Relatos
Bell¨ªsima la corniche entre Zumaia y Zarautz el pasado domingo. Un esfumato celeste de tonos grises y el mar como una l¨¢mina s¨®lida de mica. Alguna forma cenicienta parec¨ªa dibujar en la altura un empe?o por liberarse, por alentar un vuelo pese a su quietud, y so?¨¦ con un ave, quiz¨¢ un albatros de espuma, que se posara sobre el metal marino y depositara un huevo. No tuve ninguna duda de que lo ¨²nico que podr¨ªa brotar de aquel huevo ser¨ªa una idea. ?De qu¨¦ forma podr¨ªa manifestarse ¨¦sta, cabr¨ªa para ella alg¨²n tipo de visibilidad? Tal vez fuera una f¨®rmula, la expresi¨®n definitiva que resolviera las irreconciliables diferencias que nos enfrentan, esa mara?a en la que el dolor y el triunfo se enredan y que parece imposible que pueda desliarse alg¨²n d¨ªa. En los conflictos humanos, sin embargo, las f¨®rmulas tienen escasa validez y no son las ideas, sino los relatos, los que al parecer han de confluir para que se reinstaure alg¨²n tipo de concordia. Si la historia s¨®lo ocupara el pasado, la celebrar¨ªamos como un don inocuo. Pero, no, la historia verdadera la llevamos impresa en la carne, y no hay lejan¨ªa desde la que no pueda anunciarnos su presencia aqu¨ª y ahora.
Tenemos relatos y es tambi¨¦n de ellos de los que habla Joseba Urrusolo en una entrevista reciente. Sostiene que ser¨¢ dif¨ªcil llegar a un relato compartido del papel de ETA y que los habr¨¢ diferentes seg¨²n los distintos puntos de vista. Y a?ade: "pero quiz¨¢ lo importante ser¨¢ llegar a compartir un relato de lo que no debi¨® ocurrir". La frase suscita mi inter¨¦s y me pregunto por el alcance de esa exigencia. Si fue ETA lo que no debi¨® ocurrir, la aceptaci¨®n de ese relato supondr¨ªa su condena. Las palabras posteriores de Urrusolo me parece, sin embargo, que limitan ese alcance. Son determinadas actuaciones de ETA, especialmente crueles - pienso en Hipercor, en el asesinato de Miguel ?ngel Blanco, etc.- las que no debieron ocurrir. Es decir, no debieron ocurrir justo aquellas actuaciones que indujeron a un cambio de relato, al paso de la ETA-Robin Hood, cuyas acciones hallaban justificaci¨®n en el c¨¦lebre "algo habr¨¢ hecho", a la ETA-Al Capone, indefendible hasta para sus propios militantes, v¨¦ase el mismo Urrusolo.
La distinci¨®n entre actos y actos, adem¨¢s de ingenua, resulta cruel para el sufrimiento de quienes los padecieron. El horror del asesinato de Miguel ?ngel Blanco se extiende a toda la historia de ETA, y su dolor al de todas sus v¨ªctimas. Este es el relato b¨¢sico en el que tendremos que estar de acuerdo y con el que Urrusolo lo est¨¢ de hecho cuando pide a ETA -y m¨¢s all¨¢, a toda la izquierda abertzale- que reconozca el dolor causado. Sin ese reconocimiento no podr¨¢ darse una convivencia normalizada. Tampoco podr¨¢n liberarse todos los relatos, esos otros relatos que tambi¨¦n implican sufrimiento y que han de tener acogida y reconocimiento en una sociedad que hallar¨¢ su salvaci¨®n, m¨¢s all¨¢ de los relatos, en el ejercicio activo de sus valores morales.
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