?Que lo paguen los cient¨ªficos?
Italia juzga a los sism¨®logos que no previeron el terremoto de L'Aquila - Menospreciar los riesgos cost¨® vidas - Los expertos temen ser el chivo expiatorio de las tragedias
La Comisi¨®n de Grandes Riesgos, compuesta por cient¨ªficos expertos en se¨ªsmos, se reuni¨® en L'Aquila el 31 de marzo de 2009, alertada por los continuos temblores que sacud¨ªan el centro de Italia. Tras 45 minutos de reuni¨®n, concluyeron que no hab¨ªa peligro concreto. En la noche del 6 de abril, un terremoto mat¨® a 309 personas, hiri¨® a 1.500, otros 65.000 se quedaron sin techo y 20.000 edificios se derrumbaron. El casco antiguo de la ciudad sigue precintado. Entre iglesias y edificios en ruinas, tiendas cerradas y plazas desiertas, campea una pancarta como una l¨¢pida: "L'Aquila ha muerto". Por aquella muerte, verdadera y metaf¨®rica, se abri¨® una gran investigaci¨®n para depurar responsabilidades. Y otros procesos tratan de determinar por qu¨¦ fallaron las alertas. Siete miembros de aquella asamblea de cient¨ªficos est¨¢n acusados de homicidio culposo por no haber sabido evaluar la amenaza que la tierra acunaba. La pena -por dos muertes- puede ir de a?o y medio a 15 a?os de c¨¢rcel.
Se transmiti¨® la idea de que el terremoto estaba perdiendo fuerza
La incertidumbre es dif¨ªcil de comunicar a la poblaci¨®n
El caso est¨¢ da?ando la credibilidad de la ciencia en Italia
"Nos robaron el miedo", acusa un hombre que perdi¨® a su familia
El juicio contra los expertos arranc¨® el 20 de septiembre (la segunda sesi¨®n est¨¢ fijada para el s¨¢bado) y nutre un vivaz debate en la comunidad cient¨ªfica: ?se puede condenar a alguien por no haber previsto un fen¨®meno natural tan impredecible?
Los fiscales de la ciudad, que recogieron la denuncia de los familiares de 32 v¨ªctimas del se¨ªsmo, consideran culpables a los imputados por "impericia, negligencia" y por "haber proporcionado informaciones falsas", seg¨²n se lee en el escrito del fiscal Fabio Picuti, que a?ade: "Elaboraron una estimaci¨®n totalmente aproximada, gen¨¦rica e ineficaz en relaci¨®n con la actividad de la comisi¨®n y los deberes de prevenci¨®n y precisi¨®n del riesgo s¨ªsmico".
En cambio, muchos cient¨ªficos vislumbran el riesgo de que la ciencia se transforme en el chivo expiatorio del dolor de las v¨ªctimas y de la mala fe de quien construy¨® edificios inseguros y fr¨¢giles. Una carta firmada por m¨¢s de 5.000 ge¨®logos, sism¨®logos y expertos de todo el mundo lleg¨® al presidente de la Rep¨²blica, Giorgio Napolitano: "La responsabilidad de tomar decisiones le ata?e a los administradores. La ciencia -con todos los instrumentos de los que dispone- no puede decir con certeza si habr¨¢ un se¨ªsmo".
"Nadie esperaba que fueran adivinos", afirma Picuti, "sino que, por lo menos, no minimizaran la situaci¨®n". "No busco a alguien a quien echarle la culpa", asegura Vincenzo Vittorini, que, junto a otros vecinos, inici¨® con su denuncia el pleito. "Pero si vas al m¨¦dico porque te duele la barriga y ¨¦l te dice 'no se preocupe, es algo normal', y despu¨¦s de un tiempo tienes consecuencias graves, vuelves al m¨¦dico y le pides explicaciones. Es lo que hace este juicio. ?Por qu¨¦ nos robaron el miedo?".
"Aqu¨ª nacemos con el terror al terremoto bajo la piel, incrustado en los recuerdos y en nuestras costumbres", sigue este cirujano de 48 a?os que vivi¨® toda su vida en L'Aquila, una de las zonas m¨¢s s¨ªsmicas del pa¨ªs. Vittorini recuerda c¨®mo, desde ni?o, cada vez que la tierra temblaba en su casa se repet¨ªa el mismo ritual: todos sal¨ªan de prisa y corr¨ªan hacia la plaza cercana. Sus tres hermanos, la madre y ¨¦l dorm¨ªan en el coche, mientras el padre se quedaba afuera, fumando y charlando con los otros hombres.
La madrugada del 5 al 6 de abril, Vittorini rompi¨® con esa tradici¨®n. "Unos minutos antes de las once de la noche, la tierra tembl¨® muy fuerte [luego se supo que la sacudida tuvo una magnitud de 3,9 en la escala Richter]. Debat¨ª con mi mujer, Claudia, sobre qu¨¦ hacer. Me acord¨¦ de la frase que los asesores de Protecci¨®n Civil hab¨ªan pronunciado pocos d¨ªas antes: 'Si la tierra se mueve significa que el terremoto est¨¢ perdiendo energ¨ªa y se est¨¢ descargando poco a poco'. Al final decid¨ª no salir del piso. Cuando hubo una sacudida m¨¢s leve al cabo de unas horas, mi hija Fabrizia, de nueve a?os, sentenci¨®: '?Ves? Es cada vez m¨¢s d¨¦bil".
A pesar de ello, la familia se tumb¨® en la cama con la ropa puesta, los tres juntos en el dormitorio del matrimonio. A las 3.32 la tierra se sobresalta: los sism¨®grafos registran un temblor de magnitud 6,3. "Recuerdo un zumbido enorme y luego todo estaba oscuro", dice Vittorini. Su apartamento, en el tercer piso de un edificio construido a mediados de los sesenta, se desploma; los escombros les cubren. Los bomberos rescatan al hombre seis horas despu¨¦s. Claudia y Fabrizia estaban muertas.
Desde octubre de 2008, la zona sufri¨® continuas sacudidas. Algunas leves, pero otras tan fuertes que alarmaron a los vecinos. Adem¨¢s, el t¨¦cnico de un laboratorio, Giampaolo Giuliani, iba gritando por un meg¨¢fono desde su coche que un se¨ªsmo brutal estaba al caer. Su predicci¨®n se basaba en las emisiones de rad¨®n de la superficie terrestre, pero no daba fecha exacta y se equivocaba de lugar, porque ubicaba el epicentro en Sulmona, a m¨¢s de 50 kil¨®metros de L'Aquila. En ese clima de preocupaci¨®n, se reuni¨® la Comisi¨®n de t¨¦cnicos de Protecci¨®n Civil. Los miembros no proporcionaron datos ni estudios escritos, solo concedieron entrevistas a la prensa. El tono era tranquilizador. Bernardo De Bernardinis, imputado y entonces subdirector del sector t¨¦cnico de Protecci¨®n Civil (funcionario y no cient¨ªfico) subray¨® en varias ocasiones: "En esta zona la oleada de sacudidas es algo que no alarma. Al rev¨¦s, los t¨¦cnicos piensan que es una situaci¨®n favorable si la tierra descarga la energ¨ªa, as¨ª el terremoto va perdiendo fuerza". "?Podemos entonces bebernos un buen vaso de vino?", le pregunt¨® el periodista. "Claro. Una botella de Montepulciano".
La carta enviada al presidente de la Rep¨²blica por los cient¨ªficos descarga sobre otros la responsabilidad: "El Gobierno italiano y las autoridades locales deber¨ªan educar a la poblaci¨®n con programas que preparan para las cat¨¢strofes y mitigar los riesgos [con edificios resistentes], en lugar de perseguir a los cient¨ªficos por no haber hecho algo que es imposible - prever un terremoto a corto plazo-".
Sin embargo, "si nadie puede prever un terremoto, ?por qu¨¦ ellos lo excluyeron? ?No es eso tambi¨¦n una previsi¨®n?", razona Antonio Valentini, abogado de la acusaci¨®n.
Los cient¨ªficos est¨¢n movilizados en la Red. Ben Goldacre, autor del libro Bad science, que cada semana lanza divertidos ataques a los enemigos de la raz¨®n desde las columnas del diario brit¨¢nico The Guardian comenta en su blog, del mismo t¨ªtulo, la iniciativa del fiscal con el titular ?Quema de cient¨ªficos! En otro blog, Scienzaedemocrazia, puede leerse que "los cient¨ªficos se transforman en el chivo expiatorio de los fallos de la pol¨ªtica". "Qui¨¦n va a confiar m¨¢s en los t¨¦cnicos de la comisi¨®n? ?qui¨¦n les va a creer, a la hora de evaluar el riesgo de una erupci¨®n del Vesubio y comunic¨¢rselo a la poblaci¨®n napolitana?", se pregunta Ferdinando Fontanella, del Gazzettino Vesuviano.
Algunos opinan que el caso de L'Aquila podr¨ªa llevar a una p¨¦rdida de credibilidad de la ciencia. Por eso, la American Assotiation for the Avancement of Science, de Washington, defini¨® la acusaci¨®n a los cient¨ªficos como "injusta y naif", seg¨²n recuerda la revista Nature. De la misma opini¨®n, Mario Tozzi, popular y medi¨¢tico ge¨®logo en Italia, escribi¨® en La Stampa: "Los terremotos no se leen en los hor¨®scopos". Y sigue: "?Era posible prever el terremoto? La respuesta es un no rotundo. En ninguna parte del mundo. Menos a¨²n en el caso de L'Aquila, donde no se produc¨ªan se?ales serias e inequ¨ªvocas. ?Qu¨¦ hab¨ªa qu¨¦ hacer? ?Desalojar Los Abruzzos enteros? ?Y durante cu¨¢nto tiempo? Algunos fiscales nos inducen a pensar que los se¨ªsmos se pueden prever (y que el problema no es, en cambio, prevenirlos construyendo bien las casas). Quiz¨¢s, de la misma manera, deber¨ªamos prever nuestra jornada en base al hor¨®scopo cotidiano, que millones de ciudadanos consideran ciencia pura".
Tanta iron¨ªa no parece justificada. "En mi comunidad murieron siete vecinos", le responde en la distancia Vittorini. "En el otro lado de la calle, donde construy¨® la misma empresa, fallecieron 21. Es obvio que no es culpa de los t¨¦cnicos de la comisi¨®n si nuestros edificios se desplomaron como castillos de arena. El 7 de octubre estar¨¦ en el Tribunal para el juicio contra la constructora. Esta es otra cuesti¨®n. Si la flor y la nata de los cient¨ªficos italianos no hubieran excluido la posibilidad de un se¨ªsmo, a lo mejor aquella noche habr¨ªa bajado las escaleras y dormido afuera. El enemigo llevaba meses aporreando la puerta. Las frases tranquilizadoras nos privaron de las m¨¢s instintivas medidas de defensa".
Thomas Jordan, director del Southern California Earthquake Center en Los ?ngeles, hizo un estudio sobre L'Aquila y consider¨® que los cargos contra los acusados no tienen caso. Pero s¨ª especifica que la gente espera "transparencia y competencia de los cient¨ªficos" y en "el caso italiano hubo un fallo de informaci¨®n".
"Nadie exige que los sism¨®logos funcionen como un or¨¢culo. Este juicio no abre una caza de brujas. No contesta a la ciencia, simplemente la mala comunicaci¨®n de ella", considera Nicola Nosengo, periodista, profesor de un m¨¢ster de comunicaci¨®n cient¨ªfica y colaborador de Nature. "Probablemente no se podr¨¢ probar que estas 32 personas estar¨ªan vivas si hubieran estado bien informadas. Pero la iniciativa del fiscal es importante porque quiere afirmar que quien hace evaluaciones sobre los riesgos e informa a la poblaci¨®n tiene una responsabilidad inmensa. Tanto si ridiculiza algo que luego ocurre como si ondea el fantasma de una cat¨¢strofe que no llega".
"La cuesti¨®n es c¨®mo debemos portarnos cuando es cient¨ªficamente imposible llegar a una respuesta cierta", tercia Domenico Giardini, nuevo presidente del Instituto Nacional de Geolog¨ªa y Vulcanolog¨ªa (INGV). Su predecesor, Enzo Bianchi, es uno de los imputados. "Tras una reuni¨®n sobre el riesgo de terremoto, no se puede salir diciendo: 'el resultado es 3'. La incertidumbre es dif¨ªcil de comunicar a la poblaci¨®n. Muchas veces nos hemos sentado en el banquillo por el problema opuesto, por haber lanzado una alarma que luego fue infundada". Porque tambi¨¦n existe un delito por alarmar, exagerar, causar ansiedad innecesaria.
?C¨®mo se puede proteger a la poblaci¨®n y -a la vez- evitar que cunda el p¨¢nico? "Simplemente diciendo la verdad", ataja Nosengo. "Lo de que el terremoto se estaba descargando con las sacudidas que precedieron al temblor m¨¢s fuerte es simplemente falso. No s¨¦ si configura un delito de homicidio, pero sin duda es una mentira".
Para Giardini, este proceso judicial es "una buena oportunidad para el mundo cient¨ªfico": "No disponemos de protocolos ni estrategias que seguir en estos casos. A partir de ahora puede que tengamos la ocasi¨®n de establecer reglas ciertas de actuaci¨®n".
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