"Dorm¨ªa vestida. No quer¨ªa que me mataran en camis¨®n"
Naci¨® hace 89 a?os en Camag¨¹ey (Cuba). Tuvo tres madres y perdi¨® a tres hijos. Sufri¨® la Guerra Civil en Espa?a y la brutalidad de la dictadura de Jorge Videla, condenado el a?o pasado a cadena perpetua, en Argentina. Tres miembros de su familia fueron asesinados. Otro sigue desaparecido. Su historia es una de las razones por las que hace 15 a?os el juez Baltasar Garz¨®n abri¨® un proceso contra el horror argentino. "Usted y otras abuelas y madres como usted hicieron que mi vida cambiara y que creyera que merece la pena arriesgarse", le escribi¨® el magistrado.
Ayer, Esperanza P¨¦rez Labrador, la esposa de V¨ªctor, torturado y asesinado por militares argentinos, la madre de Palmiro, muerto a manos del mismo comando, y de Miguel ?ngel, desaparecido, se enfadaba al hablar del procesamiento del magistrado: "Garz¨®n es el hombre m¨¢s valiente que he conocido. Creo que lo que le pasa es un problema de celos: mucha gente le tiene mucha envidia". El periodista Jes¨²s M. Santos acaba de llevar su vida a un libro, Esperanza (Editorial Roca), que el viernes presentar¨¢ en Casa Am¨¦rica (Madrid) acompa?ada por Garz¨®n. "He querido hacer este libro como homenaje a los m¨ªos", explicaba ayer mientras observaba la carta del restaurante. "No como pescado. Los torturadores argentinos tiraban al mar a sus v¨ªctimas".
Su caso anim¨® al juez Garz¨®n a procesar a torturadores de la dictadura argentina
A su primera madre, Esperanza, espa?ola, no lleg¨® a conocerla. Muri¨® por complicaciones en el parto tras una paliza de su marido, Manuel. La segunda, Catuca, cubana, era la mujer de Jos¨¦ Mestril, el hombre al que Manuel par¨® a la puerta del hospital de Camag¨¹ey para decirle: "Le regalo esta ni?a. Mi se?ora est¨¢ muerta. Tengo otra hija de 15 meses y yo no puedo cuidar de la peque?a. Me vuelvo a Espa?a". A la tercera, Mar¨ªa Antonia, la conoci¨® siete a?os despu¨¦s, cuando Manuel, que jam¨¢s se hab¨ªa interesado por ella, regres¨® a Cuba para llev¨¢rsela dejando desolados a los Mestril.
"Me cost¨® adaptarme. Los espa?oles me parec¨ªan gente extra?a. ?Se lavaban muy poco!", relata. Se cas¨® con uno, del que se enamor¨® por carta. "Me escrib¨ªa todos los d¨ªas desde el frente de Madrid". Al terminar la Guerra Civil, decidieron emigrar. "Yo quer¨ªa ir a Cuba, pero estaba prohibido. Tuvimos que ir a Argentina". La madrugada del 10 de noviembre de 1976, 20 encapuchados asaltaron su casa: "Venimos de matar a su hijo Palmiro". Aquella misma noche tambi¨¦n mataron a su marido y a su nuera. Para entonces, Miguel ?ngel, de 25 a?os, su hijo menor, llevaba un mes desaparecido. "A¨²n le busco. Sue?o con ¨¦l", relata Esperaza, que lleg¨® a sacudir de las solapas al general Galtieri -ya fallecido, procesado en 1997- para que le dijera d¨®nde estaba: "Me dijo que la muerte de mi marido hab¨ªa sido 'un lamentable error', pero que mis dos hijos eran montoneros. Le grit¨¦: '?Asesino!' Pens¨¦ que no me iba a dejar salir viva". La dej¨® salir y Esperanza empez¨® a dormir vestida por si iban a buscarla de noche. "No quer¨ªa que me mataran en camis¨®n". Visit¨® cada c¨¢rcel, cuartel y comisar¨ªa en busca de su hijo. Escribi¨® al Rey, al entonces ministro de Exteriores, Marcelino Oreja... Ninguno contest¨®. Y conoci¨® a las Madres de la Plaza de Mayo: "Al principio ¨¦ramos muy pocas. Nos llamaban putas y locas. Luego llenamos la plaza". La ¨²ltima pista de Miguel ?ngel es de un psiqui¨¢trico. "Una conocida nos dijo que lo hab¨ªa visto all¨ª hac¨ªa muchos a?os, pero cuando fuimos, ya no estaba".
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