Ahora le toca decidir el futuro de Europa
Angela Merkel liga el destino de su pa¨ªs al de Europa y el euro. Pero socios de Gobierno y colegas de partido intentan maniatarle de cara a la decisiva cita parlamentaria del d¨ªa 29. De la trifulca alemana pende el euro, e incluso las pensiones y los salarios de los europeos
Angela Merkel tiene una cita con 327 millones de europeos. Es el pr¨®ximo d¨ªa 29. La canciller de Alemania pedir¨¢ a la C¨¢mara Baja (Bundestag) que apruebe la ampliaci¨®n de los avales y fondos que Alemania aporta para ayudar a Grecia y salvar el euro. Es la hora de la verdad para Merkel, frente a la que palidecen todos sus logros y fracasos en seis a?os como canciller y once como jefa democristiana. La coalici¨®n de centro-derecha que preside no le garantiza una mayor¨ªa suficiente para aprobar las arriesgadas medidas de salvamento de la moneda com¨²n. Los liberales, socios minoritarios de su actual Gobierno de coalici¨®n, se le rebelan. Tambi¨¦n los b¨¢varos de CSU, el partido hermano del que dirige la propia Merkel, CDU; que, por cierto, tampoco respalda por completo a su jefa en esta apuesta europea.
A Merkel, que ha vivido la tempestad pilotando como ha podido, se le ha llenado la cubierta de amotinados vocingleros
Los liberales y algunos democristianos, en los que Merkel se apoya, boicotean la ampliaci¨®n de fondos para el euro
La canciller alemana se enfrenta a una votaci¨®n crucial en el Bundestag que afectar¨¢ al destino de Europa y determinar¨¢ su sitio en la historia
Muchos alemanes se consideran estafados por la moneda com¨²n. El 75% est¨¢ en contra de m¨¢s planes de rescate
De lo que no cabe duda es de que la figura de Merkel quedar¨¢ ligada a la frase que ha repetido durante el desarrollo de la crisis: "Si fracasa el euro, fracasa Europa". La popularidad de la canciller sigue siendo apreciable, pero ya no est¨¢ en el c¨¦nit. Su coalici¨®n amenaza con romperse. As¨ª que el legado de la octava canciller federal de Alemania est¨¢ impl¨ªcito en este pulso: si fracasa Europa, el fracaso ser¨¢ de ella. Su otra cita es con la historia.
Merkel no es amiga de frases campanudas como la que precede. Tampoco es af¨ªn a los gestos teatrales. Lo suyo son la terquedad, la llaneza y la distancia. En vez de plantarse en la proa para se?alar el rumbo, la capitana prefiere encerrarse en el puente con sus oficiales de confianza. Pero resulta que es responsable del buque insignia de una flota variopinta y zarandeada por una severa tormenta nunca vista antes. Ya zozobran algunos barcos peque?os gobernados por ineptos o por corruptos. Y a Merkel, que ha vivido todo lo que va de tempestad pilotando como ha podido, se le ha llenado la cubierta de vocingleros amotinados que amenazan con tomar la sala de m¨¢quinas del Bundestag. Opinan que no hay que echar cabos a los n¨¢ufragos, porque a fin de cuentas Alemania supo maniobrar hasta el ojo del cicl¨®n y all¨ª estar¨¢ muy a gusto hasta que escampe. Si se hunden nuestros socios, ya les venderemos flotadores. El pasaje, por su parte, sigue mareado por una crisis que cre¨ªa superada, cada vez m¨¢s perplejo ante el barullo que se advierte entre la oficialidad.
Desde que se fundara, en 1949, la Rep¨²blica Federal de Alemania solo ha tenido Gobiernos de coalici¨®n. Los pactos diversos han padecido siempre diferencias considerables. El socialdem¨®crata Gerhard Schr?der (SPD), el antecesor de Merkel que gobernaba con Los Verdes, present¨® dos mociones parlamentarias de confianza en solo dos legislaturas. Pero lo novedoso del actual desencuentro entre democristianos y liberales es su formidable alcance. De la trifulca en el Gobierno alem¨¢n dependen los ahorros, las n¨®minas y las pensiones de la segunda regi¨®n monetaria del mundo. Resulta pasmoso observar de qu¨¦ hilos tan finos y enredados pende el euro.
Un parlamentario federal de la Comisi¨®n de Hacienda, Frank Sch?ffler, del Partido Liberal (FDP), explica a este peri¨®dico desde el coche oficial su iniciativa para que los liberales voten contra los avales alemanes para rescatar el euro y contra el segundo paquete de rescate de Grecia. Quiere que su partido abogue desde el Gobierno para que los griegos salgan del euro. Que cada palo aguante su vela, porque "no se pueden contravenir continuamente las reglas del mercado libre". El ministro de Econom¨ªa y vicecanciller, Philip R?sler, que hered¨® hace unos meses un partido liberal en estado de descomposici¨®n, se declar¨® el lunes pasado abiertamente a favor de la rebeli¨®n. Propone un debate p¨²blico sobre la posible suspensi¨®n de pagos griega, cuando a¨²n ni siquiera se han puesto en pr¨¢ctica las medidas adoptadas en la cumbre extraordinaria de Bruselas el pasado 21 de julio.
Por miedo a que contestatarios como Sch?ffler le ganen la mano, R?sler le enmienda as¨ª la plana a su jefa, que el mi¨¦rcoles anterior hab¨ªa pronunciado el discurso m¨¢s enf¨¢tico y europe¨ªsta que se le recuerda ante el pleno del Bundestag. Hundido en las encuestas y apaleado en las elecciones regionales que se han celebrado en 2011, el Partido Liberal se vuelve m¨¢s impredecible cada d¨ªa. La llamada al orden de la canciller no ha servido para nada. El vicecanciller R?sler tampoco parece aplicar el sentido com¨²n que permite medir las consecuencias de que el n¨²mero dos del Ejecutivo se salga de la disciplina que impone la n¨²mero uno en un asunto tan delicado. La ley que permitir¨¢ subir la aportaci¨®n alemana al fondo de rescate hasta los astron¨®micos 211.000 millones de euros que se le piden sali¨® del Consejo de Ministros hace solo unas semanas. Apoyada, en aquellos momentos, por los ministros liberales.
La tercera pata del sill¨®n gubernamental de Merkel son los b¨¢varos de la CSU, que solo descubren afinidades con los liberales del FDP cuando se trata de torpedear a la canciller. Su jefe, Horst Seehofer, primer ministro de Baviera, ha pedido la "expulsi¨®n" de Grecia del euro. Como si se tratara de un jugador en un partido de f¨²tbol. El ministro de Hacienda, Wolfgang Sch?uble (CDU), que en el Ejecutivo de Merkel es el ¨²ltimo mohicano del viejo europe¨ªsmo de la escuela de Helmut Kohl, replic¨® que los tratados no contemplan tal posibilidad. "Pues habr¨¢ que cambiarlos", responde al tel¨¦fono el liberal Sch?ffler. Dice que su intenci¨®n no es romper el Gobierno. Y que su iniciativa no es populista. Lleva toda la semana de viaje por la buc¨®lica Westfalia para recabar apoyos que impidan a Merkel una mayor¨ªa parlamentaria suficiente en la cita crucial del 29 de septiembre. Es una particularidad alemana que un asunto de peso mundial como la pervivencia de la Uni¨®n Monetaria se dirima en rec¨®nditos escenarios provincianos de Baviera, Westfalia-Lippe o Karlsruhe.
Esta ¨²ltima localidad sure?a es la sede del Tribunal Constitucional alem¨¢n, cuya sentencia sobre el rescate griego mantuvo en vilo a toda Europa hasta el 7 de septiembre. Tocados de sus vistosas togas escarlata con chorreras en el coqueto edificio racionalista del TC, los magistrados otorgaron su visto bueno. Unas horas despu¨¦s, la canciller pronunciaba en Berl¨ªn el discurso europe¨ªsta en el que lig¨® el destino de Alemania al de Europa, y el destino de Europa al destino del euro.
El 75% de los alemanes se pronuncia en contra de seguir aumentando los fondos de estabilidad del euro -de los que aportan la quinta parte-, as¨ª como de seguir sumando planes de rescate. El mismo bar¨®metro pol¨ªtico de la televisi¨®n p¨²blica ZDF, que recoge este dato, se?ala, no obstante, la recuperaci¨®n del partido socialdem¨®crata SPD hasta el 30% de las intenciones de voto. Los socialdem¨®cratas apuestan por una mayor integraci¨®n europea: prometieron apoyar la aportaci¨®n alemana al fondo de estabilidad desde el mismo d¨ªa en que lo dise?aron los 17 jefes de Estado y de Gobierno de la zona euro. Los liberales del FDP a duras penas alcanzan en la encuesta el umbral de votos del 5%, necesario para entrar en el Bundestag. La CDU de Merkel no sale descalabrada, pero con las expectativas actuales le ser¨ªa muy dif¨ªcil repetir en el Gobierno.
El viraje euroesc¨¦ptico de los liberales parece estar dando ya alg¨²n fruto. El viernes pasado, un sondeo de la primera televisi¨®n estatal (ARD) indicaba un rebrote de sus expectativas electorales: del 3% por el que se arrastraban en agosto pasan ahora a un 5% de intenci¨®n de voto. A costa de poner en evidencia las debilidades del Ejecutivo al que pertenecen, sembrar dudas sobre el futuro de la Uni¨®n Monetaria y contribuir a que las bolsas se tambalearan durante d¨ªas a principios de semana.
La barba sin bigote de Hans-Werner Sinn le confiere la pinta id¨®nea para una met¨¢fora marinera: parece el capit¨¢n Ahab. El jefe del influyente instituto econ¨®mico muniqu¨¦s Ifo es uno de los m¨¢s destacados sediciosos del euro. Esta semana ha estado otra vez en Berl¨ªn para cazar su ballena: "La salida de Grecia del euro ser¨ªa el mal menor". Tambi¨¦n el catedr¨¢tico b¨¢varo Wolfgang Gerke, un experto en mercados financieros que siempre va con pajarita, aporta munici¨®n te¨®rica a los amotinados contra el fondo de estabilidad y el rescate de Grecia. Son dos de los paladines visibles de un mensaje que est¨¢ calando hondo entre los ciudadanos alemanes. Cuando les pregunta un espa?ol, los economistas que menos creen en la Uni¨®n Monetaria en su forma actual suelen empezar explicando que "los alemanes no son euroesc¨¦pticos". Ellos, claro, tampoco. Nadie lo es hasta que toca sacar la chequera.
Dice Merkel que haber crecido en el bloque comunista influy¨® decisivamente en su estilo pol¨ªtico. Bajo aquel r¨¦gimen en el que vivi¨® 35 a?os, "cuando un pol¨ªtico cambiaba una sola palabra de su discurso anterior, revelaba ya un cambio de rumbo". A ella es muy dif¨ªcil leerle las intenciones. En palabras de su viejo padrino pol¨ªtico Helmut Kohl, "carece de br¨²jula". Merkel se encuentra en las ant¨ªpodas del pol¨ªtico impulsivo o espont¨¢neo, pero tampoco se gu¨ªa por razones ideol¨®gicas. Su radar para el sentir p¨²blico es legendario y lo afina con paciencia mineral. Si detecta una amenaza, recoge velas y espera el momento id¨®neo para actuar. Entonces se convierte en un ser implacable. Este a?o ha demostrado hasta d¨®nde llega su audacia cuando siente que se le escapa el favor de los alemanes: pocos meses despu¨¦s de que Merkel ordenara la impopular ampliaci¨®n de la vida ¨²til de las centrales nucleares, el reactor japon¨¦s de Fukushima salt¨® por los aires. La alarma p¨²blica le llev¨® a cancelar la ampliaci¨®n y a ordenar, para embeleso de propios y extra?os, una r¨¢pida desconexi¨®n at¨®mica en Alemania que culminar¨¢ en 11 a?os.
Pero el asunto del euro es todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil. Angela Merkel conoce la oposici¨®n de muchos ciudadanos a que Alemania arriesgue tanto dinero para rescatar el euro y en los sucesivos rescates de Grecia, Irlanda y Portugal. Sabe que los electores temen por sus ahorros y que muchos se consideran estafados por las promesas pol¨ªticas de una moneda europea segura. Tambi¨¦n conoce el precio que ha pagado la clase media alemana por la actual bonanza econ¨®mica. Es un destilado de lo que llaman "aumentar la competitividad": la capacidad adquisitiva real de los asalariados lleva lustros estancada; mientras tanto, crece el porcentaje de empleos precarios y apenas aumenta la demanda interna. Los recortes sociales del anterior canciller, Schr?der, hace ocho a?os, redujeron las prestaciones de desempleo con un enorme coste pol¨ªtico que su partido, el SPD, todav¨ªa est¨¢ pagando. La unificaci¨®n de las dos Alemanias a¨²n no est¨¢ amortizada. Y cuando parec¨ªa terminar un decenio de estancamiento econ¨®mico, el Gobierno federal tuvo que movilizar cientos de miles de millones de euros para pr¨¦stamos, avales y privatizaciones de bancos durante la crisis financiera que comenz¨® en 2007. Despu¨¦s vino la ca¨ªda de 2009.
Quiz¨¢ haya que remontarse al tiempo en que Espa?a parec¨ªa la encarnaci¨®n del genio econ¨®mico y financiero. El pa¨ªs donde mejor pod¨ªa uno hacerse rico, donde se creaban empleos y se constru¨ªan m¨¢s viviendas que en media Europa junta. Entre los alemanes queda la sensaci¨®n de haberse consagrado a un largo esfuerzo conjunto que los relegaba a la cola del crecimiento en el continente, mientras Grecia, Espa?a o Irlanda disfrutaban en sus burbujas y gastaban dinero a espuertas. Merkel s¨ª se acuerda: "Parec¨ªamos los pardillos de Europa".
Una vez rescatada la banca y reactivada la m¨¢quina econ¨®mica, con ping¨¹es beneficios para los 3,5 millones de pymes y el potente sector exportador, ahora toca ayudar a los socios europeos en dificultades. Como dice Merkel, estos buenos clientes hicieron que Alemania sea "la gran beneficiada de la Uni¨®n Monetaria". Pero otros se ocupan de recordar los duros lustros que siguieron a la reunificaci¨®n del pa¨ªs en 1990. Ahora se pide a los alemanes que asuman a¨²n m¨¢s riesgos. No pasan por ah¨ª los economistas como Sinn, ni los pol¨ªticos como Sch?ffler. Tampoco J¨¹rgen Stark, el economista jefe del Banco Central Europeo (BCE), que dimiti¨® hace diez d¨ªas. Stark, un hombre de la vieja guardia, se fue porque no estaba de acuerdo con que el banco emisor europeo compre deuda soberana de Espa?a e Italia. ?l representaba en la Eurotorre de Fr¨¢ncfort las cacareadas tradiciones de estabilidad del Banco Central alem¨¢n (Bundesbank). Su salida extempor¨¢nea deja a Angela Merkel todav¨ªa m¨¢s sola en el puente de mando.
Es obvio que las reticencias de Merkel a los sucesivos pasos de los Diecisiete para proteger el euro no han satisfecho a nadie. Los votantes han castigado a CDU y FDP en las importantes elecciones parciales celebradas a lo largo de este a?o, los socios europeos critican su lentitud en aprobar los programas de rescate y los inversores siguen apostando por la suspensi¨®n de pagos de Grecia, Italia, Portugal y Espa?a. Merkel ha ido cediendo, una por una, todas sus posiciones de fuerza en los 20 meses de pelea por el rescate del euro. No hace ni 18 meses aseguraba a¨²n que Grecia no recibir¨ªa ni un c¨¦ntimo. Sus cr¨ªticos creen que la ¨²ltima frontera que Merkel dice defender, la de los eurobonos, ya cay¨® cuando accedi¨® a la compra de deuda soberana perif¨¦rica por parte del Banco Central Europeo.
La canciller viste estos d¨ªas de negro por la reciente muerte de su padre, el pastor luterano Horst Kasner. A Gerd Langguth, antiguo miembro de la directiva democristiana y bi¨®grafo de cabecera de Merkel, su discurso europe¨ªsta ante el Bundestag le record¨® a un serm¨®n evang¨¦lico. Merkel gesticul¨®, cerr¨® los pu?os y apel¨® a la historia para llamar a la defensa del euro en la cita parlamentaria del d¨ªa 29. Langguth, que tampoco las tiene todas consigo respecto al plan de rescate, considera que estuvo "entre sus mejores discursos". Cree que Merkel tiene la intenci¨®n de "continuar la pol¨ªtica europe¨ªsta de Kohl". Si las cosas no se enderezan, el 29 de septiembre demostrar¨¢ si est¨¢ dispuesta a arriesgarse con una moci¨®n de confianza para conseguirlo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.