"Sin 'burka' no quiero vivir"
Una adolescente abandona los estudios en un instituto de Melilla porque no le permiten acudir completamente tapada y llevar guantes hasta el codo. Solo tiene 15 a?os. Con su testimonio y otras versiones, EL PA?S reconstruye su historia ¨ªntima y secreta.- Las amigas: "Es tonta, se tapa y quiere que nos tapemos todas. No le basta con castigarse ella sola. Se ha echado un barbudo"
Chadia tiene 15 a?os y unos preciosos ojos verdes que desde hace meses solo ven su madre y sus cuatro hermanos cuando conviven en la intimidad de su casa alquilada de 90 metros cuadrados en el barrio de Reina Regente en Melilla. La ni?a cubre su rostro con un burka negro y envuelve sus fr¨¢giles brazos en unos guantes azul oscuro que le llegan hasta el codo, unas prendas que antes no se hab¨ªan visto en esta ciudad de 71.000 habitantes, de los que la mitad son musulmanes. Chadia ha abandonado sus clases en el instituto p¨²blico de su barrio y perdido el curso de 3? de la ESO, pero asegura "ser feliz". "La mujer m¨¢s feliz", afirma.
El secreto de Chadia, nombre supuesto para preservar su intimidad, dur¨® varias semanas, las mismas que tard¨® el sistema escolar en alertar a la fiscal¨ªa de que una ni?a tranquila y aplicada llevaba d¨ªas desaparecida de clase sin que sus padres dieran ninguna explicaci¨®n. Nadie imagin¨® en el centro que una de sus alumnas viv¨ªa desde entonces encerrada en "la felicidad" de su burka, el mismo que visten la mayor¨ªa de las mujeres en Afganist¨¢n, a miles de kil¨®metros de distancia. Este es el primer caso de una ni?a espa?ola, naci¨® en Melilla y es hija de padres espa?oles, que pretende asistir con burka al colegio, un centro con m¨¢s de mil alumnos, en su gran mayor¨ªa musulmanes.
La peluquera: "Cierro la peluquer¨ªa para ellas. No quieren que nadie las vea. Me dicen: 'Mi marido solo permite que me veas t¨²'
"Van a una playa marroqu¨ª que alquilan sus esposos y se ba?an solas durante la noche. Es uno de sus secretos"
"No me importa perder el curso. Si no me dejan llevar el 'burka' no quiero estudiar. Quiero hacer algo ¨²til"
"?Que Dios me libre de los novios! Nadie me ha aleccionado. Al¨¢ es el ¨²nico que lo ha hecho. Lo descubr¨ª en el Cor¨¢n"
Mim¨®n, de 42 a?os, la madre de la adolescente tapa su cabello con el hiyab (pa?uelo isl¨¢mico), viste una t¨²nica color toffee y calza babuchas. Est¨¢ separada de su marido y se ha hecho cargo de la educaci¨®n y cuidado de sus cinco hijos. Ella fue la que explic¨® a la fiscal por qu¨¦ su hija no asist¨ªa al colegio. Lo relata sentada en el sal¨®n de su casa, una estancia decorada con varios suras enmarcados del Cor¨¢n: "Hace dos meses me llamaron y dieron cita con la fiscal y con Protecci¨®n de Menores. Fuimos a verla y le dijo a la ni?a que ten¨ªa que ir al colegio y cumplir las normas. La ni?a le contest¨® que no quer¨ªa ir al instituto, que no quer¨ªa estudiar, que llevaba el burka y que no la iban a dejar entrar. Nos pidi¨® que habl¨¢ramos con el director y lo hicimos, pero este se neg¨® a que acudiera con el burka. Le pidi¨® que se lo quitara en la puerta del colegio. '?Si sigue con esta actitud es mejor que no venga!', nos dijo".
Mohamed, cinco a?os, el peque?o de los hermanos, juega sentado en el suelo con un mu?eco y observa a su madre en el mismo instante en que se abre una puerta interior y aparece Chadia cubierta con su burka. Anda muy despacio, empujando sus pies hacia delante como si fuera una novia que teme tropezar con su traje, se dirige hacia el periodista y le niega su mano. "Lo siento, pero no puedo tocarle". Se sienta tiesa y erguida junto a su madre y levanta el velo que tapa su cara y lo echa hacia atr¨¢s. Una diminuta rejilla del pa?uelo negro que cubre su rostro descubre sus ojos.
-?Por qu¨¦ dejas que ahora se vean tus ojos?
-Es por respeto a usted que est¨¢ en mi casa. En la calle nunca me lo permitir¨ªa.
Chadia interrumpe a su madre y asegura que quiere contar por qu¨¦ viste el burka, por qu¨¦ ha dejado el instituto en el que han estudiado sus hermanas mayores y ella misma desde peque?a, el centro p¨²blico donde hasta hace unos meses saltaba a la cuerda en el patio con las que antes eran sus mejores amigas. La ni?a gira la cabeza, mira a los ojos de su interlocutor, los baja levemente e inicia su relato: "Fui con el burka hasta la puerta del colegio, me lo quit¨¦ en la puerta y lo met¨ª en la mochila. Se me ve¨ªa la cara. Di mis clases y en el recreo habl¨¦ con las ni?as. Todas me preguntaban: ?por qu¨¦ te pones el burka?, ?te has echado un novio? Yo les di mis razones. Cuando me llam¨® el director me dijo: '?No hables con ellas! Si vienes en ese plan mejor que no vuelvas!'. El director me cogi¨® man¨ªa desde que le dej¨¦ las cosas claras. Le contest¨¦ a ¨¦l y a la jefa de estudios que seguir¨ªa yendo. Volv¨ª varios d¨ªas hasta que lo dej¨¦. Iban a empezar las recuperaciones y no quer¨ªa estudiar. No me importa perder el curso. Si no me dejan ir con burka no quiero estudiar, quiero hacer algo ¨²til, no estudiar. Adem¨¢s, ahora ni con estudios encuentras trabajo". Mim¨®n, la madre, observa a su hija y asiente con un leve gesto de cabeza.
Miguel ?ngel L¨®pez D¨ªaz, director del instituto, ofrece una versi¨®n diferente. "Le comunicamos a la madre que la ni?a no pod¨ªa acudir con burka. Le insistimos en que ten¨ªa que asistir a clase. Quiso negociar con nosotros: '?Y si viene sin los guantes?'. Al final regres¨® al colegio sin el burka, pero con guantes. Le dijimos que se los quitara y lo hizo. En el recreo estuvo haciendo proselitismo con otras ni?as y buscando apoyos. Cuando vino a hablar conmigo se lo quitaba y pon¨ªa. '?Qu¨¦ pasa si me lo pongo y me lo quito?', me dec¨ªa. Le ped¨ª que, por favor, no viniera tapada ni con guantes, que no enredara a otras ni?as. Ya no ha vuelto a venir. Aqu¨ª, un 30% de las alumnas llevan el hiyab con toda naturalidad. Nunca hemos tenido problemas. Es una prenda m¨¢s. Nunca hab¨ªamos tenido una ni?a con burka y no nos gustar¨ªa que esto se extienda. No es de aqu¨ª, es importado".
Una profesora del instituto, que pide que se omita su identidad, describe a Chadia como una ni?a normal que al principio del curso vest¨ªa vaqueros y no llevaba pa?uelo. Y reconstruye el di¨¢logo que mantuvo con varias compa?eras de la ni?a cuando esta regres¨® despu¨¦s de varios meses de ausencia. "Me dec¨ªan: 'Es tonta, se tapa y quiere que nos tapemos los dem¨¢s. No le basta con castigarse ella sola. Lo que pasa es que se ha echado un novio barbudo. No nos deja decir barbudo porque dice que es pecado'. Ninguna de sus amigas se cree que se le ha ocurrido a ella sola vestirse con burka. Nosotros, los profesores, tampoco".
Chadia habla con cierta iron¨ªa cuando se le pregunta por los comentarios de sus amigas del colegio y siempre en pasado, aunque se separ¨® de ellas hace pocas semanas. Y sonr¨ªe por primera vez ante la pregunta de si se ha echado un novio barbudo como aseguran algunas de sus compa?eras de clase, uno de esos j¨®venes salafistas que en los ¨²ltimos a?os han aparecido como hongos por los barrios musulmanes de Melilla con sus pantalones por encima del tobillo para parecer m¨¢s puros. "?Que Dios me libre de los novios! Nadie me ha aleccionado. Al¨¢ es el ¨²nico que me ha aleccionado, nadie m¨¢s. Me he puesto a leer el Cor¨¢n y lo he descubierto sola. Es una cuesti¨®n de fe. Al¨¢ quiere que lo interprete as¨ª. ?Hasta yo me he quedado sorprendida de mi cambio! Por favor, escriba Al¨¢ con may¨²sculas", ruega.
Mim¨®n, su madre, asegura que la decisi¨®n de su hija fue una sorpresa para ella. "Mira lo que me he comprado', me dijo un d¨ªa. Yo no ten¨ªa ni idea. No tiene novio. La gente cree que al ponerse el burka hay un hombre detr¨¢s. En este caso no es as¨ª. Se lo ha puesto por voluntad propia. Ha dicho que no se lo va a quitar, y no se lo va a quitar. Est¨¢ feliz y decidida".
-?C¨®mo te sientes totalmente tapada, cubierta bajo esa capa de velos tan oscuros? ?D¨®nde dice el Cor¨¢n que la mujer debe vestir as¨ª?
-Mire, me siento feliz y orgullosa de llevarlo. Me ha dado luz y ahora s¨¦ que estoy yendo por el camino recto. Si das un paso para creer en Al¨¢, ¨¦l te abre el coraz¨®n. Si crees en ¨¦l y cultivas tu fe no tendr¨¢s dudas. En los suras [cap¨ªtulos del Cor¨¢n]de las mujeres, en la de la vaca, en la de la luz, en la de Mohamed se explica c¨®mo debe ser la mujer. La ¨²nica religi¨®n que existe es el islam, no hay otra".
Chadia no responde a la pregunta de si considera enemigos o infieles a los que no practican el islam. La ni?a afirma que no reza en ninguna mezquita, salvo alguna vez en la que frecuentan sus hermanos, en el barrio de La Ca?ada de Hidun, uno de los m¨¢s deprimidos de la ciudad. Asegura que se compr¨® el burka durante un viaje a Marruecos, donde tambi¨¦n hizo "otras cosas", y sin que su madre conociera sus intenciones. No da detalles de si viaj¨® sola o acompa?ada, ni de d¨®nde sac¨® el dinero para adquirir su nueva vestimenta. "Rezo en mi cuarto cinco veces al d¨ªa. All¨ª, entre mis libros, es donde me encuentro m¨¢s c¨®moda, donde aprendo con mis lecturas y rezos, pero tambi¨¦n salgo a la calle. No estoy encerrada ni aislada". Entre sus planes est¨¢ hacer un curso de cocina, pero "donde haya solo mujeres". "Un hombre no me puede ver".
Chadia solo habla del Cor¨¢n como su libro de cabecera, no ofrece detalles sobre otras lecturas, y describe as¨ª su futura relaci¨®n con los hombres: "Aunque vista un burka y no deje que ning¨²n hombre me vea, no renuncio a tener una familia e hijos. Mi marido tiene que ser musulm¨¢n, debe tener la misma fe que yo y aceptar sin ninguna duda lo que dice el Cor¨¢n. Sin todo eso no podr¨ªa aceptarlo como esposo". Su padre no parece ser su ejemplo. "?l y mi hermano Rashid me dicen que me quite el burka. No les gusta. A este peque?o, en cambio, le encanta y me pide que me lo ponga", a?ade se?alando con la mirada a Mohamed que parece atento a la conversaci¨®n y mira a su hermana con admiraci¨®n. "Estoy decidida a seguir as¨ª toda la vida. Sin el burka no quiero vivir", apostilla.
Durante casi dos horas de conversaci¨®n la figura paterna no est¨¢ presente en el hogar de Chadia, un piso humilde sin ascensor, pero ordenado, limpio y luminoso, un bloque de pisos sociales construidos por la Empresa Municipal de la Vivienda, habitadas casi en su totalidad por familias musulmanas y un exlegionario retirado que pasa horas muertas en su terraza, en pantal¨®n corto y pijama, fumando un cigarrillo tras otro y mirando al infinito. En el patio de la calle los ni?os juegan y charlan apoyados en la pared. El barrio en el que vive esta familia se sit¨²a cerca del centro de la ciudad y alejado de las zonas m¨¢s deprimidas como La Ca?ada de Hidun, donde se han construido centenares de casas ilegales, pero no escapa a las tasas de paro y fracaso escolar, de las m¨¢s altas de Espa?a. Muchos j¨®venes de ¨¦ste y otros barrios viven del trapicheo del hach¨ªs y su ¨²nica salida es una plaza en el Ej¨¦rcito. Un caldo de cultivo para que florezca el salafismo propagado desde algunas mezquitas y escuelas cor¨¢nicas.
"Estoy separada de mi marido desde hace 10 a?os. Nos abandon¨® con cinco hijos: tres ni?os y dos ni?as. No esperamos nada de ¨¦l. Nos arreglamos como podemos", apostilla la madre. Chadia calla y mira hacia el suelo. Rashid, el hermano mayor, irrumpe en la vivienda y observa al periodista con desconfianza. Viste pantalones vaqueros, camiseta de manga corta y deportivas. Certifica que no le gusta que su hermana peque?a se encierre en un burka. Es viernes al mediod¨ªa, la hora del rezo, y el joven que trabaja, conduce un peque?o turismo y ayuda a la familia, anuncia a su madre que va a subir a rezar a la mezquita de Los Pinares, en la parte alta de La Ca?ada, a unos quince minutos en coche desde su domicilio.
Chadia y su madre reconocen que es la ¨²nica menor que usa el burka en Melilla, no conocen otro caso, pero aseguran que otras ni?as quieren hacerlo. "La mayor¨ªa de mis amigas piensan como yo, pero no se atreven a dar el paso. Est¨¢n discriminando a las mujeres musulmanas. Poco a poco esto ir¨¢ cambiando, mientras haya vida hay esperanza. ?C¨®mo van a hacerlo ahora si no te dejan ni estudiar, si te miran por la calle como si fueran un bicho raro, si pierdes todas las oportunidades de hacer algo? Pero ya ver¨¢ como esto cambia. No tenemos prisa. Hay que ser paciente".
La estampa de Melilla est¨¢ cambiando. Las palabras de Chadia no son una exageraci¨®n. En los barrios perif¨¦ricos m¨¢s deprimidos y alejados del centro urbano el visitante se encuentra con algunas j¨®venes que visten el niqab, la prenda que cubre todo el rostro de la mujer salvo una leve rejilla. Una vestimenta que antes no era visible, la antesala del burka, una prenda importada desde Arabia Saud¨ª y ajena a las costumbres tradicionales de las mujeres musulmanas de esta ciudad que acostumbran a cubrir su cabello con el hiyab, aunque algunas no lo hacen.
"Soy Saida. ?Por favor res¨¦rvame hora para ma?ana a las 11.00! Ya sabes". Abida [s¨²bdita de Dios], de 24 a?os, la encargada de la peluquer¨ªa Lamia, sabe que cuando recibe esta clase de llamadas telef¨®nicas tiene que cerrar su peque?o y coqueto local para atender a una cliente especial. A una sola, a una de esas mujeres "perfectas" que leen la obra T¨² puedes ser la mujer m¨¢s feliz del mundo. A una de esas chicas a las que nadie, ni otra mujer, salvo esta peluquera menuda, puede ver ni adivinar su rostro o su cabello. "Cierro la puerta para ellas. No quieren que las vean otros clientes, aunque aqu¨ª atendemos a mujeres. Tengo que organizar las horas para que no aparezca nadie, para que no molesten. Me dicen: 'Mi marido no quiere que me vea nadie salvo t¨²'. Son muy coquetas y se arreglan mucho, pero solo para ellos. Ayer estuvo aqu¨ª una con burka. Se hizo un tratamiento completo, se alis¨® el pelo, se ech¨® un tinte y se lo cort¨®. Todo en la m¨¢s absoluta intimidad. Tiene unos 30 a?os y vive aqu¨ª en La Ca?ada. El niqab o el burka no les impide arreglarse. No significa que est¨¦n castigadas. Al menos, es lo que ellas me cuentan. Tenemos dos clientas solteras, una de 17 y otra de 20 a?os, el resto son siempre casadas y con ni?os. No estudian porque tienen las puertas cerradas en todos los lados. Les dicen que est¨¢ prohibido usar el niqab".
La peluquer¨ªa Lamia tiene dos c¨®modos sillones mec¨¢nicos para sus clientas, amplios cristales y un sof¨¢ con cojines de vivos colores en el que esperan su turno varias clientas. Unas cortinas correderas a¨ªslan el despacho de Abida, la peluquera. Saida, melillense de 25 a?os, confiesa sin ning¨²n pudor que dos de sus familiares usan el niqab. "Yo tengo a mi hermana Salwa, de 21 a?os, y a mi prima F¨¢tima de 22. Mi hermana sal¨ªa con un grupo de amigas, iban a clase de islam cada d¨ªa porque quer¨ªan saber m¨¢s. Estaba obsesionada con saber. Conoci¨® a un chico, se prometieron y se puso el niqab. Nosotros lo respetamos, pero mi madre no quer¨ªa. Se llev¨® un disgusto. Al final hemos aceptado su decisi¨®n. Fue un golpe muy fuerte. Nos dijo que quer¨ªa vestirse como la mujer del profeta".
Al igual que Abida, esta joven espa?ola asegura que su hermana y su prima son discriminadas por su vestimenta. "Salwa iba a hacer uno de los cursos de hosteler¨ªa, alba?iler¨ªa y pintura en el centro de monjas de la caridad Mar¨ªa Inmaculada y le dijeron que vestida de esa manera, no. Est¨¢ prohibido. Mi hermana lleva a su ni?o al parque, se ha sacado el carn¨¦ de conducir y tiene solo el bachillerato. No le importa lo que diga la gente. Al principio le molestaba mucho que la gente del barrio se preguntara: '?Qui¨¦n ser¨¢? ?Qui¨¦n ser¨¢?'. Ha aprendido ¨¢rabe en muy poco tiempo y est¨¢ todo el d¨ªa pidi¨¦ndome que me ponga ropa larga".
Guarda [Rosa], una joven de 27 a?os que cubre su cabello con el hiyab, la interrumpe y se dirige al periodista. "Yo si me animo a lo mejor me pongo el niqab. Me siento m¨¢s valorada si me cubro. Si vuelve por aqu¨ª en un par de meses a lo mejor me encuentra totalmente tapada. No conozco a nadie con burka, pero todas las chicas que se ponen el niqab son guapas, o morenas de ojos negros o rubias de ojos verdes y azules. Esto es igual que si viene tu hijo un d¨ªa y te dice que es gay. Llevar el niqab no es obligatorio, el pa?uelo s¨ª".
-?Has le¨ªdo el libro T¨² puedes ser la mujer m¨¢s feliz del mundo?
-S¨ª, me parece maravilloso. Me ha ayudado y cambiado mucho. No hay sometimiento de la mujer al hombre. Solo amor.
La peluquera Abida asoma tras las cortinas y espeta: "Yo he estudiado ¨¢rabe y no me gusta el burka. Es una exageraci¨®n. No le veo justificaci¨®n ni religiosa ni personal. Llevan una vida muy aburrida. Mi hermana no puede venir ni al campo ni a la playa con nosotras", reconoce Saida.
Las mujeres espa?olas que usan el niqab en Melilla no se ba?an en sus playas. Cruzan la frontera, donde se tienen que identificar, y viajan en coche hasta un lugar secreto que muy pocos conocen, una peque?a playa en Marruecos que alquilan sus maridos para que nadie pueda verlas. "Van a una playa marroqu¨ª y se ba?an solas durante la noche. La compran por horas sus esposos. No creo que la encuentre, es uno de sus secretos mejor guardados", dice Abida.
En la despedida, Mim¨®n, la madre de Chadia, niega la mano al periodista y lanza una pregunta: "A las ni?as cristianas las dejan ir con minifalda. ?Por qu¨¦ no se respeta a las musulmanas que van tapadas y recatadas? Cuando Chadia abre la puerta de su casa cubre su rostro con el burka y sus ojos desaparecen: "Vayan con Al¨¢".
'T¨² puedes ser la mujer m¨¢s feliz del mundo'
En los tenderetes aleda?os a la mezquita central de Melilla, la m¨¢s grande y concurrida de la ciudad, a unos veinticinco minutos a pie desde la casa de Chadia, se puede comprar la obra T¨² puedes ser la mujer m¨¢s feliz del mundo, del doctor Aid al Qarni. Un libro de 197 p¨¢ginas que cuesta 17 euros y que se ha convertido en una gu¨ªa espiritual y de comportamiento para j¨®venes melillenses como Chadia a las que se anima a obedecer a sus maridos, recluirse en sus hogares y a ser "perfectas". Sus p¨¢ginas est¨¢n trufadas de palabras como amor, felicidad, coraz¨®n, perd¨®n y fe, pero el lector se encuentra con preguntas como esta: "?Puede ser feliz la mujer que muestra su belleza a los perros salvajes y ostenta sus encantos a los lobos?". Y frases donde se inculca la obediencia y el sometimiento de la mujer: "La mujer ejemplar es amable con su esposo y no hace nada para atormentar la vida de ambos", "Ten cuidado de imitar a las mujeres inmorales. Un Hadiz dice: 'Allah maldice a los hombres que imitan a las mujeres y a las mujeres que imitan a los hombres'. Ten cuidado con imitar a los hombres, estar a solas con un hombre no familiar, viajar sin Mahram (familiar hombre), perder la modestia y el pudor, no vestirse correctamente... Permanece en tu hogar y no lo dejes excepto por razones serias y necesarias...". -
Fracaso escolar en Melilla: 42,4%
Ninguno de los institutos p¨²blicos de Melilla en los barrios de mayor¨ªa musulmana ha tenido casos de ni?as que, como Chadia, deseen acudir a estudiar en burka. Pero sufren otros problemas, por ejemplo, una tasa de fracaso escolar del 42,4% en 2010, que triplic¨® la media europea (14%) y super¨® la espa?ola (30,8%). Jos¨¦ C¨¢rdenas, de 44 a?os, profesor del instituto Juan Jos¨¦ Fern¨¢ndez, asegura que las ni?as vienen vestidas como quieren. "El respeto al hiyab (pa?uelo) es total. Si prohibi¨¦ramos el velo tendr¨ªamos que cerrar. Cuando escuchamos en televisi¨®n que hay un problema en alg¨²n colegio de la Pen¨ªnsula nos llama la atenci¨®n. No tenemos s¨ªmbolos, ni de unos ni de otros", dice orgulloso.
El asistente social Jaime L¨®pez, de 44 a?os, puntualiza que hace un a?o una ni?a acudi¨® al colegio con niqab, la prenda que tapa toda la cara menos los ojos. "Solo vino un d¨ªa. Ten¨ªa 16 a?os y dej¨® de asistir a clase porque se cas¨®. Pas¨® del pa?uelo al niqab y al matrimonio. Los padres quer¨ªan que siguiera estudiando, pero ella no. Faltaba mucho a clase y la familia era humilde".
Jos¨¦ Antonio Ruiz, director del instituto Leopoldo Queipo, est¨¢ atareado con las pruebas de selectividad. "Un 50% de nuestras alumnas llevan pa?uelo, pero no hay ning¨²n problema. No s¨¦ la religi¨®n de mis alumnas, ni me lo planteo. Es una opci¨®n personal. Nunca ha aparecido una ni?a con burka o niqab". Pedro Cort¨¦s, director del instituto Reina Victoria Eugenia, es m¨¢s conciso: "Problemas cero. Ninguno". -
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