La suerte del C¨¦sar y la suerte del Imperio
Unos d¨ªas despu¨¦s de las elecciones auton¨®micas, me encontr¨¦ con un socialista hist¨®rico en Bruselas y le pregunt¨¦: "?Qu¨¦ pens¨¢is hacer con Zapatero?". La respuesta fue la misma que la del famoso discurso de Bruto tras asesinar a Julio C¨¦sar en la tragedia de Shakespeare. "A m¨ª qu¨¦ me importa la suerte del C¨¦sar, cuando lo que est¨¢ en juego es la suerte del Imperio".
Los barones socialistas han decidido que Zapatero siga siendo el secretario general, aunque su poder, como el del ¨²ltimo emperador de China, no traspase los muros de la Ciudad Prohibida. Ser¨¢ Rubalcaba quien decida, en funci¨®n de su estrategia electoral, qu¨¦ reformas econ¨®micas se acometen y cu¨¢les se postergan. Ser¨¢ tambi¨¦n ¨¦l qui¨¦n decida cu¨¢ndo se convocan las elecciones. Lo que deber¨ªa valorar es si lo que conviene al nuevo C¨¦sar, conviene tambi¨¦n al Imperio.
No es solo el zapaterismo o el PSOE los que est¨¢n en crisis, es toda la socialdemocracia
Democristianos y socialdem¨®cratas construyeron el Estado de bienestar
La Nueva V¨ªa de Zapatero, aparentemente una mezcla de socialdemocracia, republicanismo c¨ªvico y ecologismo, no ha sido en la pr¨¢ctica m¨¢s que radicalismo a la italiana regado con dinero p¨²blico. Zapatero, como el ciudadano Kane, no tiene bastante con el poder, necesita que le quieran. En su primera legislatura no aprovech¨® los a?os de vino y rosas para atacar los problemas de competitividad y tir¨® de gasto p¨²blico desde que entr¨® en La Moncloa, como si la herencia recibida y los ingresos derivados de la explosi¨®n del ladrillo fuesen un man¨¢ inagotable. El resultado es conocido: la demanda interna y el d¨¦ficit por cuenta corriente se desbocaron.
Cuando lleg¨® la crisis sufrimos m¨¢s que nadie, porque en los a?os de bonanza se incubaron tres desequilibrios typical spanish: el endeudamiento de familias y empresas, una fuerte exposici¨®n al mercado inmobiliario y unos costes laborales siempre por encima de la productividad. Resultados que no son consecuencia de una mala aplicaci¨®n de una buena pol¨ªtica; son la consecuencia inexorable de la aplicaci¨®n de unas recetas que ya hab¨ªan firmado su divorcio con la realidad mucho antes del colapso de Lehman Brothers.
Rubalcaba pretende ahora matizar las pol¨ªticas de Zapatero, en cuyo Gabinete ha tenido un papel relevante, pero no parece dispuesto a ir mucho m¨¢s lejos. La realidad es que Rubalcaba deber¨ªa afrontar una crisis que va mucho m¨¢s all¨¢ del zapaterismo, incluso m¨¢s all¨¢ de su partido, porque es la socialdemocracia la que est¨¢ en crisis. Lo dice bien John Gray, un conocido profesor de Oxford muy cercano a los laboristas: "A menos que las socialdemocracias europeas se transformen profunda y r¨¢pidamente, ser¨¢n barridas por el hurac¨¢n de la competencia mundial".
El declive pol¨ªtico de la izquierda europea empieza con la globalizaci¨®n y se hace m¨¢s evidente cuando ponemos en marcha una uni¨®n econ¨®mica y monetaria enel Tratado de Maastricht. La socialdemocracia no se adapta al cambio y se coloca en una situaci¨®n de fuera de juego que no ha corregido desde entonces. Aunque no soy socialista me preocupa el agotamiento intelectual de la socialdemocracia, porque su hundimiento allanar¨ªa el camino a quienes quieren desmantelar el Estado de bienestar, una conquista que fue posible gracias a la colaboraci¨®n entre democristianos y socialdem¨®cratas. Y no est¨¢ la Magdalena para tafetanes.
Los a?os de oro de la socialdemocracia son los de la posguerra, cuando se pod¨ªa limitar la circulaci¨®n de bienes y capitales mediante aranceles y controles de cambio. La apertura de las fronteras acaba con esta posibilidad. A mediados de los setenta, la subida de los precios del petr¨®leo, la competencia de los pa¨ªses emergentes y los cambios demogr¨¢ficos -ca¨ªda de la natalidad y aumento de la esperanza de vida- siembran dudas sobre la viabilidad del Estado de bienestar. En los ochenta se empieza a cuestionar otro de los iconos de la socialdemocracia: la progresividad del sistema fiscal. En un mundo sin fronteras, el impuesto sobre la renta queda reducido a un impuesto sobre los rendimientos del trabajo, porque todos los pa¨ªses compiten para atraer al ahorro, que necesitan tanto como el comer, y lo hacen dando cada d¨ªa mayores ventajas a las rentas del capital. Las cotizaciones sociales, el recurso con que se financiaba la sociedad del bienestar, empiezan a verse como un tributo que solo pagan los trabajadores, que dificulta la contrataci¨®n y que dispara los costes laborales, un elemento clave de la competitividad.
Hace un par de a?os parec¨ªa que la socialdemocracia podr¨ªa resucitar al rebufo de una crisis que, seg¨²n ellos, era debida a los excesos de la derecha neoconservadora. No hubo resurrecci¨®n y hoy los socialdem¨®cratas solo gobiernan en 5 de los 27 pa¨ªses de la UE (Austria, Chipre, Eslovenia, Espa?a y Grecia), siendo que hace 10 a?os gobernaban en 11 de 15.
Hasta aqu¨ª la historia, pero ?por qu¨¦ la socialdemocracia est¨¢ atravesando una crisis tan severa? En mi opini¨®n, los electores parecen haber comprendido que la sociedad del bienestar no sobrevivir¨¢ sin cambios radicales en el contexto de una crisis global. Los padres fundadores cre¨ªan que los gastos sociales se mantendr¨ªan normalmente bajo control y que, en caso de un desbordamiento transitorio, los ingresos derivados del crecimiento los financiar¨ªan sin problemas (Anthony Crosland, The future of socialism, 1956). Estas hip¨®tesis no han resistido el paso del tiempo.
En los pr¨®ximos a?os habr¨¢ que hacer un esfuerzo suplementario en materia de educaci¨®n, cuya debilidad explica la escasa productividad de la econom¨ªa espa?ola. En materia de pensiones, el esfuerzo tendr¨¢ que ser a¨²n mayor dado el envejecimiento de la poblaci¨®n. Solo hace unos a?os, cada pensionista era sostenido por cuatro trabajadores en activo; en unos a?os m¨¢s, deber¨¢ ser sostenido por dos trabajadores. En 1900, un jubilado viv¨ªa solo un a?o despu¨¦s de su jubilaci¨®n, hoy vive casi 20. En relaci¨®n a los gastos sanitarios, baste decir que en Reino Unido se han multiplicado por 10 en t¨¦rminos reales (descontando la inflaci¨®n) en los ¨²ltimos 60 a?os, mientras que la renta per c¨¢pita se ha multiplicado solo por cuatro.
Como recuerda Ulrich Beck, uno de los gur¨²s m¨¢s respetados por la izquierda, el Estado de bienestar ha entrado en una crisis profunda debido a la imposibilidad de sostener sus costos financieros y econ¨®micos en el marco de una globalizaci¨®n que pone en peligro su existencia. Dicho en rom¨¢n paladino: gastar m¨¢s cuando nos hemos empobrecido es un dislate que amenaza con abandonar a su suerte a los m¨¢s desfavorecidos, que son precisamente aquellos a quienes m¨¢s queremos y debemos ayudar.
Por si esto fuera poco, empieza a sospecharse que las pol¨ªticas socialdem¨®cratas, cuando superan ciertos niveles, terminan premiando actitudes de dependencia y desincentivando el esfuerzo y la iniciativa hasta extremos alarmantes. Algo que no casa con la necesidad de desenvolverse en un mundo cada d¨ªa m¨¢s competitivo.
Son los socialistas los que tienen que decidir lo que quieren hacer con su partido. Aqu¨ª en Bruselas, mis colegas eurodiputados llevan mucho tiempo repensando qu¨¦ hacer con la socialdemocracia en el futuro pr¨®ximo. En Espa?a, los socialistas celebrar¨¢n pronto una conferencia pol¨ªtica para hacer lo mismo. Pueden volver al ?No pasar¨¢n! para movilizar a su electorado o pueden apostar por poner al d¨ªa un ideario que se ha quedado claramente anticuado. A los dem¨¢s nos corresponde esperar, pero s¨ª me parece pertinente recordar que si queremos asegurar una educaci¨®n, una sanidad y unas pensiones de calidad para todos los ciudadanos solo hay un camino: aumentar la tasa de crecimiento potencial, recortar gasto p¨²blico superfluo, concentrar las prestaciones econ¨®micas en las personas con menos ingresos y, sobre todo, dise?ar un sistema de financiaci¨®n nuevo que sepa armonizar inteligentemente competitividad econ¨®mica y bienestar social. Estas reformas son tan profundas y afectan a tantas Administraciones -el Estado, comunidades aut¨®nomas y Seguridad Social- que solo podr¨¢n ser abordadas si los dos grandes partidos que alumbraron la sociedad del bienestar son capaces de ponerse de acuerdo para mantenerlo en una econom¨ªa globalizada. Eso es lo que le interesa al Imperio.
Jos¨¦ Manuel Garc¨ªa-Margallo y Marfil, eurodiputado del PP, es vicepresidente de la Comisi¨®n de Asuntos Econ¨®micos y Monetarios del Parlamento Europeo.
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