Los optimistas fallan mejor
l delantero Mart¨ªn Palermo pertenece a la categor¨ªa de los que ignoran que el desastre es posible. No ten¨ªa aptitudes obvias para un oficio que en Argentina es patrimonio de virtuosos, pero la evidencia nunca le preocup¨® demasiado.
Le dec¨ªan el Loco por sus cortes de pelo deste?idos, inspirados en la est¨¦tica de su amigo Zeta Bosio, bajista de Soda St¨¦reo. Sin embargo, el apodo tambi¨¦n defin¨ªa los pensamientos surgidos bajo sus pelos amarillos.
Demasiado corpulento para ser un estilista y demasiado inventivo para ser un simple cazagoles, ignor¨® la l¨®gica.
Debut¨® en 1992 con Estudiantes de la Plata, pero su club decisivo fue Boca Juniors, donde jug¨® hasta 2011. La academia del toque donde han dictado c¨¢tedra Maradona, Rattin, Tarantini, Pern¨ªa y Riquelme, acept¨® con reticencia al gladiador. Mart¨ªn Caparr¨®s, autor de la biograf¨ªa del equipo (Boquita), lo vio con desconfianza. El Loco jugaba para la controversia. Sab¨ªa ser bueno y malo al mismo tiempo.
En 1999, tom¨® impulso para tirar un penalti, se resbal¨®, golpe¨® la pelota con ambas piernas y logr¨® una extravagante anotaci¨®n. Cegado por la lluvia de Montevideo, consigui¨® un gol de ¨²ltimo minuto para que Argentina jugara el Mundial de Sud¨¢frica. En 2008 anot¨® en el supercl¨¢sico colgado del travesa?o, sin ser sancionado por el ¨¢rbitro. En otra ocasi¨®n la pelota lo golpe¨® a unos 30 metros de la porter¨ªa y, como siempre piensa en el gol, el rebote fue a dar al arco. De manera c¨¦lebre, anot¨® los dos goles con los que el Boca derrot¨® al Real Madrid en la final de la copa Toyota, y se qued¨® con las llaves del auto para el mejor jugador.
Palermo reiter¨® locuras hasta convertirlas en costumbre. Desde 1938, cuando los guardametas usaban gorras de panadero y los uniformes eran lavados por las madres de los jugadores, nadie hab¨ªa metido tantos goles para Boca. La marca de Roberto Cherro dur¨® 72 a?os, hasta que un desaforado se apropi¨® de ella.
Carlos Bianchi, entrenador que gan¨® todo con el equipo "bostero", se refiri¨® a Palermo como "el optimista del gol".
Ese talante define la m¨¢s extra?a de sus noches. En la Copa Am¨¦rica de 1999 se dispuso a cobrar un penalti contra Colombia. La pena m¨¢xima era un tr¨¢mite sencillo para ¨¦l. Sin embargo, fall¨® el tiro. A partir de ese momento demostr¨® lo optimista que pod¨ªa ser. Una mosca lo hubiera molestado m¨¢s que la tragedia.
Para Palermo, los l¨ªmites son una impostura. Cuando el ¨¢rbitro marc¨® un segundo penal, decidi¨® cobrarlo. Volvi¨® a fallar, haciendo interesante lo que vendr¨ªa despu¨¦s. Siempre estad¨ªsticos, los dioses provocaron un tercer penalti. ?Lo cobrar¨ªa el que ya hab¨ªa fallado dos? Mart¨ªn Palermo llev¨® la pelota al manch¨®n de cal. ?Buscar¨ªa redimirse a medias con un gol discreto? Despu¨¦s de cientos de goles anotados, ten¨ªa la oportunidad de lograr una haza?a negativa. ?Defraudar¨ªa haci¨¦ndose el com¨²n? Fallar a prop¨®sito hubiera sido f¨¢cil e irrespetuoso. El Loco no pod¨ªa buscar un r¨¦cord buffo. Con la desesperada fe que siempre lo acompa?¨®, quiso anotar. En beneficio de lo inolvidable, supo fallar.
En otro partido celebr¨® un gol con frenes¨ª. Se acerc¨® a la tribuna, una valla publicitaria le cay¨® encima y lo fractur¨®. Su alegr¨ªa fue un oficio de alto riesgo.
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