Ahora va en serio
Algo huele a podrido cuando Dinamarca reintroduce los controles fronterizos; cuando Francia e Italia aprovechan la crisis tunecina para tratar de limitar la circulaci¨®n de personas. Algo pasa cuando Holanda y Finlandia (con partidos a la derecha de la derecha ganando peso) se resisten a financiar rescates de segunda divisi¨®n que no impiden que Irlanda, Portugal y sobre todo Grecia sigan al borde del precipicio. Cuando Alemania incendia la crisis del euro ligando las soluciones a su calendario electoral y reedita una historia en la que cada dos generaciones los alemanes olvidan de d¨®nde vienen. Y sobre todo cuando las autoridades europeas no consiguen dar un golpe de tim¨®n que impida que una crisis acotada (los pa¨ªses rescatados suponen el 6% del PIB de la eurozona) acabe llevando a los b¨¢rbaros a las puertas de Roma y Madrid. El euro, un ¨¦xito rotundo durante 10 a?os, lleva 20 meses aireando las verg¨¹enzas de Europa; el declive de la econom¨ªa suele anunciar la decadencia de los imperios.
La reacci¨®n habitual ante un acontecimiento extremo, ante una crisis feroz, consiste en afirmar que era imprevisible, seg¨²n John Cassidy (Por qu¨¦ quiebran los mercados). El ataque japon¨¦s a Pearl Harbor, los atentados terroristas del 11-S, el colapso de la banca en EE UU: en esos y en otros casos las autoridades afirmaron que no ten¨ªan indicios de lo que pod¨ªa suceder; en todos esos casos hab¨ªa evidencias de lo que se estaba fraguando (aunque es curiosa esa claridad con la que se advierten las cosas a posteriori). Esta vez va a ser dif¨ªcil explicar la crisis europea atendiendo a ese modelo: es in¨²til aducir que era imprevisible.
Las autoridades se han mostrado incapaces de gestionar la crisis del euro, que es en realidad la crisis del proyecto europeo. Se dedican a poner parches, a aplazar la adopci¨®n de una soluci¨®n definitiva poniendo en evidencia la principal fragilidad de la UE: la falta de uni¨®n pol¨ªtica obliga a demorarse para fraguar complicados acuerdos, mientras los mercados castigan en el cort¨ªsimo plazo. Lleg¨® el momento de la caza mayor. Italia y Espa?a (con problemas muy distintos pero algo en com¨²n, su gran tama?o) pueden estar en el disparadero si Berl¨ªn y compa?¨ªa siguen con esa tibieza que lleva esta crisis hasta un segundo estadio: que la crisis iba en serio Europa solo parece comprenderlo demasiado tarde.
Nadie dice que la soluci¨®n sea sencilla. En los cen¨¢culos pol¨ªticos europeos hace tiempo que se tiene conciencia de la imposibilidad de que algunos pa¨ªses atiendan sus compromisos, y aun as¨ª han aplazado la soluci¨®n con la excusa de que estaban comprando tiempo para resolver los problemas en los grandes pa¨ªses y en la banca. Sin resultado: la crisis acecha a Italia y Espa?a y la banca afronta esta semana un examen decisivo. Llegados a este punto, hay que resolver al menos dos cuestiones. Una: qui¨¦n paga la fiesta, los contribuyentes o el sistema financiero; Europa ha tratado hasta ahora de trampear con una soluci¨®n mixta, boicoteada por las agencias de rating. Y dos: qu¨¦ va a pasar en los pa¨ªses que aplican duras pol¨ªticas de austeridad, recorte tras recorte, donde los datos no van a tardar en poner de manifiesto que as¨ª es m¨¢s dif¨ªcil recuperarse, y que sin crecer dif¨ªcilmente se pueden pagar las deudas.
Hay una tercera cuesti¨®n. Europa se meti¨® en la uni¨®n monetaria a sabiendas de la inestabilidad que genera una moneda com¨²n en pa¨ªses con estructuras tan diferentes (Antonio Torrero: La crisis financiera internacional). Sus arquitectos pensaban que los pasos hacia una mayor uni¨®n pol¨ªtica llegar¨ªan cuando la necesidad fuera acuciante. Si los mercados confirman que Italia y Espa?a son carne de ca?¨®n, ese momento ha llegado. Pero cuidado: el problema de pasearse al borde del abismo con frecuencia es que en una de esas caminatas uno acabe despe?¨¢ndose monta?a abajo.
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