La cre¨ªble y magn¨¦tica negrura de Urbizu
Incluso en los encargos alimenticios, en proyectos y guiones ajenos con los que Enrique Urbizu se compromete a estampar su firma y lograr que el barco llegue a tierra en aceptables condiciones, este hombre siempre hace transparente que sabe narrar historias con la c¨¢mara, que el cine es su natural medio de expresi¨®n. Pero cuando puede hablar de las cosas que le interesan, cuando dispone de libertad y control creativo, ese cine lleva un sello muy poderoso, transmite la sensaci¨®n de que puede narrar exclusivamente con im¨¢genes las intrigas m¨¢s complejas, describir con verismo y matices personajes y conductas desasosegantes, convencerte de que pueden convivir en la misma persona el villano y el h¨¦roe, expresar o sugerir con estilo y sobriedad infinidad de cosas sobre gente peligrosa, desgarrada, solitaria, en el l¨ªmite, que se mueve permanentemente en zonas de sombra aunque en alg¨²n momento lejano conocieran la luz. Urbizu es el autor de La vida mancha, una de las pel¨ªculas que m¨¢s me han golpeado y conmovido en un muchos a?os, un retrato profundo, desesperado, l¨ªrico, bronco y emotivo sobre el fracaso de la segunda oportunidad, la obligada y lacerante renuncia a la felicidad, la fraternidad, los dilemas morales. Esa fuerza expresiva tambi¨¦n era evidente en la retorcida y violenta trama de La caja 507. Y le permit¨ªa retomar a un personaje (el apunte inicial fue en la inclasificable y atractiva Todo por la pasta) que le fascina, el fulano en posesi¨®n de placa que desprecia las barreras entre el bien y el mal, que solo es fiel a sus propios c¨®digos, pragm¨¢tico y salvaje, corrupto y marginal, capaz de sacrificar su vida en nombre de sus obsesiones.
El director retorna en su pel¨ªcula a la geograf¨ªa emocional que ama
La presencia y la econom¨ªa gestual de Coronado impresionan
El director retorna en su pel¨ªcula a la geograf¨ªa emocional que ama
La presencia y la econom¨ªa gestual de Coronado impresionan
En No habr¨¢ paz para los malvados, Urbizu y su habitual y excelente coguionista Michel Gaztambide retornan a la geograf¨ªa emocional que aman, a la negrura sin concesiones, a la s¨®rdida y parox¨ªstica batalla entre un profesional de la caza humana y un grupo de asesinos fanatizados, a la persecuci¨®n de un cruzado contra los infieles, aunque tanto ¨¦l como sus enemigos sean y act¨²en como mod¨¦licos hijoputas. Santos Trinidad (el nombre est¨¢ elaborado), ese macarra hier¨¢tico y nihilista con pelambrera alborotada y botas de punta que trasiega compulsivamente ron acompa?ado de un dedo de Coca-Cola, que proclama sin el menor dramatismo que a ¨¦l no le quiere nadie, due?o de un pasado tan legendario como tortuoso, sin presente ni futuro, cuyo ¨²nico sentido vital descansa en la misi¨®n de impedir que otras disciplinadas fieras cumplan su depredador objetivo, es un personaje que el mejor cine negro incluir¨ªa sin la menor duda en su gloriosa familia. Tambi¨¦n a un mont¨®n de sabrosos personajes secundarios a los que Urbizu despoja de cualquier tentaci¨®n embellecedora, convenientemente realistas en su pinta y en su voz, en lo que parecen, lo que son, lo que hacen y dicen. Su creador est¨¢ implicado hasta el alma en que todo suene a verdad, a prohibir la menor concesi¨®n sentimental, a negarse a subrayar nada y a los juicios morales. Y posee un arte apabullante para contarte una intriga complicada sin necesidad de excesivos di¨¢logos, con los gestos y las palabras justas, manteniendo el suspense, haciendo imposible que mires alguna vez el reloj, manteniendo una violencia aterradora, creando esa cosa tan dif¨ªcil llamada atm¨®sfera. Y ocurre algo m¨¢gico en la sociedad art¨ªstica que forman Urbizu y el actor Jos¨¦ Coronado. Ambos tienen muy claro lo que necesita el otro. Y Coronado, al igual que en La vida mancha y en La caja 507, se revela como un actor admirable, con una presencia, una econom¨ªa gestual y una profundidad expresiva que impresionan y acojonan. Lo m¨¢s siniestro que le ha ocurrido a este pa¨ªs en lo que llevamos de siglo, aquel maldito 11-M, ha encontrado en Urbizu a un cronista impagable manejando una ficci¨®n basada en tantos datos pavorosamente reales.
?De qu¨¦ hablamos cuando hablamos de cine? A mi manique¨ªsmo simplista le resulta transparente la respuesta. De pel¨ªculas como No habr¨¢ paz para los malvados. Por ello, tengo clar¨ªsimo que Amen, dirigida por ese director coreano tan torturado, surrealista y prestigioso que se llama Kim Ki-duk, puede ser muchas cosas, pero nada que guarde relaci¨®n con mi idea del cine. Puede ser el pretexto para darse una subvencionada vuelta con una presunta actriz por lugares tan apetecibles como Par¨ªs, Venecia y Avi?¨®n. La excusa es una c¨¢mara que va siguiendo durante 70 minutos muy largos a una se?ora que busca infructuosamente a su novio pintor y que a su vez es perseguida por un fulano ataviado con una m¨¢scara antig¨¢s. ?Por qu¨¦? El autor lo sabr¨¢, y si no es as¨ª, que traten de imagin¨¢rselo los espectadores. Cine libre, radical y abierto a todas las interpretaciones, que dir¨ªan los cr¨ªticos rigurosos y did¨¢cticos. Si han tenido la desgracia de sufrir En la ciudad de Sylvia, del artista experimental Jos¨¦ Luis Guer¨ªn, ya saben de qu¨¦ va la movida. Qu¨¦ bien se lo montan los farsantes en posesi¨®n de cach¨¦ intelectual.
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