Venezuela, paralizada
La ausencia de Ch¨¢vez y la admisi¨®n de su enfermedad dividen a las filas del oficialismo
Cabe debatir el grado de pluralismo y democracia que sobreviven en el r¨¦gimen venezolano. Aunque no ser¨ªa exacto afirmar que se trata de una dictadura can¨®nica, lo que no est¨¢ en duda es que el poder le pertenece a un solo hombre: Hugo Ch¨¢vez; y que cuando se ausenta y reconoce, como ahora, que tiene c¨¢ncer, Venezuela entera, oficialismo y oposici¨®n, se muestran anonadados. Es como si hiciera falta que volviese el l¨ªder para que se reanudara la historia.
El l¨ªder de la llamada revoluci¨®n bolivariana fue operado el 10 de junio en La Habana para extirparle un absceso canceroso en la pelvis, intervenci¨®n de la que convalece en la isla antillana. Y, pese al tan ponderado hilo directo del mandatario con su pueblo, todo se hizo con la menor publicidad, quitando hierro al asunto, dando por seguro el regreso de Ch¨¢vez a Caracas de un momento a otro. Hasta que, por fin, el jueves, el propio presidente comunicaba con semblante anormalmente serio a sus compatriotas la naturaleza de la afecci¨®n que padec¨ªa.
M¨¢s all¨¢ de explicaciones coyunturales, la situaci¨®n tiene que ser aut¨¦nticamente delicada, porque Ch¨¢vez no se perder¨ªa una cumbre regional y, sobre todo, los fastos del bicentenario de la independencia que deb¨ªan celebrarse la semana pr¨®xima en la capital venezolana. Aunque la liberaci¨®n del yugo espa?ol ha sido conmemorada en 2010 varias veces, los actos tienen mucho predicamento para un personaje tan festivalero como el l¨ªder del socialismo del siglo XXI.
La oposici¨®n exige que se proceda a una cesi¨®n temporal del poder a un sustituto, el vicepresidente El¨ªas Jaua, como establece la Constituci¨®n, lo que convendr¨ªa a los adversarios de Ch¨¢vez ante las presidenciales de 2015, y la necesidad de elegir candidato en febrero, quiz¨¢, contra un rival disminuido. Pero tambi¨¦n en las filas chavistas cunde el desconcierto, pese a que el presidente repite sin cesar desde su doliente retiro que es ¨¦l quien sigue gobernando la nave del Estado. Menudean declaraciones tranquilizadoras como las del comandante del Ej¨¦rcito, el general Rangel Silva, de que la milicia garantiza el orden constitucional -que nadie amenaza- y que el presidente vuelve de inmediato. Y se agitan tambi¨¦n las cabezas que, si no optan a la sucesi¨®n, s¨ª van tomando posiciones, como es el caso de Ad¨¢n Ch¨¢vez, hermano mayor, ¨ªntimo asesor del presidente y m¨¢s radical que el propio l¨ªder.
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