Espiral afgana

El ataque ayer contra un blindado espa?ol en Afganist¨¢n, con varios heridos graves, ilustra el imparable recrudecimiento de la guerra que se libra en el pa¨ªs centroasi¨¢tico. En el mismo d¨ªa en que el Lince saltaba por los aires junto a una de nuestras bases en el noroeste del pa¨ªs, tres terroristas suicidas uniformados daban muerte a nueve personas en una comisar¨ªa de Kabul, segundo atentado relevante talib¨¢n en la fortificada capital en un mes. Otros seis muertos, dos de ellos soldados de la OTAN en el sur de Afganist¨¢n, engrosaron ayer el callado parte diario de bajas que facilita la Alianza.

La violencia aumenta 10 a?os despu¨¦s de la invasi¨®n estadounidense que derroc¨® al Gobierno talib¨¢n. EE UU y sus socios de la OTAN, pese a la formidable maquinaria propagand¨ªstica que pretende hacer creer lo contrario, han perdido la esperanza de emerger victoriosos de la ci¨¦naga afgana. Barack Obama va a anunciar el mes pr¨®ximo la magnitud de la primera retirada de sus tropas, que seg¨²n el compromiso presidencial debe concluir en 2014. En la d¨¦cada transcurrida, el incremento progresivo de las fuerzas aliadas (hay 35.000 soldados estadounidenses m¨¢s que cuando Obama tom¨® posesi¨®n, en 2009) no ha logrado, pese a los reiterados anuncios sobre su inminencia, asestar un golpe decisivo a la pinza talib¨¢n-Al Qaeda que permita alentar la esperanza de un vuelco decisivo en la guerra.

Por el contrario, la moral occidental ha ido decayendo y aumentando la desgana entre los Gobiernos, especialmente europeos, sobre la naturaleza y prop¨®sito de una misi¨®n a la que no se ve final. En correspondencia, crece la resoluci¨®n de los fundamentalistas isl¨¢micos, que encuentran en la vasta frontera con el vecino Pakist¨¢n -un te¨®rico aliado de Washington- tanto cobijo ideol¨®gico como apoyo log¨ªstico. La ¨²ltima y espectacular haza?a talib¨¢n ocurri¨® en abril, con la fuga de casi 500 militantes y terroristas convictos de la prisi¨®n de Kandahar, segunda ciudad del pa¨ªs. Una evasi¨®n que, por sus caracter¨ªsticas, implicaba la complicidad de las autoridades y pon¨ªa de relieve la fragilidad del corrompido andamiaje oficial y la manifiesta incapacidad del Gobierno de Hamid Karzai para hacerse cargo de la seguridad del pa¨ªs.

En este contexto de descomposici¨®n adquieren sentido las revelaciones ayer del presidente Karzai -no desmentidas-, seg¨²n las cuales, Washington mantiene contacto indirecto con l¨ªderes talibanes sobre un eventual acuerdo que ponga fin a la guerra. Dentro del n¨²cleo duro estadounidense, solo el ministro de Defensa saliente, Robert Gates, hab¨ªa insinuado que podr¨ªa haber conversaciones con los talibanes buenos a finales de a?o. Tan balbuciente como se quiera, ese di¨¢logo, cuya concreci¨®n en compromisos firmes puede llevar a?os, parece el ¨²nico camino razonable. La situaci¨®n actual de no victoria y no derrota es una opci¨®n que pueden permitirse los yihadistas afganos, pero no la desgastada coalici¨®n internacional.