Sobredotaci¨®n in¨²til y ¨¦nfasis ruinoso
Viajando por el Norte de Europa se constata, con harto dolor de coraz¨®n, c¨®mo aquellos pa¨ªses, m¨¢s avanzados que nosotros en muchos de los terrenos que a la postre interesan, aprovechan su patrimonio hist¨®rico en desuso para impulsar equipamientos cuya legitimaci¨®n y proyecci¨®n universal se relacionan con el rigor y calidad de su programaci¨®n y no, como aqu¨ª ocurre, con la pompa de sus enf¨¢ticos contenedores arquitect¨®nicos, en los que concurren presupuestos de gesti¨®n insuficientes, fondos escasamente relevantes, exposiciones progresivamente p¨¢lidas o magros eventos. Cuando no, adem¨¢s, una gesti¨®n irresponsable.
Pas¨¦ una parte del verano en Edimburgo (de tama?o inferior a Valencia y sin apenas ¨¢rea metropolitana), justo en la semana de cierre del Edinburgh International Festival, el mayor festival de arte del mundo, que opera desde 1947 y cuya sede ocupa una vieja catedral reciclada, compartiendo espacio con una atractiva cafeter¨ªa de gesti¨®n institucional. Emplea como recintos principales ocho edificios dotacionales, ninguno de los cuales se utiliza de manera exclusiva o finalista ni es tampoco de construcci¨®n reciente. Durante las tres semanas de agosto de cada a?o, el festival vende casi dos millones de entradas y acoge a cerca 35.000 actividades culturales, con 18.000 artistas provenientes de m¨¢s de 60 pa¨ªses. La combinaci¨®n de actividades en equipamientos cerrados y en la calle, al modo anglosaj¨®n, permite que el festival se extienda de manera muy eficaz por toda la trama capilar de la ciudad.
La polifuncionalidad de equipamientos est¨¢ muy enraizada en Europa
Tenemos un modelo dotacional econ¨®micamente insostenible
Esta poderosa colecci¨®n de eventos es posible gracias a la renuncia a construir edificios dotacionales rimbombantes presupuestariamente devastadores. Pues en Edimburgo, el ¨²nico edificio que cede a la reciente tentaci¨®n hacia la arquitectura espect¨¢culo es el extraordinario Parlamento escoc¨¦s de Miralles-Tagliabue, cuya espl¨¦ndida factura morfol¨®gica y funcional no soslaya las suspicacias de la poblaci¨®n local, opuesta como reza el t¨®pico a todo despilfarro. Una buena parte de los equipamientos disponibles proviene de templos que pertenecieron a la sever¨ªsima Iglesia de Escocia y que han sido transformados en museos, teatros, librer¨ªas y animados pubs.
La inclinaci¨®n a la polifuncionalidad de los equipamientos est¨¢ muy enraizada en la pr¨¢ctica noreuropea. Es sintom¨¢tica la manera en que Londres, la ciudad donde la cultura m¨¢s aporta a la formaci¨®n del PIB (m¨¢s del 12%, entre 5 y 6 veces la de Valencia), resuelve la gesti¨®n de las dotaciones. Dos ejemplos: la peque?a y entra?able iglesia de St.-Martin-in-the-Fields ofrece misas matinales, conciertos barrocos vespertinos y actuaciones jazz¨ªsticas nocturnas; mientras que el Royal Albert Hall combina representaciones de ¨®pera y conciertos de m¨²sica sinf¨®nica con pasarelas de moda, shows rockeros, m¨ªtines, presentaciones de libros, partidos de exhibici¨®n de tenis o ?combates de boxeo! sin que a los remilgados gentlemen londinenses se les abran las carnes. Pues gracias a esa desprejuiciada manera de enfocar la gesti¨®n el Hall est¨¢ operativo 362 d¨ªas al a?o y arroja una cuenta de resultados positiva.
Espa?a, y Valencia m¨¢s, son otra cosa. A rebufo del Guggenheim, nuestros padres de la patria, siempre inclinados a ocurrentes providencialismos (sin olvidar la potencial corrupci¨®n que anida en los proyectos singulares y urgentes, constitutivamente carentes de la fiscalizaci¨®n administrativa y presupuestaria adecuada), creen suficiente la construcci¨®n de pomposos contenedores para estimular ingentes flujos econ¨®micos recurrentes. Nadie pareci¨® considerar las singularidades que aportaba la marca Guggenheim, que es la franquicia cultural de mayor peso en el orbe, pues el recinto bilba¨ªno no hubiera alcanzado ni por asomo la proyecci¨®n internacional de que goza si se hubiera llamado, por ejemplo, MUVAC o cosa parecida. En todo caso, sus resultados de explotaci¨®n arrojan ya algunas sombras, pues convoca actualmente a la mitad de los visitantes de su a?o inaugural, a los que cobra apenas ocho euros por visita. Un precio entre dos y tres veces menor que los museos, por as¨ª llamarlos, del Bar?a o del Madrid, que tienen una frecuentaci¨®n superior y, adem¨¢s, creciente.
Cuando se construy¨® el muy aparatoso Palau de les Arts, el caso m¨¢s sangrante de despilfarro enf¨¢tico, no se tuvo en cuenta que los principales teatros de ¨®pera europeos, consagrados por un a?ejo prestigio y una programaci¨®n intachable, solo consiguen financiar por entradas y abonos un 25% del coste. Y ello a pesar de que se enclavan en grandes ciudades (Par¨ªs, Mil¨¢n, Barcelona, Madrid, Berl¨ªn, Viena, Londres) que superan a Valencia en magnitud poblacional, influencia empresarial y pol¨ªtica y prestigio cultural, lo que hace m¨¢s factible la concurrencia de p¨²blico, as¨ª como la cuant¨ªa y frecuencia de los patrocinios. Lejos de amilanarse, promovieron la dispersi¨®n compensatoria por todo el territorio auton¨®mico de una red de equipamientos de toda ¨ªndole, aquejados todos ellos de irreversible finalismo funcional, elefantiasis arquitect¨®nica y radical inviabilidad econ¨®mica.
Tenemos un modelo dotacional econ¨®micamente insostenible. Y ante el inevitable y dr¨¢stico ajuste del sector p¨²blico, veremos qu¨¦ medidas se toman para reducir sustancialmente los desajustes que las fallas ¨®seas calatravescas y otras operaciones similares esparcidas por el suelo valenciano est¨¢n produciendo en las cuentas auton¨®micas. Una cosa es segura: el disparatado planteamiento inicial, la muy desafortunada gesti¨®n econ¨®mica y cultural, y las abultadas p¨¦rdidas que arrojan no han hecho sino impedir que la Administraci¨®n auton¨®mica haya podido tomar medidas econ¨®micas para paliar los efectos de la crisis. Por ejemplo, pagando a las empresas proveedoras. Y nos sit¨²a a los valencianos en una perspectiva de futuro en la que el mero abono de las obligaciones contra¨ªdas tiende a ocupar la totalidad de los recursos presupuestarios, si no m¨¢s. Un grave lastre cuya soluci¨®n ser¨¢ inevitablemente traum¨¢tica y que, de momento, no hace sino paralizar nuestra catat¨®nica Administraci¨®n y agravar nuestra situaci¨®n.
Jos¨¦ Miguel Iribas es soci¨®logo
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