Oda al microondas

Me lo han dicho por activa y pasiva: el microondas no es un buen electrodom¨¦stico. Que destroza la comida y no es bueno para salud. Pero seriedad: llevo m¨¢s de veinte a?os fumando sin ser fumadora. Que es posible que sucumba a un c¨¢ncer de o¨ªdo, seg¨²n los ¨²ltimos estudios sobre m¨®viles. Que mi miop¨ªa aumenta por las horas que paso frente a una pantalla. Que me estoy quedando sorda con tanto sonido envolvente en las salas de cine. Que son las doce de la noche y llego a casa muerta de hambre, derrotada despu¨¦s del trabajo. Y bendita sea la madre que me pari¨® y me ense?¨® las maravillas de los tupper. Abres la nevera, coges la cajita de pl¨¢stico, la llevas a la cajita de metal y le das a un botoncito. M¨¢s f¨¢cil imposible, y a estas alturas, que neuronas te puede destrozar el aparatito que no haya destrozado ya tu jefe con empe?o durante todo el d¨ªa. Esperas mirando anhelante su ventanita iluminada, con el tenedor en la mano. Abres la puerta. Sale el vapor impregnado de olor. Hincas el tenedor, te quemas la lengua, masticas r¨¢pido y tragas. Que quer¨¦is que os diga: que viva el inventor que lo pari¨®. ?Qu¨¦ guapo, guapo y guapo! Que juro cuidarlo el resto de mi vida. Que cuando muera lo llevar¨¦ a un buen cementerio de chatarras y prometo serle fiel a sus hijos, a sus nietos y a sus tataranietos.