Llueve sobre mojado
La en¨¦sima pol¨¦mica sobre el corredor ferroviario del Mediterr¨¢neo, que acaba de movilizar a patronales y alcaldes de toda el ¨¢rea, est¨¢ en el candelero. De repente, el Gobierno decide que dicho itinerario se presente ex aequo junto con el llamado corredor central y que la UE tome partido. Estamos en v¨ªsperas de elecciones y los pol¨ªticos prefieren que los marrones se los coman en Bruselas: supongo que con el PP en la Moncloa habr¨ªa pasado lo mismo, aunque, ?c¨®mo estar¨¢n las cosas para que Carlos Fabra, en vez de echarle la culpa a Zapatero, seg¨²n sol¨ªa hacer Camps en plan mantra, se haya enfrentado a la mandam¨¢s de su partido!
Sin embargo, har¨ªamos mal si interpret¨¢semos este affaire en t¨¦rminos de mera disputa regional, algo as¨ª como la cuesti¨®n del agua, que los manchegos reivindican y los valencianos tambi¨¦n. Este no es un problema de equilibrios territoriales, afecta a la concepci¨®n misma de Espa?a. Hay pa¨ªses que se piensan en torno a un eje norte-sur y otros que se conciben en la l¨ªnea este-oeste. Entre los primeros se cuentan Francia, Italia o Gran Breta?a, entre los segundos, los EE UU o Suiza. A veces, se pasa de un modelo a otro, como en Alemania, que tras organizarse con los estados protestantes al norte y los cat¨®licos al sur, adopt¨® una configuraci¨®n horizontal oeste-este despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, pero volvi¨® a su estructura vertical tradicional tras la ca¨ªda del muro.
Lo que no parece normal es lo que pasa en Espa?a, un pa¨ªs de organizaci¨®n horizontal, como el curso de sus grandes r¨ªos, al que se suele atribuir una estructura vertical extrayendo todo tipo de lecturas err¨®neas a partir de dicho equ¨ªvoco. Lo habitual es que una parte del pa¨ªs se haya hecho a expensas de la otra: la Francia norte?a que hablaba la langue d'o?l derrot¨® a la meridional que hablaba la langue d'oc y le impuso su bota hasta hoy. Pero al menos hay una l¨®gica subyacente, de manera que la primac¨ªa econ¨®mica, pol¨ªtica y cultural de Par¨ªs sobre Toulouse (como la de Mil¨¢n sobre N¨¢poles o la de Londres sobre Edimburgo) resulta obvia, se mire por donde se mire. Lo nuestro es esperp¨¦ntico. Tras el par¨¦ntesis impuesto por la din¨¢mica vertical de la Reconquista y cuando comenzaba a volverse a los equilibrios tradicionales, el descubrimiento de Am¨¦rica distorsion¨® el eje este-oeste, configurando el estado espa?ol moderno sobre una serie de apuestas estrat¨¦gicas que postergaron al mundo mediterr¨¢neo. Y as¨ª seguimos cinco siglos despu¨¦s los de la Espa?a del este, con mayor dinamismo econ¨®mico y m¨¢s poblaci¨®n que el oeste, pero con unas infraestructuras de verg¨¹enza y un torpedeo centralista continuo de nuestras iniciativas. Luego se sorprender¨¢n de las pulsiones secesionistas que, no por casualidad, arrecian por estos pagos, tanto a escala general como intrarregional (por ejemplo, en Andaluc¨ªa). Mal asunto.
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