EL 'Via Crucis' de Juan Mora
El Juan Palomo, o sea, Juli¨¢n L¨®pez El Juli, se hizo acreedor de lo poco bueno y lo mucho malo-mal¨ªsimo de la corrida de ayer. ?Por qu¨¦? Porque los toros de N¨²?ez del Cuvillo son los que El Juli impuso para torear su segunda tarde en Pamplona. Los cuatro primeros toros no pod¨ªan con su alma. Doblaron las manos, eran inv¨¢lidos, al que ten¨ªa los cuartos traseros decentes se le doblaron las manos. El segundo toro, el que correspondi¨® a Juan Palomo, se desplom¨® en plena faena. Tuvieron que apuntillarle en la plaza. Mas no se crea que fue porque se lesionara. No. No se levant¨® porque ni ten¨ªa fuerza ni ganas de levantarse, y porque, especialmente, carec¨ªa de raza alguna. Aquel toro, no era toro, era un animal de especie cobarde desconocida. Una verg¨¹enza con cuernos.
N??EZ / MORA, JULI, CASTELLA
Toros de N¨²?ez del Cuvillo: desiguales de presentaci¨®n, escasa fuerza, algunos como almas en pena. El m¨¢s toreable, el quinto.
Juan Mora: media estocada desprendida (silencio); durante la faena a su segundo sufri¨® dos estremecedoras cornadas, una en la bolsa escrotal y otra en el muslo. Mat¨® su toro El Juli: dos pinchazos, estocada trasera y descabello (saluda un miembro de la cuadrilla de Juan Mora).
El Juli: (el toro fue apuntillado en la plaza) (silencio); bajonazo trasero (dos orejas, sale a hombros).
Sebasti¨¢n Castella: pinchazo hondo y dos descabellos (silencio); estocada ca¨ªda (palmas).
Plaza de toros de Pamplona. D¨¦cimo y ¨²ltimo festejo de feria. Lleno.
Luego lleg¨® el quinto toro, al que no le picaron. Otra modalidad. Como El Juli vio que el toro no ten¨ªa fuerza, no quiso que le picaran. Es esa otra modalidad que decimos, torear a un toro no picado. Luego dir¨¢n los palmeros de este torero que hizo una faena cumbre, con poder, pero hay que decirles que de ese modo no se puede aplaudir a torero alguno. Si no hay toro, por muchas moner¨ªas que se hagan delante, no merece el honor que se le quiere dar. Para lograr el ¨¦xito que le ofrecieron en Pamplona, hubiera necesitado enfrentarse a un toro con la fuerza debida. Encima, despu¨¦s de matar de un bajonazo, le concedieron las dos orejas, por lo que sali¨® a hombros.
Juan Mora pas¨® a la enfermer¨ªa en su segundo. Lo mat¨® El Juli. El tiempo que estuvo Mora ante la cara del toro dej¨® aromas de bello toreo. Doblones mu toreros y unos naturales con esencia de terciopelo [El parte m¨¦dico emitido por el equipo del doctor Hidalgo dice que Mora presenta una cornada grave "en la parte superior cara posterior del muslo derecho, con dos trayectorias, una ascendente de 20 cent¨ªmetros hasta la pelvis y otra transversal de 15 cent¨ªmetros hasta el f¨¦mur].
De Sebasti¨¢n Castella poco que decir. No hizo nada en su primero, por falta de fuerza del toro. En su segundo, un toraco de 600 kilos, elabor¨® una faena sin relieve, ni siquiera lleg¨® a mostrar ese toreo suyo con vocaci¨®n de estatua de La Place Concorde.
Acabaron los Sanfermines 2011. Hace 50 a?os mor¨ªa Ernest Hemingway, gran promotor de las fiestas de Pamplona. Y hace nueve y cinco a?os, respectivamente, mor¨ªan Joaqu¨ªn Vidal -inolvidable cr¨ªtico de este peri¨®dico- y Alfonso Naval¨®n. Mucho hubiera dado el hombr¨®n de Illinois por entender de toros y escribir de la fiesta brava como lo hicieron los dos cr¨ªticos espa?oles nombrados. A Joaqu¨ªn Vidal por decir la verdad sin paliativos se le consider¨® un detractor de la fiesta. Ah¨ª estaban los profesionales del halago, palmeros sempiternos de las figuras, para corroborarlo, capaces de crear tumescentes campa?as en su contra. Pero como si dec¨ªan misa con capuz de esmeraldas. Vidal los despreciaba con su silencio a todos y a cada uno. A partir de la muerte de Joaqu¨ªn Vidal, volvieron a cobrar vuelo los reyes de la coba, esos aguamaniles de la fiesta. Algunos bajo el estigma de cr¨ªticos corruptos y otros como cr¨ªticos alondra (esos que escriben permanentemente para las madres de los toreros).
Ante tanta mediocridad inherente la fiesta brava durante los ¨²ltimos a?os, nada extra?o conten¨ªa el bol¨ªgrafo azul de Vidal que no estuviera impregnado de verdad. Nada ni nadie le hizo cambiar. Su muerte supuso para los buenos aficionados una p¨¦rdida may¨²scula. Se quedaron sin la referencia profunda, seria, cabal de aquel que contaba la verdad, sin ambajes ni camelancias. ?Qu¨¦ pena m¨¢s grande sent¨ª cuando la muerte se lo llev¨® por delante!
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