Camps, de cuerpo presente
Francisco Camps volvi¨® ayer a las Cortes Valencianas despu¨¦s de haber sido despe?ado por su partido tras la orden del juez de sentarlo en el banquillo por cohecho. Entr¨® por la puerta principal, ensartado en la columna de arropamiento de Alberto Fabra, como si todav¨ªa fuera la punta de lanza de esa cabalgata. Sin embargo, era el ¨²nico que sonre¨ªa entre las expresiones torturadas de los dem¨¢s, que iban, en una compleja gradaci¨®n, del agobio a la mortificaci¨®n (la que mejor refiere qu¨¦ est¨¢ ocurriendo en el PP es, sin duda, la de la vicepresidenta Paula S¨¢nchez de Le¨®n).
La presencia de Camps en las Cortes no es una buena noticia para el PP. Dej¨® el cargo, pero no evitar¨¢ el juicio como pretend¨ªa Mariano Rajoy. Su argumento fue como el efecto secundario de una escenograf¨ªa alumbrada en un amasijo de Chueca y S¨®focles. Como todas las defensas que hizo de s¨ª mismo durante este penoso proceso. Y eso apunta por d¨®nde va a llevar el asunto Camps en los pr¨®ximos meses, en los que la posibilidad del adelanto electoral gana cada vez m¨¢s fuerza. Rajoy ha conseguido desconectar el cable de la cuenta atr¨¢s de Camps al alejarlo del Palau de la Generalitat para que ¨¦l pueda estar libre de pecado como candidato, pero su carga explosiva sigue intacta, sometida a la alta temperatura pol¨ªtica y judicial en las Cortes Valencianas. O lo que puede ser m¨¢s inquietante: a su bamboleo emocional, ahora cocido por las decepciones derivadas de su nueva realidad, una vez apeado de la nube en la que lo han mantenido el cargo y su entorno.
Aunque Rafael Blasco le abri¨® la puerta para salir del hemiciclo (ayer tambi¨¦n apunt¨® en esa direcci¨®n Esteban Gonz¨¢lez Pons al decir que "es una decisi¨®n personal¨ªsima"), el expresidente, que no obstante se cree inocente de las acusaciones, se aferra al esca?o para no perder el aforamiento. Pero su obcecaci¨®n personal compromete al partido y, sobre todo, al nuevo presidente del Consell, Alberto Fabra, quien, una vez declamada la loa ante su sepulcro y secada la lagrimita, necesita que desaparezca de la escena para llevar a cabo su proyecto sin m¨¢s lastres que los que le han tocado en la herencia. Sin embargo, y para colmo, la c¨²pula del partido no solo no ha movido un dedo por suspenderlo de militancia, sino que ha estado enalteciendo su "honestidad" y creando las expectativas de que cuando pase este "par¨¦ntesis" va a volver por la puerta grande.
Si Camps decide acudir con regularidad a las Cortes, su presencia se convierte en un fil¨®n para la oposici¨®n, que ir¨¢ adecuando su discurso a las eventualidades judiciales del expresidente (tambi¨¦n a las del diputado Ricardo Costa, que corre parejo en este negocio). Y si resuelve no volver al hemiciclo y ser un diputado el¨ªptico, el vac¨ªo de su esca?o se convertir¨¢ en un goloso punto de tensi¨®n en cualquier debate parlamentario.
De cualquier modo, de cuerpo presente o ausente, Camps es un estorbo para el PP. Se ha convertido en una referencia inc¨®moda, insostenible para los suyos. Ayer todav¨ªa not¨® el calor de quienes hasta ahora le han estado haciendo la ola y pas¨¢ndole la mano por el lomo, pero dentro de nada cambiar¨¢n de acera para evitar estrecharle la mano. Es el peor escenario que pod¨ªa imaginar el expresidente. Y aunque ¨¦l mismo ha contribuido a este desenlace tratando de vivir al margen de la realidad, su entorno es el principal responsable por dejar deteriorar su imagen al m¨¢ximo y trasladar esa tensi¨®n a la actual legislatura.
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