Una Constituci¨®n que nos afecta
El cambio en Marruecos puede tener una consecuencia importante en Espa?a: los inmigrantes marroqu¨ªes podr¨ªan votar en nuestras municipales. Se pasar¨ªa del desprecio al cortejo de medio mill¨®n de electores
No es solo por la proximidad, por las ventajas de tener como vecino inmediato a un pa¨ªs con instituciones acordes a las aspiraciones de sus ciudadanos, por lo que Espa?a est¨¢ interesada en el refer¨¦ndum constitucional del pr¨®ximo 1 de julio en Marruecos. Lo est¨¢ adem¨¢s por el art¨ªculo 30 del proyecto constitucional. Porque al permitir el voto de los extranjeros en las elecciones municipales marroqu¨ªes, est¨¢ abriendo la puerta a la reciprocidad que establece el art¨ªculo 13.2 de nuestra Carta Magna y est¨¢ permitiendo el voto a m¨¢s de medio mill¨®n de marroqu¨ªes en nuestras elecciones locales, toda una fuerza electoral. ?Podr¨ªa ser el aleteo de mariposa en el sur lo que provoca un tornado unos kil¨®metros al norte? Bueno, no exageremos con eso del "tornado", aunque s¨ª tal vez podamos hablar de unos fuertes vientos racheados.
El rey pierde el car¨¢cter "sagrado" y se proclama la igualdad de g¨¦neros, la tolerancia y la apertura
La identidad marroqu¨ª incluye a ¨¢rabes, hebreos, bereberes, africanos, saharauis y andalus¨ªes
La incorporaci¨®n del electorado marroqu¨ª, sobre todo en algunas ciudades de Catalu?a, podr¨ªa tener algunas consecuencias de cierta trascendencia.
La primera y m¨¢s evidente es que reconoce el derecho de voto al grupo de inmigrantes extranjeros que m¨¢s tiempo lleva en Espa?a, junto con argentinos, uruguayos o chilenos. Y el m¨¢s numeroso de los ciudadanos no comunitarios, con 808.633 personas. El derecho a votar de este inmenso colectivo es la justa consecuencia de su larga historia de inmigrantes en Espa?a. A ellos Espa?a debe toneladas de frutas recogidas, miles de kil¨®metros de carreteras asfaltadas, cientos de miles de metros cuadrados de jard¨ªn regados, millones de euros generados y aportados a las arcas p¨²blicas.
La segunda consecuencia, y menos evidente, es que de haberse aprobado esta constituci¨®n meses antes, hubiera podido cambiar el signo de no pocos municipios en las pasadas elecciones del 22 de mayo. En L'Hospitalet de Llobregat, por ejemplo, donde viven 5.621 marroqu¨ªes, el PSC podr¨ªa haber captado unos 2.000 votantes, lo que hubiera podido procurarle la mayor¨ªa absoluta, asumiendo que votaran la mitad.
La tercera consecuencia, y esperanzadora, es que la balanza se equilibra algo. Hasta ahora, el discurso antimarroqu¨ª, la explotaci¨®n del recelo hacia los colectivos arabo-musulmanes y especialmente los magreb¨ªes, resultaba gratis para sus voceros (del PP o de PXC o de CiU): no hab¨ªa contrapeso porque el marroqu¨ª era solo objeto del debate. Pero ser elector lo convierte en sujeto del debate sobre la "cuesti¨®n extranjera", que tantos dolores de cabeza parece causar en nuestro pa¨ªs. Es cierto que el eventual voto de los marroqu¨ªes en Badalona, por ejemplo, hubiera podido duplicar los votos de Plataforma por Catalunya. Pero a partir de ahora esta nueva componente del electorado obligar¨¢ a las corporaciones a tener en cuenta sus demandas, tantas veces ignoradas porque carec¨ªan de peso electoral. Y les obligar¨¢ a mantener un sofisticado -y sensato- equilibrio entre lo que dicen al local y lo que dicen al extranjero.
El cambio de la Constituci¨®n en Marruecos es sin duda una buena noticia para los marroqu¨ªes en Espa?a. Y, en buena medida, un dato clave para el futuro electoral en Espa?a, en la medida en que ese medio mill¨®n al menos de votos ser¨¢ capitalizado por acci¨®n o por reacci¨®n por los diferentes partidos, que a partir de ahora tendr¨¢n que hacer promesas tambi¨¦n para ellos.
?Se trata tambi¨¦n, la proclamaci¨®n de la nueva Constituci¨®n, de una buena noticia para los marroqu¨ªes en Marruecos? Deberemos esperar a los resultados del refer¨¦ndum del pr¨®ximo viernes 1 de julio para pronunciarnos sobre ello. Es un poco ret¨®rico decir esto, pues ya hemos visto que los defensores del sistema han reaccionado con euforia dispuestos a hacer frente a los opositores, como ocurri¨® en Rabat el domingo 19 de junio, lo que recuerda los tiempos de Basri y Hassan II en que los refer¨¦ndos se convert¨ªan en plebiscitos en los que se impon¨ªa lograr la casi unanimidad. Son otros tiempos, sin duda, y Mohamed VI sabe que un resultado parecido restar¨ªa credibilidad a todo un proceso que ha gozado del respaldo de las principales canciller¨ªas. Sarkozy, Clinton y las autoridades de Reino Unido, Espa?a y B¨¦lgica se han apresurado a saludar las reformas introducidas en el texto, adelant¨¢ndose a que el pueblo marroqu¨ª se pronuncie. Quiz¨¢s hubiese sido m¨¢s correcto esperar al voto para no parecer que con su "s¨ª" a las reformas han decidido de antemano lo que le conviene al pueblo marroqu¨ª.
Marruecos se define en esta sexta Constituci¨®n como Estado musulm¨¢n soberano cuya unidad est¨¢ forjada por la convergencia de sus componentes arabo-isl¨¢micos, amazig (convertida ahora en lengua cooficial) y saharo-hassan¨ª, enriquecido por sus afluentes africano, andalus¨ª, hebraico y mediterr¨¢neo. Gui?o, sin duda, hacia los bereberes que consiguen cooficializar su lengua y hacia los saharauis que se ven reconocidos como parte del patrimonio cultural plural del pa¨ªs.
El texto ha crecido de 108 art¨ªculos a 180, y en ello hay ret¨®rica (constitucionalizaci¨®n de unas 15 comisiones consultivas, preexistentes o de nueva creaci¨®n), pero tambi¨¦n declaraciones de principios que insisten en la igualdad de derechos de hombres y mujeres, en la tolerancia, moderaci¨®n y apertura al exterior del pa¨ªs, incluyendo recomendaciones de la Instancia Equidad y Reconciliaci¨®n, nunca tenidas en cuenta, como la primac¨ªa sobre el derecho interno del pa¨ªs de la legislaci¨®n internacional suscrita por Marruecos o la condena de la tortura. Filosof¨ªa loable, pero que tendr¨¢ que hacerse realidad.
La reivindicaci¨®n de los j¨®venes del 20 de Febrero de una monarqu¨ªa parlamentaria, en la que el rey reine pero no gobierne, se ha quedado a mitad de camino. El n¨²cleo duro de la Constituci¨®n permanece casi intacto. Porque el rey, aunque pierde el car¨¢cter "sagrado", sigue siendo eje central de todo el texto. Emir de los creyentes, m¨¢xima autoridad religiosa que preside el Consejo Superior de los Ulemas, es presidente adem¨¢s del Consejo de Ministros, del Consejo Superior de Seguridad y del Consejo Superior del Poder Judicial, y es el jefe supremo de las Fuerzas Armadas Reales. Cierto que la figura del jefe de Gobierno queda algo reforzada, al poder delegar en ¨¦l la presidencia del Consejo de Ministros -aunque con instrucciones-, disponiendo de mayor autonom¨ªa al ampliarse las atribuciones del Consejo de Gobierno, instituci¨®n que preside y puede enviar leyes al Parlamento y nombrar altos funcionarios. La pr¨¢ctica permitir¨¢ vislumbrar si este desglose del Ejecutivo consolidar¨¢ a un jefe de Gobierno con control casi efectivo de la vida pol¨ªtica o servir¨¢ solo para facilitar las prolongadas ausencias del soberano.
La regionalizaci¨®n sirvi¨® de pretexto a Mohamed VI para no aparentar que sus promesas del 9 de marzo obedec¨ªan a presiones del Movimiento del 20 de Febrero. Aprovech¨® los cambios a introducir en la Constituci¨®n para hacer una revisi¨®n completa. En el nuevo texto hay todo un extenso T¨ªtulo IX dedicado a las regiones, en el que, si bien establece que dispondr¨¢n de Consejos elegidos democr¨¢ticamente, atribuye amplios poderes a las figuras de los walis regionales, que reducir¨¢n sensiblemente el poder de los presidentes de regi¨®n, impidiendo la aspiraci¨®n a una autonom¨ªa efectiva de ciertas regiones. Una puerta demasiado cerrada para permitir una salida al problema del S¨¢hara. La prohibici¨®n expresa de los partidos regionales -as¨ª como otros de corte ¨¦tnico o religioso- lo dificulta a¨²n m¨¢s.
Marruecos est¨¢ hipotecado por la falta de salida en la cuesti¨®n sahariana. La Constituci¨®n brindaba la oportunidad de imprimir algunos gestos que entreabrieran alguna puerta. Cierto que la componente saharo-hassan¨ª es reconocida en el pre¨¢mbulo constitucional como b¨¢sica del Estado marroqu¨ª, y que el art¨ªculo 5 considera la lengua hassan¨ªa como "parte integrante de la identidad cultural marroqu¨ª". Pero m¨¢s que estas expresiones de reconocimiento -que algunos pueden leer como provocaciones-, la verdadera puerta abierta para ofrecer una salida a ese problema hubiera sido consagrar en el texto las garant¨ªas de un verdadero Estado de derecho, con una efectiva separaci¨®n de poderes, abandonando para siempre la tutela que la figura real ejerce sobre todas las instituciones del pa¨ªs. Parece que habr¨¢ que esperar al siguiente round.
Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea del Islam en la Universidad Aut¨®noma de Madrid y miembro del Comit¨¦ Averroes. Carlos Celaya es consultor y autor del blog "Votos Inmigrantes" (votosinmigrantes.blogspot.com).
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