Ya sab¨¦(i)s mi paradero
La fiesta de RBA, que inicia la temporada editorial en Barcelona, gana en glamour y pierde en inter¨¦s, lo que, en cierto modo, resulta coherente. Este a?o faltaron algunos escritores habituales y sobraron pol¨ªticos (abundaban los de la derecha nacionalista gobernante). Tambi¨¦n se not¨® la ausencia de algunos editores de lo que Guelbenzu llama "la generaci¨®n intermedia", que son los que hoy destacan en la edici¨®n independiente (o no) y creativa, y con los que daba gusto compartir las ¨²ltimas libaciones de la noche. Y, para colmo, no pudieron asistir ni la agente Mercedes Casanovas, que se pone tan simp¨¢tica cuando se achispa (pero no solo), ni el profesor Rico, a quien no he vuelto a ver desde su cameo estelar en casa de Luisa Alday (luego viuda de Desvern). Menos mal que a) el combo de jazz que ameniz¨® la fiesta (y cuyo nombre no he conseguido que nadie me dijera) toc¨® estupendamente, y b) la munici¨®n de boca y gaznate no escase¨®. En todo caso, el objetivo de los organizadores se logr¨® con creces: la repercusi¨®n medi¨¢tica -y, por tanto, la publicidad gratuita- ha sido notable (aqu¨ª me tienen, por ejemplo). El Premio Internacional de Novela Negra RBA -que es el pretexto del evento- recay¨® este a?o en la estupenda Patricia Cornwell (1956), que se llev¨® sin sorpresa pero con agradecimiento los 125.000 eurillos, una cantidad mayor si se traduce a desmedrados d¨®lares (tampoco el billete verde es ya lo que era). Nadie se parti¨® de la risa cuando la presidenta del jurado ley¨® en el acta la consabida y mendosa f¨®rmula "al abrir la plica la novela ganadora result¨® ser... Red Mist, de Patricia Cornwell". La probabilidad de que la ganadora "resultara ser" la que fue sin que nadie hubiera hecho nada para que precisamente lo fuera es la misma de que Artur Mas i Gavarr¨® (que naci¨® el mismo a?o que la se?ora Cornwell) encabece una rep¨²blica catalana de consejos obreros. Lo que pasa es que a todos nos gusta que nos enga?en, en la literatura y en la vida, y por eso hemos adoptado, como punto de vista colectivo, el de la suspensi¨®n permanente de la incredulidad. Respecto a Cornwell, la verdad es que, con ella en el cat¨¢logo, la "serie negra" de RBA gana bastantes puntos en el m¨¢s disputado segmento de la ficci¨®n internacional, que es el de la novela negra. Red Mist se publicar¨¢ en Estados Unidos (por Putnam, del grupo Penguin) a principios de diciembre y ser¨¢ uno de los platos fuertes de la campa?a navide?a, como suele ser habitual con cada nueva novela de la autora. Por cierto que en Amazon (ese rinoceronte reci¨¦n llegado a la cacharrer¨ªa librera espa?ola) ya puede reservarse a precio superreducido en tapa dura y en e-book (17,53 d¨®lares). Ojal¨¢ la nueva sea tan buena como sus grandes novelas de los noventa: como Cruel y extra?o (1993) o La granja de cuerpos (1994), por ejemplo (de ambas hay edici¨®n de bolsillo en Punto de Lectura), que me convirtieron en un entusiasta de su autora. Lo que ocurre es que a Cornwell le han perjudicado tanto las series televisivas "forenses" (CSI o Bones) como a Le Carr¨¦ el derrumbamiento del bloque sovi¨¦tico. Ambos siguen escribiendo buenas novelas en su g¨¦nero, pero -ay- ya no es lo mismo. Y conste que, adem¨¢s, la autora me cae muy bien personalmente, entre otras cosas por sus obsesiones m¨¢s -digamos- peregrinas. Recuerdo el numerito que mont¨® hace unos a?os sosteniendo (incluso por escrito, v¨¦ase su ensayo Retrato de un asesino, Ediciones B) que el gran pintor posimpresionista Walter Sickert (1860-1942) era Jack el Destripador, algo que ya hab¨ªa apuntado el siempre retorcido Stephen King. En Red Mist la mala parece ser una mujer: "Ellas son el origen del mal", ha declarado a la prensa con una despreocupaci¨®n por lo pol¨ªticamente incorrecto de la que nunca har¨ªa gala un escritor. En la fiesta de RBA, en todo caso, beb¨ª tantos gintonics que me pareci¨® ver a su protagonista Kay Scarpetta abri¨¦ndose paso entre la gente con un plato de sushi (nada del otro mundo, por cierto) en la mano. La confund¨ª sin duda con Anik Lapointe, la editora de la colecci¨®n, quiz¨¢s porque las dos son rubias, y a ambas les gusta vestir bien y la buena comida. A quien no confund¨ª con nadie fue a mi respetada Carmen Balcells, que fue la "B" de RBA y el "origen del mal", seg¨²n cierto editor trastornado por el resentimiento y el alcohol del que me permitir¨¢n que, piadosamente, silencie el nombre.
POUM
Si me quieres escribir, ya sabes mi paradero. Escucho una vez m¨¢s la antigua balada b¨¦lica cuyo estribillo he adoptado como t¨ªtulo de este sill¨®n de orejas, y que, con la letra oportunamente cambiada, se cantaba a ambos lados de las trincheras durante la Guerra Civil. Ahora la escucho como m¨²sica de fondo del v¨ªdeo Doblemente olvidados, que puede verse (y adquirirse) en la peque?a, pero emocionante (y did¨¢ctica: no son t¨¦rminos incompatibles) exposici¨®n El POUM. 75 anys d'hist¨°ria, organizada por la Fundaci¨®n Andreu Nin en el muy din¨¢mico Museu d'Hist¨°ria de Catalunya (hasta el 28 de septiembre). Del POUM, que lleg¨® a ser la tercera fuerza de izquierdas en Catalu?a, y de su papel en la guerra y la revoluci¨®n ya se sabe mucho. Y tambi¨¦n de Andreu Nin, su principal figura p¨²blica. Historiadores como Francesc Bonamusa o Pelai Pag¨¨s han reconstruido su tortura y asesinato a manos de agentes estalinistas y de sus sicarios espa?oles. Era la ¨¦poca de los procesos de Mosc¨², cuando desde los titulares de Mundo Obrero, los comunistas de Jos¨¦ D¨ªaz llamaban al "exterminio" de "la avanzadilla fascista en nuestro campo". Era tambi¨¦n cuando las calles se llenaron de pintadas en las que los militantes poumistas preguntaban por el paradero de su desaparecido l¨ªder: "Gobierno de Negr¨ªn, ?d¨®nde est¨¢ Nin?". Y a lo que los comunistas respond¨ªan insidiosamente: "En Salamanca o en Berl¨ªn". La exposici¨®n tiene un claro protagonista vivo: Wilebaldo Solano, antiguo director de La Batalla y l¨ªder del partido tras el asesinato de Nin. Su versi¨®n puede leerse en El POUM en la historia, publicado por La Catarata. De entre los libros sobre el partido revolucionario catal¨¢n, destaco tambi¨¦n el de Reiner Tosstorff El POUM en la revoluci¨® espanyola (editorial Base), que a¨²n no ha sido traducido al castellano. Al salir del museo recorr¨ª como un nost¨¢lgico chafardero (un estupendo pr¨¦stamo l¨¦xico del catal¨¢n) la Barcelona de mi infancia, que fue la del antiguo puerto y la de la zona baja. Pero de aquella ciudad ya me quedan pocos recuerdos. Ni siquiera en el a?ejo restaurante A Carballeira, donde mi padre consegu¨ªa de estraperlo el Pelarg¨®n para mi hermano y las preciosas latas de cigarrillos Abdullah y Craven A que fumaba mi madre, subsiste aquel monstruo peludo (su rostro estaba formado por una c¨¢scara de coco y, creo recordar, por un caparaz¨®n de centolla) que presid¨ªa el bar, y cuya imagen aterrorizaba mis sue?os. Hoy realizan ese trabajo otros monstruos, pero ninguno tan humano. Ni tan peludo.
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