'La piel que habito'
Hace muchos a?os un lector me dijo que no soportaba a Fernando Vallejo. Era raro que un lector no soportara a Vallejo, que hab¨ªa escrito una novela memorable, La virgen de los sicarios, llena de la contundencia moral con la que aborda el colombiano su propia biograf¨ªa.
As¨ª que le pregunt¨¦ a este amigo qu¨¦ hab¨ªa pasado. Y me dijo: "Es que empec¨¦ a leer La virgen de los sicarios y...". Las razones que uno no sabe explicar est¨¢n siempre en los puntos suspensivos. Lo que le hab¨ªa ocurrido fue que ¨¦l no hab¨ªa sabido esperar por el libro; lo empez¨® a leer, el libro le fue diciendo unas cosas y a ¨¦l se le fue el tiempo esperando otras. Espera por el libro, le dije.
Eso hizo. Muchos a?os despu¨¦s me vino con el resumen sentimental de otros libros de Vallejo, y estaba sobre todo conmovido ante un libro extra?o, como un pu?etazo en el est¨®mago de la historia y de la vida, pues el libro es y no es una historia de la madre como circunstancia radical de nuestras trayectorias.
La pel¨ªcula de Almod¨®var apela al alma que nos gusta y a la que nos disgusta. Trata de la venganza
Pens¨¦ en lo que le hab¨ªa pasado a mi amigo con Vallejo y La virgen de los sicarios algunos d¨ªas despu¨¦s de haber visto (ver, me parece, no es una buena palabra para el cine) la ¨²ltima pel¨ªcula de Pedro Almod¨®var, La piel que habito. Ignoro si Vallejo la ver¨¢ alguna vez, all¨¢ en M¨¦xico, donde reside y vive, pero s¨ª estoy seguro de que ¨¦l entender¨ªa esa pel¨ªcula como la extraordinaria explicaci¨®n de la venganza como el m¨¢s fr¨ªo de los afectos.
En todo caso, vi esa pel¨ªcula en una g¨¦lida sala de cine de preestreno, rodeado de periodistas que no expresaban nada (y as¨ª sucede en estos ejercicios de visi¨®n cinematogr¨¢fica) y sal¨ª de all¨ª perturbado, como si alguien me hubiera dado un golpe en la barriga mientras esperaba un saludo. La pel¨ªcula tiene el calor de la luz cenital, el ¨¢mbito perfecto y perturbador de un quir¨®fano; y no es extra?o, pues de quir¨®fanos va; desde el inicio, el filme est¨¢ marcado por los tonos de la amenaza y de la venganza, y del chantaje, que son fen¨®menos viejos que adoptan, en todos los tiempos, las sustancias mentirosas o falaces de cada ¨¦poca.
Cada movimiento de la c¨¢mara te lleva, indefectiblemente, a tus propios defectos, el de la venganza sobre todo, de modo que te revuelves en el asiento como si te estuvieran se?alando con el dedo. Hasta que la pureza de los s¨ªmbolos te se?ala tanto que t¨² dices, en ese mismo sitio, revuelto como est¨¢s contra ti mismo y contra el filme: "Ese no soy yo, eso no pasa".
Y ya fui derivando hacia los territorios adyacentes, hasta que, como hizo mi amigo con La virgen de los sicarios, decid¨ª que la pel¨ªcula me hab¨ªa abandonado, que yo no ten¨ªa nada que ver con ese universo, que era como hielo en mis tripas, revueltas por la presencia cada vez m¨¢s amenazadora de la sustancia espiritual del filme: venganza, chantaje, suplantaci¨®n...
Pasaron unos d¨ªas desde que sal¨ª atolondrado de la sala de cine matinal (aconsejo no ver cine por la ma?ana: produce alucinaciones) hasta que el filme volvi¨® a mi encuentro en un envoltorio nuevo; y no era un envoltorio intelectual, era un envoltorio sentimental, perturbador, ajeno y cercano, y profundamente humano. Como si Almod¨®var hubiera decidido hacer una disecci¨®n personal de lo que est¨¢ en lo m¨¢s rec¨®ndito de sus perturbaciones personales y acometiera la enorme tarea (propia de Kafka o de Onetti) de contar el alma rasg¨¢ndosela.
El alma no es esa parte caritativa de los seres; el alma es todo, lo bueno y lo malo, la derecha y la izquierda en el cosmos, lo que queremos y lo que odiamos, lo que nos sirve y lo que no nos sirve de nosotros mismos. Toda esa secuencia ¨²nica que es la pel¨ªcula apela al alma que nos gusta y al alma que nos disgusta; es una pel¨ªcula sobre la venganza, y la venganza es la piel que nos habita.
Esas sensaciones fueron las que me volvieron como un torbellino cuando ya era tarde para decirles nada a las personas que me preguntaron "?y qu¨¦ te pareci¨® la pel¨ªcula?". ?La pel¨ªcula me hab¨ªa llegado tarde? No, yo hab¨ªa llegado tarde a la pel¨ªcula, a sus s¨ªmbolos, al discurso circular, tan arriesgado, que el cineasta nos deja como un regalo, acaso el m¨¢s complicado, de su alma compleja.
Una vez vi a Almod¨®var en un oscuro restaurante de provincias, solo, mirando a los vac¨ªos en los que se fijan los artistas cuando no hay luces alrededor. Lo not¨¦ melanc¨®lico, como si estuviera deglutiendo un plato vac¨ªo, rompiendo una esperanza a ver qu¨¦ ten¨ªa dentro. Ahora cada vez que pienso en ¨¦l, y mucho m¨¢s despu¨¦s de haber entrado en la pel¨ªcula, lo noto como si estuviera en aquel local oscuro.
Muchos lo conocieron en tiempos de mucha luz roja, en el Madrid de la movida despu¨¦s de lo inm¨®vil. Luego han pasado muchas cosas. Y ¨¦l habr¨¢ entendido algunas aristas que en su pel¨ªcula son met¨¢foras de lo que ha visto. Eso convierte el filme al que algunos llegamos tarde en una piel especial que trasluce mucho de la piel de Almod¨®var. Onetti tiene un cuento, El infierno tan temido, que trata el mismo asunto que este que aborda Pedro en La piel que habito. Entrar en ese cuento ofrece la misma dificultad que la que hallamos ante Vallejo o ante este Almod¨®var. Dec¨ªa Cocteau: "Aquello que los dem¨¢s rechazan de ti, cult¨ªvalo; eso eres t¨² mismo". Pues sirve para leer o para ver: si lo rechazas, a lo mejor es que trata de ti.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.