"La literatura japonesa contempor¨¢nea es infantil"
Teru Miyamoto tiene ochenta libros de narraciones publicados en japon¨¦s y como cada uno le toma un promedio de tres a?os escribe varios a la vez. Imagina las tramas sobre la marcha. Le basta encontrar un eje central que lo incentive y sus personajes empiezan a moverse sobre la p¨¢gina.
"No preparo una estructura, no soy ese tipo de escritor", asegura este hombre menudo, afable, de voz pausada y enemigo declarado de la ret¨®rica, las met¨¢foras y todo tipo de exceso literario.
En 1978, a los 31 a?os, consigui¨® el m¨¢s codiciado reconocimiento literario de los escritores japoneses, el Premio Akutagawa, y pese a una vida de frecuentes convalecencias a causa de tuberculosis y ataques de ansiedad no ha parado de trabajar. Ahora se edita una obra suya por primera vez al espa?ol: Kinshu. Tapiz de oto?o (Alfabia), que podr¨ªa ser catalogada por el lector extranjero de "muy japonesa".
"Solo los novelistas estamos condenados a explicar cosas que no se pueden expresar con palabras"
Encontramos a Miyamoto (Kobe, 1947) en su casa situada en el sector m¨¢s elegante de Shin Itami, en las afueras de Osaka, donde entre sorbo y sorbo de t¨¦ verde nos cuenta que escribe todos los d¨ªas de dos a seis de la tarde, bebe sake, investiga sus libros por la noche y dos veces por semana practica el golf. Adora ese deporte pues en ¨¦l encontr¨® un ¨ªdolo espa?ol que le sirvi¨® de motivaci¨®n para su trabajo.
"Despu¨¦s de ver el swing de Seve Ballesteros aprend¨ª que todo es posible si se hace con pasi¨®n".
Explica c¨®mo un d¨ªa, mientras intentaba imitar el famoso giro de Ballesteros mirando una fotograf¨ªa, arque¨® con tal fuerza el torso que se lesion¨® una costilla. Su m¨¦dico no pudo evitar la risa.
Sus historias suceden en ambientes cotidianos y est¨¢n pobladas por elencos reducidos. Describe tragedias personales con la concisi¨®n de alguien acostumbrado a indagar en episodios familiares. Como narrador ejerce la compasi¨®n y tiene una visi¨®n positiva pero distanciada de la existencia originada en una especie de humanismo budista que en vez de explicar lo deja todo al karma.
Est¨¢ presente en Internet, con una sobria p¨¢gina web que le administra un ayudante con corbata, quien se encarga adem¨¢s de su agenda diaria. No tiene direcci¨®n de correo electr¨®nico, sufre de alergia a los teclados y escribe con una pluma de tinta negra. "Estoy preparado para el libro electr¨®nico", queriendo decir que no se opone a que sus textos sean convertidos al formato digital. Respecto a la incorporaci¨®n de elementos audiovisuales en las novelas electr¨®nicas su objeci¨®n es previsible, pues prefiere "que cada novela despierte im¨¢genes diferentes en cada lector".
Para los traductores de Miyamoto, el principal reto es encontrar el tono y el ritmo de una narrativa afinada, libre de estridencias y sin ninguna concesi¨®n a las tendencias de moda.
El hecho de tener m¨¢s seguidores dentro que fuera de Jap¨®n es atribuido por algunos cr¨ªticos a que su obra carece de las rarezas con las que espanta el tedio de sus personajes Banana Yoshimoto o a que no se deja embelesar como Haruki Murakami por los iconos de la cultura popular americana.
Confiesa que solo ley¨® las primeras obras de Murakami. "La literatura escrita por mis contempor¨¢neos japoneses es infantil". Se decanta por los cl¨¢sicos y los libros de historia, con el ocasional libro extranjero recomendado por sus amigos.
De la literatura en lengua espa?ola cita a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez y a Mario Vargas Llosa, y lamenta la escasez de traducciones al japon¨¦s de obras de autores espa?oles. A Antonio Mu?oz Molina lo ley¨® gracias a las traducciones que hizo un amigo suyo profesor de literatura.
"El invierno de Lisboa se me qued¨® en el coraz¨®n", afirma.
Aunque solo habla japon¨¦s tiene una peculiar opini¨®n sobre lo que llama "la l¨®gica de cada idioma".
Para explicarla traza una l¨ªnea recta entre un imaginario punto A y otro B: "Los norteamericanos llegan a un concepto as¨ª (directamente)". A continuaci¨®n, su dedo describe un amplio semic¨ªrculo para ilustrar el parsimonioso circunloquio de los japoneses y despu¨¦s dibuja un r¨¢pido zigzag para describir los inesperados cambios de rumbo que encuentra en la forma de comunicar del idioma espa?ol.
Kinshu. Tapiz de oto?o, su primera novela en espa?ol, podr¨ªa ser vista como muy japonesa porque est¨¢ centrada en una escena de doble suicidio y sus protagonistas incurren a menudo en ese silencio telep¨¢tico caracter¨ªstico de las relaciones sociales en un pa¨ªs donde quedarse callado es signo de muy buena educaci¨®n.
La obra, escrita hace treinta a?os, marca un punto de inflexi¨®n en el historial cl¨ªnico de Miyamoto, pues su inspiraci¨®n surg¨ªa mientras descubr¨ªa su tuberculosis y su desarrollo fue una forma de paliar agudos ataques de ansiedad.
Era oto?o y en un viaje al monte Za?, en la provincia noreste de Yamagata, empez¨® a sentir una extra?a fatiga cuando miraba un espectacular cielo estrellado. El cansancio result¨® ser el inicio de la tuberculosis que lo oblig¨® a ingresarse. Cuando sus compa?eros de hospital empezaron a morir, Miyamoto reflexion¨® sobre la vida y la muerte, y el cielo estrellado de Za? lo remiti¨® al insignificante tama?o del ser humano en el universo. Al mismo tiempo consultaba a un psiquiatra para tratar su ansiedad.
"El m¨¦dico me dijo que los ataques de ansiedad eran t¨ªpicos de genios como Mozart, Einstein y Goethe. Lo dec¨ªa para animarme, pero me alegr¨¦ y me puse a escribir".
Empez¨® a escuchar a Mozart y a urdir la trama de un hombre y una mujer que se encuentran fugazmente y por casualidad en el monte Za? diez a?os despu¨¦s de su divorcio, ocurrido cuando el marido es hallado moribundo en la habitaci¨®n de un hotel junto al cad¨¢ver de su amante.
Aki, la esposa abandonada, casada de nuevo y madre ahora de un ni?o discapacitado, siente que tiene muchas cosas que decir, y m¨¢s con una intenci¨®n cat¨¢rtica que con el ¨¢nimo de entablar un di¨¢logo env¨ªa una larga misiva a su exmarido.
El intercambio de cartas permite al lector conocer al mismo tiempo que los protagonistas secretos inusitados y participar del desarrollo paulatino de una nueva relaci¨®n que termina con la ¨²ltima p¨¢gina y decide el rumbo de la vida de ambos.
Miyamoto se muestra sorprendido y casi contrariado de que el suicidio haya estigmatizado la imagen literaria de un archipi¨¦lago famoso por el haraquiri, los pilotos kamikaze y, m¨¢s recientemente, los suicidios colectivos pactados por Internet. Enfatiza que "el doble suicidio en el que se ve implicado el protagonista masculino de Kinshu se debe a una licencia dram¨¢tica".
"Necesitaba que (Yasuaki) entendiera lo que es debatirse entre la vida y la muerte. Invent¨¦ el personaje de la amante que lo intenta matar con ese fin".
Se?ala que de sus ochenta libros publicados solo dos tienen temas de suicidio.
"Personalmente, estoy en contra del suicidio. Debido a mi f¨ªsico d¨¦bil y a mis enfermedades, valoro mucho la vida".
Para evitar una larga disquisici¨®n religiosa sobre el karma le preguntamos qu¨¦ quisiera ser si tuviera esa segunda oportunidad que ofrece el budismo a sus creyentes y responde risue?o y sin titubear: "Todo menos novelista. El otro d¨ªa, para una foto, tuve que poner sobre una mesa mis ochenta libros, y solo con ordenarlos qued¨¦ sudando".
Ya en serio explica que "la imposibilidad humana de expresarse con palabras ha dado lugar a artes como la pintura, la m¨²sica o el ballet. Solo los novelistas estamos condenados a explicar cosas que no se pueden expresar con palabras".
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