La siesta
Me encanta la siesta. No la de pijama y orinal que te deja hecho unos zorros y se levanta uno de mala leche, sino la cabezada. El t¨ªpico sue?¨ªn de 15 a 30 minutos que nos permite sumirnos en el sopor postrero de la comida y desprenderse de esa modorra atroz que, yo al menos, me siento ya incapaz de combatir. Cu¨¢ntas veces he tenido que reprimir tan agresiva somnolencia para no dar la imagen de vago o indolente en el ¨¢mbito laboral. Cu¨¢ntas habr¨¦ ido al ba?o a golpearme la cara con agua fr¨ªa e incluso sentarme en el inodoro con la tapa puesta para descabezar un sue?o clandestino de cinco minutos que me devolviera a la vida. Esto s¨¦ que no es nada original.
Hace ya m¨¢s de 1.500 a?os san Benito Abad incorpor¨® el descanso a la hora sexta en las reglas benedictinas, regla que ha tenido despu¨¦s grandes apologistas. Entre los m¨¢s sofisticados est¨¢ Salvador Dal¨ª, con su famosa f¨®rmula de cerrar los ojos manteniendo una llave entre los dedos hasta despertar al o¨ªrla caer al suelo cuando pierde fuerza la mano. Alguien menos extravagante, un flem¨¢tico como Winston Churchill, tampoco perdonaba la siesta, aunque lo que tuviera entre las manos fuera una guerra. Tal vez la lucidez que proporciona el descanso tuvo algo que ver en su victoria sobre el Tercer Reich.
En Alemania se aconseja ahora incorporar una breve pausa dormitante al horario laboral
A pesar de tan notables ejemplos, aqu¨ª no termina de estar bien visto el hacer una pausa t¨¦cnica en el trabajo para cerrar los ojos y reparar fuerzas. Es m¨¢s, los espa?oles hemos desarrollado un cierto complejo de sesteantes al que ¨²ltimamente ha contribuido la canciller Angela Merkel. Alemania va bien, el sur de Europa va mal y la primera dama teutona no ha dudado en propagar nuestra supuesta condici¨®n de huevones. En su peligroso ejercicio de europopulismo, la se?ora Merkel y sus mariachis medi¨¢ticos han proyectado sobre el pueblo alem¨¢n una imagen distorsionada en la que nos pintan poco menos que meci¨¦ndonos sobre una tumbona bajo la palmera y tap¨¢ndonos la cara con un sombrero de paja.
Miren por d¨®nde, ahora los expertos en recursos humanos de la propia Alemania Federal han empezado a recomendar la incorporaci¨®n de la siesta al horario laboral. Seg¨²n la patronal germana de la peque?a y mediana empresa una breve pausa dormitante incrementa el rendimiento, la creatividad y la motivaci¨®n del trabajador. Entienden adem¨¢s que la instauraci¨®n de la siesta hace m¨¢s atractiva a una empresa a la hora de reclutar empleados cualificados. Esta l¨ªnea de pensamiento cuenta por si fuera poco con el aval de las aseguradoras m¨¦dicas, que confirman la necesidad de reponer energ¨ªa en mitad de la jornada. Es algo que algunas grandes compa?¨ªas japonesas como Toyota ya hab¨ªan observado y puesto en pr¨¢ctica en los ¨²ltimos a?os con resultados espectaculares.
Seg¨²n su experiencia, el proponer a sus empleados un tiempo para dar la cabezada ha elevado su productividad laboral entre un 10% y un 15%. Tal es el beneficio observado que la propia NASA incluy¨® la siesta entre sus programas de investigaci¨®n. Sus cient¨ªficos constataron que tras una ma?ana intensa de trabajo los astronautas mejoraban la lucidez y su tono vital si dorm¨ªan la siesta. Eso s¨ª, la cabezada, seg¨²n el estudio, tiene que ser de 26 minutos, no 25 ni 27 sino 26. Cosas de los americanos.
Es cierto, sin embargo, que la siesta nunca debe alcanzar las fases m¨¢s profundas de la arquitectura del sue?o. Los expertos advierten de que el siest¨®n invade y altera los ciclos m¨¢s propios de la noche, lo que m¨¢s o menos viene a ocurrir cuando pasamos durmiendo m¨¢s de media hora.
Aunque vengan ahora a cont¨¢rnoslo desde fuera, lo que est¨¢ claro es que la siesta bien echada no solo es un h¨¢bito saludable, capaz de reducir seg¨²n informes m¨¦dicos, hasta un 37% las causas de mortalidad coronaria, sino que constituye un excelente est¨ªmulo para la concentraci¨®n y el rendimiento laboral. Las empresas espa?olas deber¨ªan tomar nota y establecer y facilitar esta pr¨¢ctica hasta ahora casi vergonzante. Lo siguiente ser¨¢ declarar nuestra siesta Patrimonio de la Humanidad.
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