijo es Kiko, nacido siete meses antes de la tragedia de Pozoblanco. Viuda de Espa?a y Latinoam¨¦rica, gracias a su voz y desgarradas canciones donde desahogaba su dolor y el nuestro. Fiel a su intensidad, evit¨® encasillarse y busc¨® el amor, no siempre en helic¨®ptero, hasta aterrizar en una de las operaciones por corrupci¨®n administrativa que tambi¨¦n forman parte de nuestra cultura contempor¨¢nea. Empez¨® a ver c¨®mo su imagen entraba en peligrosa deriva. Y entonces surgi¨® su hijo, burl¨¢ndose de s¨ª mismo, por lo diferente que resulta de sus hermanos Rivera Ord¨®?ez. Vi¨¦ndole afectado de gota, como los reyes, Pantoja decidi¨® llamarle en directo y abrir una poderosa rendija al sentimiento contra el que nadie puede luchar: el amor materno.
Si Shakespeare hubiera sido latino no habr¨ªa dejado que mataran a la madre de Hamlet. El pa¨ªs coplero e indignado se rindi¨® un¨¢nime ante la complicidad madre-hijo. Y el nuevo mito revitaliz¨® al antiguo, lo que esperamos que le suceda a nuestra democracia.
Kiko se ha manifestado como otra aeronave cargada de contenidos. Explota un humor llano pero tiene educaci¨®n pija, puede resultar machista pero experimenta con la transexualidad. Es hijo de la Transici¨®n, como Borja Thyssen, que al contrario que Kiko y al igual que Hamlet necesita ejecutar venganza sobre su madre, Carmen Cervera. Si Kiko es campechano, Borja dice mucho con su nombre. Entusiasta de los coches caros y de que su esposa, Blanca Cuesta, posara casi sin ropa sobre una de sus motocicletas en medio del sal¨®n. Al igual que Kiko fue mal estudiante, pero su vinculaci¨®n con la jet-set le hizo hablar ingl¨¦s y franc¨¦s. Borja pretende descolgar de la pared de su madre dos cuadros que el bar¨®n Thyssen le legara, dejando la pared blanca y a su madre en una situaci¨®n cuesta arriba.
Los Thyssen son hist¨®ricos por sus alianzas. Se han unido con fortunas, con guerras que les hicieron acercarse al nacionalsocialismo, con mujeres bellas, siempre con af¨¢n coleccionista. Borja olvida que la muerte de su padre adoptivo instaur¨® en las Bahamas una corte judicial construida a semejanza de las reales cortes brit¨¢nicas a un coste que ya quisieran tener en sus presupuestos Mas y los dem¨¢s. El acuerdo final cre¨® un poderoso holding de los hijos y esposas del bar¨®n para que ning¨²n cuadro se extraviara o quedara sobre una pared blanca, un color que Tita Thyssen reh¨²ye en su pol¨ªtica muse¨ªstica. Cada movimiento en esas paredes tiene que ser consultado con el holding familiar, ministros de Cultura y directores de museos.
A pesar de eso, Borja habla defendiendo a su esposa, convertida en blanco del conflicto de intereses. Muchos se preguntan c¨®mo reaccionar¨¢ Pantoja cuando Kiko encuentre una novia verdadera que quiera modificar el repertorio de la tonadillera. El carro madre-hijo puede chocar con terceros que prefieren helic¨®pteros, pero una madre siempre tiene los pies en la tierra. El ¨¦xito de Kiko desnuda las alocadas ambiciones de Borja. Mientras que Kiko trabaja a favor de la madre, Borja lo hace en contra.
Y, en democracia, trabajar en contra de la madre es trabajar en contra de todos.
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