La guerra de Nicol¨¢s
Todo en el conflicto de Libia ha sido at¨ªpico y extra?o, desde su inicio hasta sus estertores. Para comenzar, la guerra de Libia nunca debi¨® ser, al menos sobre el papel. Pese al lugar com¨²n, el petr¨®leo nunca fue crucial, pues Gadafi era la mejor garant¨ªa no solo de un abastecimiento continuado de crudo sino de importantes contratos en Libia para las petroleras europeas y cuantiosas inversiones libias en Europa. Prueba del muy marginal inter¨¦s estrat¨¦gico de Libia para Estados Unidos, Obama fue arrastrado a la guerra en contra de sus deseos y del parecer de su Administraci¨®n, espantada ante la sola idea de abrir un nuevo y tercer frente b¨¦lico en (imposible que fuera una casualidad) otro pa¨ªs musulm¨¢n. Incluso halcones y neocons, a los que supondr¨ªamos proclives a enzarzarse en una guerra con ese Gadafi convicto de terrorismo al que Reagan hab¨ªa llamado "perro loco" y bombardeado, criticaron a Obama por meter al pa¨ªs en guerra por la puerta de atr¨¢s, amenazando desde el Congreso con negarle los fondos para las operaciones militares.
La ca¨ªda del r¨¦gimen de Gadafi es casi exclusiva responsabilidad del empe?o de Sarkozy
Del lado europeo, las cosas no han sido muy diferentes. Italia dej¨® muy claro desde el principio d¨®nde estaban sus intereses y, en consecuencia, sus simpat¨ªas. Por su parte, la Alemania de Merkel, fuera por el legado del pasado (la memoria del Afrika Korps) o por el legado del futuro (la nueva Alemania va por libre en el mundo), mir¨® hacia otro lado y sin ning¨²n complejo se desentendi¨® de la suerte de los libios alzados en armas. Y Reino Unido, cuyas estrechas relaciones con las represivas monarqu¨ªas petroleras del Golfo le aconsejaban prudencia, tampoco tuvo f¨¢cil hacer aflorar el ardor guerrero que se necesitaba para abrir un nuevo frente b¨¦lico en medio de una devastadora crisis econ¨®mica y masivos recortes en su presupuesto de defensa. Incluso en la misma Francia era dif¨ªcil encontrar a un militar, diplom¨¢tico o analista que endosara con su firma esta intervenci¨®n y s¨ª a muchos sumamente preocupados porque Sarkozy hubiera adoptado como consejero de seguridad nacional a un fil¨®sofo y polemista como Bernard-Henri L¨¦vy. Por eso, adem¨¢s de los propios libios, el desmoronamiento y ca¨ªda del r¨¦gimen de Gadafi es casi exclusiva responsabilidad del empe?o de Nicolas Sarkozy. Si la OTAN era el perro y Sarkozy la cola, el caso es que finalmente fue la cola la que consigui¨® mover al perro. Sea por los nobles y loables motivos que este adujo o bien por los estrechos motivos electorales que otros le achacaron, sin Sarkozy no hubiera habido guerra. Curiosamente, Libia es una excepci¨®n a la racionalidad estrat¨¦gica dominante que, para colmo, ha salido bien. Como tal, la guerra ser¨¢ irrepetible, pero no sus consecuencias. Pr¨®xima estaci¨®n, Damasco.
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