Una ventana a un futuro diferente
El escritor israel¨ª considera que el movimiento de protesta es una ocasi¨®n ¨²nica para la refundaci¨®n de un pa¨ªs que necesita como pocos la cohesi¨®n social
El s¨¢bado 30 de julio por la tarde, mientras nos manifest¨¢bamos en Jerusal¨¦n, mir¨¦ a mi alrededor y vi un r¨ªo de gente que recorr¨ªa las calles. Hab¨ªa miles de personas que llevaban a?os sin hacer o¨ªr sus voces, que hab¨ªan abandonado toda esperanza de cambio, que se hab¨ªan encerrado en sus problemas y su desesperaci¨®n.
No les result¨® f¨¢cil unirse a los j¨®venes ruidosos provistos de altavoces. Quiz¨¢ por la timidez propia de unas personas poco acostumbradas a levantar la voz, sobre todo en medio de un coro de gritos. A veces, ten¨ªa la impresi¨®n de que nos mir¨¢bamos asombrados e incr¨¦dulos, sin creernos del todo lo que sal¨ªa de nuestras bocas. ?De verdad ¨¦ramos aquella turba, aquella muchedumbre indignada, que levantaba el pu?o como hab¨ªamos visto hacer en T¨²nez y Egipto, en Siria y Grecia? ?Quer¨ªamos serlo? ?Habl¨¢bamos en serio cuando grit¨¢bamos "?revoluci¨®n!"? ?Qu¨¦ ocurrir¨ªa si lo consegu¨ªamos y los lazos que manten¨ªan unida nuestra fr¨¢gil naci¨®n se deshac¨ªan? ?Y si las protestas y las pasiones se transformaban en anarqu¨ªa?
"Por primera vez en decenios hay un programa com¨²n humano y c¨ªvico"
"La ocupaci¨®n es lo que m¨¢s ayuda al fracaso del sistema de alerta social"
"Hace tiempo que no hablamos entre nosotros, y m¨¢s a¨²n que no escuchamos"
Sin embargo, despu¨¦s de un rato de desfilar, algo empez¨® a recorrer nuestras venas: el ritmo, la energ¨ªa, el sentimiento de unidad. No una unidad que nos intimidase y nos aplastara, sino una unidad heterog¨¦nea, abigarrada, familiar e individual al mismo tiempo, una unidad que nos proporcionaba un fuerte sentimiento: aqu¨ª estamos, haciendo lo que es debido. Por fin.
Pero entonces lleg¨® la desolaci¨®n: ?d¨®nde est¨¢bamos hasta ahora? ?C¨®mo hemos permitido todo esto?
?C¨®mo pudimos resignarnos a que el Gobierno elegido por nosotros convirtiera nuestros sistemas de educaci¨®n y de salud en un lujo? ?Por qu¨¦ no gritamos y protestamos cuando el Ministerio de Econom¨ªa aplast¨® a los trabajadores sociales en huelga, y antes de ellos a los discapacitados, a los supervivientes del Holocausto, los ancianos y los jubilados? ?C¨®mo es posible que durante a?os empuj¨¢ramos a los pobres y los hambrientos a una vida de humillaciones sin fin, en comedores sociales y otras instituciones de beneficencia? ?C¨®mo es posible que abandon¨¢semos a los trabajadores extranjeros a merced de personas que les persegu¨ªan y les vend¨ªan como esclavos de todo tipo, incluso sexuales? ?Por qu¨¦ nos acostumbramos a la rapi?a de las privatizaciones, que provoc¨® la p¨¦rdida de la solidaridad, la responsabilidad, la ayuda mutua, el sentimiento de pertenecer a una misma naci¨®n?
Por supuesto, semejante apat¨ªa se debi¨® a muchos motivos, pero, en mi opini¨®n, la ocupaci¨®n es el factor que m¨¢s ha contribuido al fracaso de los sistemas de control y alerta en la sociedad israel¨ª. Los sectores m¨¢s enfermos y perversos de nuestra sociedad salieron a la superficie mientras nosotros, tal vez por temor a enfrentarnos a la realidad de nuestras vidas, nos dedic¨¢bamos con gran placer a todo tipo de cosas concebidas para embrutecer nuestros sentidos y ocultar esa realidad. De vez en cuando, cuando nos mir¨¢bamos en el espejo, algunos se sent¨ªan satisfechos por lo que ve¨ªan y otros se estremec¨ªan, pero incluso estos ¨²ltimos dec¨ªan: bueno, qu¨¦ se le va a hacer; suspiraban y le echaban la culpa a La Situaci¨®n [el conflicto ¨¢rabe-israel¨ª], como si fuera nuestro destino o un decreto de las alturas. M¨¢s a¨²n, dejamos que la televisi¨®n comercial llenara el vac¨ªo en nuestra conciencia colectiva y pasamos a definirnos en funci¨®n de luchas por la supervivencia y comportamientos depredadores, a atacarnos unos a otros sin piedad y a despreciar a cualquiera que fuera m¨¢s d¨¦bil, o diferente, o menos bello, menos rico o menos listo. Hace a?os que no hablamos entre nosotros, y m¨¢s tiempo a¨²n que no escuchamos. Al fin y al cabo, en una atm¨®sfera de codicia y ego¨ªsmo, c¨®mo no vamos a atacar a los dem¨¢s y a pulverizarlos, si eso es precisamente lo que nos ense?an en cada momento: s¨¢lvese quien pueda.
Cuanto m¨¢s nos agot¨¢bamos negando sin cesar la realidad, m¨¢s invit¨¢bamos a la opresi¨®n, la manipulaci¨®n y el embrutecimiento de nuestros sentidos, y nos fuimos convirtiendo en v¨ªctimas de una pol¨ªtica secreta -y eficaz- de divide y vencer¨¢s. De modo que una cosa llev¨® a otra, y nuestras reflexiones honradas sobre el destino y la fatalidad disminuyeron hasta quedarse en peleas por "qui¨¦n ama al Estado de Israel y qui¨¦n lo odia", "qui¨¦n es leal y qui¨¦n es traidor", "qui¨¦n es un buen jud¨ªo", en vez de "qui¨¦n se ha olvidado de que es jud¨ªo"; cualquier discusi¨®n racional est¨¢ hoy cubierta de una capa de sentimentalismo, el sentimentalismo patri¨®tico y nacionalista del farise¨ªsmo y el victimismo, la posibilidad de hacer una cr¨ªtica inteligente de la situaci¨®n ha ido reduci¨¦ndose, e Israel, al final, act¨²a y se comporta con sus ciudadanos de manera totalmente contraria a los valores e ideales que en otro tiempo le daban su car¨¢cter extraordinario y el ox¨ªgeno que respiraba.
No obstante, de pronto, en contra de todas las predicciones, hay algo que se ha despertado. La gente se frota los ojos y empieza a abrirse a ese algo, todav¨ªa indefinible e impredecible, incluso indescriptible, pero que est¨¢ adquiriendo forma a trav¨¦s de esl¨®ganes rescatados del t¨®pico, como "?el pueblo exige justicia social!" y "?queremos justicia, no caridad!" y otros sentimientos recuperados de ¨¦pocas anteriores. Existen en el aire indicios de una posible curaci¨®n, un tikkun, y, por primera vez en mucho tiempo, volvemos a respetarnos a nosotros mismos, como ciudadanos individuales y como pueblo de Israel.
Este despertar est¨¢ lleno de fuerza, pero tambi¨¦n de ingenuidad, y puede embriagarnos. Resulta tentador dejarse llevar por la euforia ante todo lo que ha inspirado este giro de los acontecimientos, hacernos la ilusi¨®n de que, una vez m¨¢s, estamos derribando un viejo orden hasta sus cimientos. Pero no es exactamente eso: el viejo orden no estaba tan mal. Tuvo sus grandes logros, que, entre otras cosas, permiten que el movimiento de protesta exprese sus aspiraciones y que se hagan realidad al menos algunas de ellas. Por eso es imperativo que esta lucha utilice un lenguaje distinto al de otras luchas anteriores que ha habido en este pa¨ªs. Por encima de todo, la lucha debe basarse en el di¨¢logo, para ser socios, y no agentes de unos intereses estrechos y ego¨ªstas; personas de principios, y no unos oportunistas sectarios; para no vivir seg¨²n el vers¨ªculo "cada uno a su tienda, Israel". Esa es la ¨²nica manera de que este movimiento siga teniendo el inmenso apoyo de la poblaci¨®n con el que ha contado hasta ahora. El car¨¢cter ligeramente confuso del movimiento es precisamente el que hace posible que los distintos grupos reunidos en ¨¦l conserven sus propias opiniones pol¨ªticas diferentes al mismo tiempo que comparten -por primera vez en decenios- un programa com¨²n humano y c¨ªvico, que nos hace estar orgullosos de pertenecer a esta comunidad. ?Qui¨¦n, en Israel, puede permitirse el lujo de renunciar a unos bienes tan escasos?
Este movimiento de protesta y sus ecos nos ofrecen una oportunidad de acercamiento entre distintos elementos de la sociedad que no se comunicaban desde hac¨ªa generaciones: religiosos y laicos; ¨¢rabes y jud¨ªos; miembros de clases sociales distintas y distantes. En este proceso de identificar lo que tienen en com¨²n y lo que pueden conseguir, incluso la derecha y la izquierda pueden emprender un di¨¢logo m¨¢s realista y comprensivo; por ejemplo, sobre la apat¨ªa de la izquierda ante quienes tuvieron que recolocarse tras la retirada de Gaza, una herida abierta entre los colonos. Dicho di¨¢logo quiz¨¢ pueda a¨²n salvar lo que sea posible del concepto de solidaridad, que un pa¨ªs en nuestra situaci¨®n no puede dejar desaparecer. En otras palabras, si podemos encontrar este movimiento de protesta en las palabras del poeta Amir Gilboa -"Un d¨ªa, un hombre se despierta por la ma?ana y siente que es una naci¨®n, y empieza a caminar"-, entonces debe continuar como el poema: "Y a todos los que se encuentra por el camino les dice: 'Que la paz sea contigo'".
Es f¨¢cil criticar la evoluci¨®n de este movimiento reci¨¦n nacido y arrojar dudas sobre ¨¦l. Siempre es m¨¢s sencillo encontrar motivos para no hacer algo audaz y definitivo. Pero quien escuche los latidos de los corazones de los manifestantes -no solo en el bulevar Rothschild de Tel Aviv, sino tambi¨¦n en los barrios pobres del sur de la ciudad, y en los de Jerusal¨¦n, y Ashdod, y Haifa y Beit Shean- se dar¨¢ cuenta de que se ha abierto una ventana a un futuro diferente. Ese es el momento propicio para que suceda algo as¨ª, y, para gran sorpresa de todo el mundo, la gente, por fin, est¨¢ verdaderamente adhiri¨¦ndose a la causa. Tal vez es eso lo que quer¨ªa decir la joven que se me acerc¨® en la manifestaci¨®n de Jerusal¨¦n y me dijo: "Mira. Todav¨ªa faltan l¨ªderes, pero la gente ya est¨¢ aqu¨ª".
? 2011, David Grossman. Traducido del ingl¨¦s por Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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