Democracia y justa indignaci¨®n
En un reciente art¨ªculo publicado en este mismo diario, Antoni Dom¨¦nech y Daniel Ravent¨®s propon¨ªan alternativas viables para ayudar a salir de este caos econ¨®mico y pol¨ªtico, que perjudica a todos, pero especialmente a los m¨¢s d¨¦biles. No puedo estar m¨¢s de acuerdo, y quisiera insistir en que hay alternativas a lo que sucede, alternativas que pasan por construir democracias aut¨¦nticas y por dar cuerpo con nuevas f¨®rmulas al Estado Social de Justicia, la gran aportaci¨®n de Europa. En ello y en el dise?o de una gobernanza global creo que nos jugamos el futuro. En lo que hace a la democracia, ser¨ªa el momento de instaurar una bien entendida democracia deliberativa.
La democracia deliberativa es representativa, sabe que el mejor modelo consiste en la participaci¨®n del pueblo en los asuntos p¨²blicos a trav¨¦s de representantes elegidos, a los que pueden exigirse competencia y responsabilidades. Pero exige llevar a cabo al menos cuatro reformas: perfeccionar los mecanismos de representaci¨®n para que sea aut¨¦ntica, dar mayor protagonismo a los ciudadanos, tratar de asegurar a todos al menos unos m¨ªnimos econ¨®micos, sociales y pol¨ªticos, y propiciar el desarrollo de una ciudadan¨ªa activa, dispuesta a asumir con responsabilidad su protagonismo.
Lo que sucede, la injusticia, tiene alternativas. Pueden surgir de la democracia deliberativa
En lo que hace a la primera tarea, conseguir una mejor representaci¨®n no es f¨¢cil, pero cabr¨ªa ir proponiendo sugerencias como asegurar la transparencia en la financiaci¨®n de los partidos para evitar la corrupci¨®n; confeccionar listas abiertas, que permiten a los ciudadanos no votar a quienes no desean y quitan fuerza a los aparatos, evitando en cada partido el monopolio del pensamiento ¨²nico; eliminar los argumentarios, esos nuevos dogmas a los que se acogen militantes y medios de comunicaci¨®n afines, impidiendo que las gentes piensen por s¨ª mismas; prohibir el mal marketing partidario, que consiste en intentar vender el propio producto desacreditando al competidor, olvidando que el buen marketing convence con la bondad de la propia oferta; penalizar a los partidos que, al acceder al poder, no cumplen con lo prometido ni dan raz¨®n de por qu¨¦ no lo hacen; acabar con la partidizaci¨®n de la vida p¨²blica, con la fractura de la sociedad en bandos en cualquiera de los temas que le afectan; propiciar la votaci¨®n por circunscripciones, favoreciendo el contacto directo con los electores.
Estas ser¨ªan algunas propuestas para mejorar la representaci¨®n, pero la buena representaci¨®n, con ser esencial, no es el ¨²nico camino para que los ciudadanos expresen su voluntad.
Es necesario multiplicar las instancias de deliberaci¨®n p¨²blica, en comisiones, comit¨¦s y otros lugares cualificados de la sociedad civil, impulsar las "conferencias de ciudadanos", y abrir espacios para que las gentes puedan expresar sus puntos de vista. Este es el espacio de la opini¨®n p¨²blica -no solo publicada-, indispensable en sociedades pluralistas, que hoy se ampl¨ªa en el ciberespacio, pero sigue reclamando lugares f¨ªsicos de encuentro, de debate cara a cara, porque nada sustituye la fuerza de la comunicaci¨®n interpersonal.
Un paso m¨¢s consistir¨ªa en delimitar, como m¨ªnimo, una parte del presupuesto p¨²blico, y dejarla en manos de los ciudadanos para que decidan en qu¨¦ debe invertirse, mediante deliberaci¨®n bien institucionalizada y controlada, aprendiendo de experiencias como las de Porto Alegre, Villa del Rosario, Kerala y una infinidad de lugares no tan emblem¨¢ticos a lo largo y ancho de la geograf¨ªa. Y someter a refer¨¦ndum cuestiones vitales para la marcha del pa¨ªs, siempre que hubiera amplios debates sobre los temas en discusi¨®n, con la inclusi¨®n de conferencias de ciudadanos.
Todo esto tiene sentido, claro est¨¢, asegurando a todos al menos unos m¨ªnimos c¨ªvicos, econ¨®micos y pol¨ªticos, que es a lo que se compromete el Estado Social de Derecho, que es el nombre pol¨ªtico del pa¨ªs en el que vivimos, y propiciando que exista una ciudadan¨ªa activa, consciente de sus derechos y tambi¨¦n de sus responsabilidades.
La meta consiste, como es obvio, en ir consiguiendo que los destinatarios de las leyes, los ciudadanos, sean tambi¨¦n sus autores, a trav¨¦s de la representaci¨®n aut¨¦ntica y la participaci¨®n de los afectados.
Algo as¨ª es lo que promete el t¨¦rmino "democracia", que usamos para el mejor sistema de gobierno experimentado hasta la fecha. Pero cuando las promesas no se cumplen, cuando hay un abismo entre las expectativas leg¨ªtimas y las realizaciones porque el paro es escandaloso, aumenta la pobreza, las hipotecas no se pueden pagar, se deteriora la sanidad p¨²blica, crece la corrupci¨®n, se destruye la separaci¨®n de poderes, se "fugan" a Alemania o Estados Unidos los mejor preparados y Bildu ocupa puestos de responsabilidad p¨²blica, surge la indignaci¨®n en muy diversos sectores, y no cabe decir que las gentes se desinteresan de la pol¨ªtica: se desinteresan de un modo de funcionar la pol¨ªtica al que no le importan sus problemas.
Sin capacidad de indignaci¨®n -dec¨ªa Nancy Sherman- podemos no percibir las injusticias. Pero una vez percibidas, con sentido de la justicia, se hace necesario buscar los caminos para acabar con ellas y tal vez la democracia deliberativa sea un buen mecanismo para ello.
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia y directora de la Fundaci¨®n ?TNOR.
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