Autopsia de la incertidumbre
A los tres a?os de la ca¨ªda de Lehman Brothers, muchos a¨²n se preguntan: ?c¨®mo pudo fracasar el sistema bancario internacional, sobrefinanciando sectores enteros? La respuesta reside en una sola palabra: derivados
Hoy se cumplen tres a?os de la quiebra de Lehman Brothers, que marc¨® el estallido de la crisis que todav¨ªa domina nuestras vidas: aunque durante las c¨ªclicas tempestades medi¨¢ticas se vuelve imposible asimilar el relampagueo cr¨ªptico de la jerga financiera, ha transcurrido suficiente tiempo para que la perspectiva haga m¨¢s sencillo entender el encadenamiento de los hechos.
La sinopsis resulta cinematogr¨¢fica. Planteamiento: desde principios del siglo XXI, la masiva industrializaci¨®n asi¨¢tica acumula un fuerte exceso de d¨®lares y euros en pa¨ªses exportadores cuyos Gobiernos fomentan esa acumulaci¨®n. Trama: la banca internacional dispara su volumen de negocio, trasladando ese ahorro excedentario hacia nuevas inversiones, en forma de financiaci¨®n barata. Nudo: maximizando beneficios a corto, los banqueros mundiales incurren en pr¨¦stamos err¨®neos; cuando esto se evidencia (al caer Lehman Brothers), y nadie sabe cu¨¢ntos "malos pr¨¦stamos" esconde cada banco en su balance, el ahorro global se retira de la circulaci¨®n interbancaria corriente. Desenlace: como ese ahorro (fondos de inversi¨®n, pensiones, etc¨¦tera) no se f¨ªa de los bancos privados internacionales, pasa a financiar solo a Gobiernos (el pagador m¨¢s fiable a largo plazo) y son los Gobiernos quienes asumen el riesgo de prestar a los bancos en dificultades, por miedo a que una quiebra encadenada de estos paralice a¨²n m¨¢s la econom¨ªa, cuya ca¨ªda productiva fue comparable a la de una guerra.
Los art¨ªfices del desastre siguen indemnes. Lo que a¨²n mantiene el sistema es su l¨®gica amoral
La opacidad del sistema bancario-empresarial ha secuestrado nuestra raz¨®n colectiva
Hubo segunda parte. Continuaci¨®n (2010): el ahorro global se ha volcado en invertir en deuda p¨²blica de los Gobiernos; cierto d¨ªa, empieza a desconfiar de que algunos Gobiernos puedan devolverla, por lo que estos se ven obligados a recortar gastos para seguir recibiendo pr¨¦stamos. En estos pa¨ªses deudores (como Espa?a) confluyen varios factores de crisis: la dificultad general de financiar la actividad econ¨®mica en tiempos en que las rentas bajan, la resaca de los a?os de inversiones excesivas o err¨®neas, y la reducci¨®n de gasto p¨²blico para garantizar que seguiremos siendo solventes tras los a?os de excesos. El interminable cl¨ªmax final de esta segunda pel¨ªcula tiene lugar en Europa y parece consistir en que los pa¨ªses deudores aceptan imposiciones presupuestarias de sus socios a cambio de mecanismos de apoyo para seguir consiguiendo financiaci¨®n.
Pero queda algo incomprensible flotando en la trama: ?c¨®mo pudo fracasar as¨ª el sistema bancario internacional, sobrefinanciando sectores enteros y bordeando la quiebra? La respuesta reside en una sola palabra: derivados.
Los derivados son contratos en que dos partes acuerdan un pago futuro en funci¨®n de la evoluci¨®n del precio de alguna cosa. Son "papelitos" que tienen valor seg¨²n el pago que impliquen y que permiten apostar sobre el precio futuro de las cosas, sin poner el dinero para comprarlas. Su funci¨®n original era sencilla: tomemos el caso del petr¨®leo, cuyo precio puede doblarse o caer a la mitad en cuesti¨®n de meses, por causas imprevisibles como guerras o parones econ¨®micos. Para empresas que venden o compran petr¨®leo, resulta indeseable que sus ingresos o costes var¨ªen tanto repentinamente; de modo que, por ejemplo, a un productor tejano le puede interesar cerrar hoy un precio de venta de 110 $/bbl para el pr¨®ximo a?o, por si el precio se hunde; en cambio, una refiner¨ªa coreana puede preferir cerrar su coste de compra a 110 $/bbl, por si el precio se dispara. Como productor tejano y refiner¨ªa coreana no se conocen, un banco internacional vende a cada uno un "papel" por el que les asegura ese precio de 110 $/bbl, a trav¨¦s de un pago de liquidaci¨®n al final del a?o. Se trata de un contrato financiero simple que el banco, siempre que case clientes complementarios, comercializa sin riesgo. T¨ªpicamente, el banco tambi¨¦n reserva algunos "papelitos" para s¨ª mismo, seg¨²n piensen sus brokers que el petr¨®leo subir¨¢ o bajar¨¢; mediante esos derivados, el banco se beneficia si acierta con la evoluci¨®n del precio, sin necesidad de poseer ni un barril real de crudo.
La banca internacional ofrece derivados sobre el precio de muchos activos, no solo materias primas: lo malo es que, cuando el activo es una acci¨®n o un bono, los derivados ("papelitos" sobre el precio de "papelitos") se vuelven inextricables y abstractos; los bancos comercializan derivados sobre cualquier cosa con precio, incluidos derivados sobre derivados, generando una madeja infinita de operaciones que solo conocen, con suerte, los ejecutivos al mando.
Los derivados m¨¢s famosos de la historia empezamos a conocerlos en 2007, cuando algunos inversores norteamericanos se lanzaron a apostar que la vivienda bajar¨ªa. ?C¨®mo lo hicieron? Mientras que para apostar sobre petr¨®leo hay mercados organizados muy conocidos, no hab¨ªa formas establecidas de apostar por un crash en chalets de Florida. Pero ciertos bancos encontraron modos sigilosos de hacerlo: contratando seguros contra impago de hipotecas con una aseguradora, que se hac¨ªa cargo del riesgo de impago del pr¨¦stamo a cambio de un pago anual del banco (que la aseguradora ingresaba encantada, considerando el riesgo bajo). Cuando los impagos en Florida se dispararon, los bancos suscriptores del seguro empezaron a obtener enormes ganancias (ellos hab¨ªan revendido mayoritariamente las hipotecas fallidas -las famosas subprime- a bancos extran-jeros, pero se hab¨ªan quedado con el seguro, que empezaron a cobrar); y ello llev¨® a la quiebra a la mayor aseguradora norteamericana. Productos como estos seguros y sus derivados, que apenas exist¨ªan hace 10 a?os, provocaron p¨¦rdidas astron¨®mi-cas al sistema financiero estadounidense en 2008 -y rescates gal¨¢cticos-.
Los derivados son, pues, espirales de apuestas que peri¨®dicamente se alzan y deshacen y que, para generar beneficios, requieren de fluctuaciones, volatilidad e incertidumbres. Investigaciones de las autoridades de EE UU sugieren que algunos fondos llegaron a promover pr¨¦stamos a insolventes porque ganar¨ªan si la vivienda bajaba luego; y resulta veros¨ªmil que quien hace negocio aprovechando las fluctuaciones de los mercados intente provocarlas. De hecho, a pesar de que las teor¨ªas convencionales postulen que los mercados financieros tienden al equilibrio, el magnate George Soros lleva a?os sosteniendo que producen burbujas intr¨ªnsecamente (Soros tambi¨¦n advierte de que las expectativas de los mercados acaban determinando la realidad: como si antes del pr¨®ximo Madrid-Bar?a, las apuestas por un empate fueran tan mayoritarias que los jugadores salieran al campo convencidos de que, dada la improbabilidad de una victoria, les conviniera precisamente jugar al empate).
Los bancos de EE UU manejaban cr¨¦dito del planeta entero; al parecer, nadie imaginaba que se hubieran enfangado as¨ª en derivados torticeros. Cuando, a trav¨¦s de la interconexi¨®n econ¨®mica con ellos, muchas otras entidades internacionales entraron en apuros para obtener financiaci¨®n, se les prest¨® dinero p¨²blico, a costa de que sus Gobiernos sufrieran recabando ese dinero en los circuitos financieros, temblando al leer Financial Times y doblegados ante la opacidad de los riesgos bancarios. La versi¨®n espa?ola de la fiesta financiera internacional es ya un lugar com¨²n: bast¨® la capacidad nacional de montar tinglados inmobiliarios y obras estelares (bonus para directivos, votos para pol¨ªticos) para captar ahorro global exterior; cuando este desconfi¨® de la capacidad del pa¨ªs para mantener el ritmo en el nuevo escenario, impuso sus condiciones a una econom¨ªa cautiva.
En el paisaje despu¨¦s de la batalla, los art¨ªfices del desastre est¨¢n indemnes, porque lo que mantiene el sistema es su l¨®gica amoral, no unos protagonistas concretos; los directivos implicados alegar¨¢n que segu¨ªan "tendencias del mercado" para "competir"; los pol¨ªticos m¨¢s h¨¢biles son reelegidos sin mencionar en sus campa?as los recortes que siguen a sus dispendios. Ahora necesitamos ajustar precios y rentas porque el exterior ya no nos presta como antes y porque no siempre invertimos inteligentemente. Quiz¨¢ lo m¨¢s triste no sea solo constatar cu¨¢nta riqueza hemos malgastado como sociedad a trav¨¦s de estos a?os, sino c¨®mo la opacidad del conglomerado bancario-empresarial y la pobre comunicaci¨®n pol¨ªtica ha secuestrado nuestra raz¨®n colectiva para explicarnos qu¨¦ sucede. Ahora necesitamos ordenar la lista de nuestros problemas y debatir, hablando claro, soluciones. En un mundo donde el ahorro chino mal invertido en Florida acaba con miles de despidos en Espa?a, los ciudadanos estamos aprendiendo a vivir con la incertidumbre, pero no con la sinraz¨®n.
Emilio Trigueros es qu¨ªmico industrial y especialista en mercados energ¨¦ticos.
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