Noche oscura con negros en un t¨²nel
Por definici¨®n un escritor fantasma, es decir, un negro, no gana premios con la dedicaci¨®n dispensada a sus amos, que obtienen el reconocimiento y afianzan la jerarqu¨ªa. Para eso pagan. El negro debe cobrar, y bien, porque la discreci¨®n es tan exigente como la prosa volcada a mayor gloria de la parte contratante. Ah, y sobre todo la faena debe ser cre¨ªble. Mariano Rajoy present¨® d¨ªas atr¨¢s un texto firmado por ¨¦l mismo en un acto multitudinario, donde se regalaron ejemplares y hasta hubo quien -falto de costumbre- lo compr¨®, descubriendo alborozado que las p¨¢ginas no estaban en blanco. Hacen falta tiempo y ganas para escribir un libro, aunque el sujeto no se llame Charles Darwin, Eric Hobsbawm ni Pierre Bourdieu y posea conocimientos aptos para divulgar. Ocurre que entre tantos taqu¨ªgrafos, locutores, pasantes y dem¨¢s profesionales de la comunicaci¨®n como llenaban aquel sal¨®n de meriendas, no ha trascendido que nadie preguntara al presunto autor cu¨¢ndo medit¨® el contenido, d¨®nde redact¨® el discurso, cu¨¢ntas semanas, meses y puros habanos invirti¨® en el empe?o, cu¨¢ntas hamacas, horas de sue?o o siestas sacrificadas... Detalles que indudablemente animar¨ªan a futuros escribanos a reorganizar sus jornadas para enfrentarse a la pantalla en blanco y al teclado impoluto. Si Mariano puede, t¨² puedes. En otro tiempo, cuando te daban la cartilla que acreditaba el fin del servicio militar, el valor del soldado se zanjaba con un "se le supone". Lo cual era mucho suponer, si hubiera llegado el caso.
En la deriva medi¨¢tica reina un combinado de suposici¨®n, resignaci¨®n y determinismo. Suponemos que Rajoy escribi¨® el libro de su pu?o y letra, pero ante la duda nos resignamos a comulgar con ruedas de molino, de igual modo que aceptamos la realidad suministrada por la charlataner¨ªa y los canales habituales. La semana pasada hubo gran esc¨¢ndalo cuando los consejeros de RTVE (excepto dos) levantaron la patita para marcar territorio en las terminales de los noticiarios. Si entramos en los excesos perif¨¦ricos, p¨²blicos y privados, no hay espacio en todo el muro de las lamentaciones. Frente al asalto, hubo conato de rebeli¨®n. El mismo que se echa en falta ante el sometimiento con que se brinda a la audiencia el parte del expolio dictado por el casino financiero y sus crupieres institucionales. No hay debates, despliegues informativos, gr¨¢ficos, explicaciones divergentes y modelos alternativos al men¨² del d¨ªa. Escasean voces y espacios que cuestionan la tibieza contra el fraude fiscal, la levedad tributaria para las grandes fortunas, el modelo energ¨¦tico y las tarifas asociadas, la sobredosis de PP y PSOE, los abusos del Concordato o la sodom¨ªa del Bernab¨¦u, aunque el Betis haya reinado clandestinamente dos semanas en la Liga. Es la opacidad de una noche oscura repleta de negros en un t¨²nel. El bant¨² que escribi¨® el libro habr¨¢ cobrado el servicio. Algo es algo.
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